ADORADORES DE CONFLICTOS

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Algo pasa, algo sucede. Sucede allí, aquí. Algo pasa en Túnez, en Egipto y otras regiones. La agitación hace que emerja lo oculto. La noticia es un collage tardío. Fragmentos que se vinculan por el simple hecho de conformar un aglomerado de palabras en un recuadro. En estas condiciones lo que se destaca y permanece unos instantes en la memoria es la pura agitación. ¿Y en aquellos lugares en donde la agitación aún no se produjo? Tenemos el fenómeno de los países de Europa Central y del Este, donde nada pasa pero todo sucede. Lugares preparados para que la agitación no emerja allí, sino que allí caiga desde afuera si es necesario. Entonces uno viaja, se instala, aprende sobre el tejido social de esos países para saber si cultivan el germen de algún futuro conflicto. Y sea cual fuere el análisis, el sólo hecho de querer ver más allá de la epidermis constituye una trasgresión. Hay lugares en los que la mera presencia de uno, sentado en un banco con la pose del Pensador de Rodin, marca una diferencia que resulta agresiva para una población a la cual nunca se le ocurriría sentarse en esa pose. Aunque no llevemos a cabo una acción, seremos reprobados activamente. Nuestro puro ser es percibido y establece una diferencia que no es tolerada.

La raíz “ar” es la expresión indoeuropea del orden que expresa la adaptación estrecha entre las partes y el todo. “Ar” la encontramos en “articulación”, y permite que dos o más huesos que se oponen y difieren logren encastrar y que funcionen. La palabra por excelencia: harmonía. La harmonía de Empédocles está tan bien ensamblada que ahí donde se produce el empalme, reina la noche: la que asimila las diferencias y suprime los contornos. Harmonía afirma un mundo en el que el conflicto habría desaparecido. Sin embargo, si lo que ella establece es la estrecha juntura que suprime el desvío gracias al cual se hacen distinciones en el mundo, si es una oscuridad absoluta más negra que la noche, ¿no será preciso desear la claridad de la divergencia y el conflicto para votar, decidir, pensar?

En el libro “La ciudad dividida”, Nicole Loraux toma el pensamiento de nuestra época que hace de la memoria el antídoto del mal: “conocer la historia para no repetirla”, y lo trabaja por oposición a lo que sucedió en el año 403 antes de nuestra era, momento en el cual el olvido fue la base de la estrategia ateniense orientada a restablecer la unidad de la ciudad. Atenas eligió el olvido al término de una guerra civil. Al detectar la necesidad del olvido, los atenienses, sugiere Loraux, no quisieron hacer tabla rasa sino, antes bien, lanzaron negativamente una invitación al recuerdo: los conflictos pasados, objeto de una especie de tabú, promovieron el vínculo entre los ciudadanos. ¿Se debe entonces fingir el olvido para hacer un buen uso de la memoria? Dicho de otro modo: ¿sería el tabú más eficaz que la conmemoración oficial?1.

En la actualidad, en los lugares donde los conflictos emergen –Egipto-, o subyacen –República Checa-2, destaco tres posturas: 1) cuando se trabaja con la memoria se impone el modelo cristiano: se re-presenta el sufrimiento del mártir por intermedio de un ícono como prótesis mental para inocular el sufrimiento en la memoria del que no vivió el suceso. 2) En los países ex comunistas abunda la práctica del olvido mediante una lobotomía-neoliberal-filo-nazi: las generaciones posteriores a la caída del régimen comunista, que no lo sufrieron ni les interesa investigar lo que vivieron sus padres, ejercen el odio en nombre de nuevos íconos USA-dos como prótesis que activa un nuevo acatamiento. 3) En los países en los que no parece encontrarse un patrón tan marcado, lo que predomina es la ausencia de la raíz “ar”, de la expresión de la adaptación estrecha entre las partes y el todo. Allí aparece su ícono, el de “la unidad monolítica”. No hay harmonía ni el necesario vínculo de la división.

Tres observaciones del presente, tres íconos. El ícono es un signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado: no permite desprenderse del pasado. El tabú es lo prohibido, y en Atenas se lo hizo de modo tal que fue la prótesis que sirvió para establecer nuevos vínculos y desprenderse del pasado. El mundo actual no está preparado para ésta ni para otras soluciones que existieron en la antigüedad clásica.