Hoy, en el submundo político partidario, cada vez se realizan menos reuniones en el comité o en la unidad básica, se hacen menos comunicados de prensa y se escuchan cada vez más los términos “local”, “flyers” y cuántos “seguidores” se tiene en Twitter o a cuántos les “gustamos” en Facebook.

En el fondo, lo que subyace sigue siendo el debate sobre la relación entre representantes y representados. Esta relación puede ser canalizada por diversos medios, tradicionalmente fue el partido político; actualmente presenciamos cómo cambia esa relación a través de las nuevas tecnologías.

Los que somos consumidores asiduos de las redes sociales podemos seguir a los políticos por Twitter, Facebook, Instagram, Flicker, Tumbler, páginas web, blogs y así enterarnos de cuáles fueron sus actividades del día. Muchos confunden esta visibilidad de acciones con gestión y consideran que de esta forma se hace una política más transparente. Otra función es la de “humanizar” a los dirigentes, por eso en las redes sociales incluyen detalles de su vida privada, como subir una foto con sus parejas el día de los enamorados o una foto de cuando eran chicos en la escuela para conmemorar el día del maestro.

EL ROL DEL MILITANTE

Pero no todo es cuestión de cuánto mide una imagen positiva o cuál es el último dato que reflejan las encuestas. Fue el politólogo italiano, Angelo Panebianco, quien definió al militante y valorizó su rol dentro de los partidos políticos. Él afirma que el poder es un fenómeno relacional, que implica una compleja interacción entre el político, los electores, los afiliados, los dirigentes y los militantes. A estos últimos, los define como “el núcleo duro del partido”, ya que son los que participan activamente y de modo constante.

EL COMITÉ, SU HOGAR

Si un vecino camina por la calle Bonifacio en el barrio de Flores, es muy probable que un correligionario lo pare en la puerta del Comité “Ateneo 26 de Julio” y lo invite a participar de una charla o le entregue un folleto. Para los radicales el trato cara a cara todavía tiene un valor incalculable.

Federico García es correntino, tiene 30 años y milita en este comité desde que llegó a Buenos Aires a estudiar en la universidad pública. Es un fiel exponente de lo que es ser un militante, trabaja en la UBA y todo su tiempo libre se lo reparte para asistir a las actividades del partido, ya sea dentro o fuera del Comité. Todos los jueves a la noche tienen la charla de formación política, los viernes, la reunión de juventud y los sábados a la mañana, la reunión general.

Respecto del rol que tienen hoy las redes sociales en la política, Federico afirma que “el radicalismo es un partido real, que sobrevive a nivel nacional por la representación que tiene en las provincias. El desarrollo de nuestro partido es territorial”, concluye.

La ronda se forma irregular sobre un piso con forma de damero, rodeado de cajas viejas de Vainillas Capri, galletitas Media Tarde y Surtido de Bagley, entre fotos de Irigoyen, Illia, Balbín y Alfonsín, mientras se escucha a vecinos mantener una charla apasionada de la historia del barrio que se mezcla con el corte de un árbol, el hijo que no estudia ni trabaja, la última noticia del Gobierno nacional y la organización del próximo acto. Y allí dialogan los vecinos, los afiliados, los militantes, los referentes y de vez en cuando también los políticos, sin intermediarios ni cámaras. Debe ser por eso que esta realidad resulta desconocida para muchos que después del trabajo se dirigen directo a sus casas.

Lucas Bellotti tiene 21 años, es oriundo de Flores y se vislumbra como la joven promesa dentro del partido; se suma a la charla y afirma enérgico que “la estrategia de comunicación fue muy buena en momentos políticos críticos cuando la sociedad estuvo politizada, pero hoy el radicalismo perdió la audacia de comprender el ritmo social”. Cuando se le pregunta cómo describiría la militancia, responde: “como sacrificio, esa es la esencia del militante radical para quien la idea del mérito sigue siendo valiosa y lucha contra el prejuicio y el privilegio”.

EL DESDIBUJAMIENTO DE LO PÚBLICO

La intensidad y los modos de participación política fueron cambiando en la historia argentina de las últimas décadas. En el retorno a la democracia, durante el Gobierno de Alfonsín, hubo un alto grado de participación ciudadana canalizada a través de los partidos políticos tradicionales, un marcado descenso de participación política durante la década menemista y, durante el Gobierno kirchnerista, una mayor intensidad y polarización ideológica.

El kirchnerismo tuvo la particularidad de transitar a través de las redes sociales, cosa que sus antecesores no. Para estar al tanto de la agenda de Gobierno y de las actividades de nuestra presidenta, no basta con leer los diarios o escuchar la cadena nacional, sino que para estar realmente actualizados tenemos que seguirla por Twitter y Facebook.

A esta realidad online por la web 2.0, hay que sumarle la falta de representación que tienen los partidos políticos, lo que da como resultado un movimiento a nivel mundial que busca, a través de Internet, lograr una democracia que sea un híbrido entre democracia directa (ágora griega) y democracia representativa. Este movimiento ya tiene su expresión local a través del Partido de la Red, que participó de las elecciones a legisladores porteños durante el año 20131.

Nos encontramos ante lo que podríamos llamar una “democracia virtual”, aunque no real, nunca antes vista. Hoy un ciudadano puede escribirle directamente a través de Twitter a un legislador, a un ministro o un gobernador. Esta nueva situación desdibuja el rol de los partidos como canales tradicionales entre representados y representes, dejando de lado también la ideología y haciendo que sea cada vez más difícil definir lo público.

Lucas Bellotti, en referencia a este punto, afirma que el individuo no se siente parte de la sociedad, sino que se siente “la sociedad”, lo que hace que sean tan eficaces los recursos del mercado dentro de la comunicación política.

LA VIRTUALIDAD SOBRE LA REALIDAD

Hoy Internet penetró sobre la totalidad de la vida de las personas a nivel mundial, cambiando hábitos y costumbres, necesidades y relaciones. La política no se ve exenta de esta realidad, pero pareciera que todavía resisten a esto los militantes de los partidos, que se destacan como una suerte de cuidadores de lo que es el armado político tradicional.

Hoy los dirigentes, además de hacer todo lo posible para no parecer políticos, buscan desdibujar la barrera divisoria de acceso al poder que implicaron los partidos tradicionales. Hoy ya casi no se conocen los nombres de los partidos en los que se han atomizado el peronismo y el radicalismo, sino sus candidatos. La comunicación directa de los políticos a través de los medios y las redes sociales con los electores es un hecho. La política es una de las actividades más importantes y estuvo condicionada por las formas de comunicación de cada época. Pero la pregunta que se plantea es ¿Esta comunicación, es verdadera? ◊