Ese “canje de espías” se asemejó a un episodio propio del conflicto Este-Oeste. En el aeropuerto vienés, el avión que transportaba a la decena de rusos detenidos se estacionó junto a otra aeronave arribada desde Moscú; sus respectivas puertas fueron unidas con una pasarela a través de la cual se efectuó el canje, y una hora después ambas naves volvieron a sus lugares de procedencia.

Sin embargo, lo cierto es que las actividades de inteligencia no han desaparecido del escenario global junto con el fin de la contienda bipolar. Por el contrario, se encuentran permanentemente presentes en el devenir de las cuestiones internacionales, sobre todo (aunque no únicamente) en el ámbito de la Seguridad Internacional. Agregando complejidad a la cuestión, esas actividades de inteligencia son heterogéneas y adoptan diferentes formatos.

las actividades de inteligencia no desaparecieron con el fin de la contienda bipolar: se encuentran permanentemente presentes en el escenario global

Uno de esos formatos son los informes y evaluaciones de nivel estratégico y carácter público, como los que produce el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) de EE.UU., un organismo gubernamental coordinado por el Director Nacional de Inteligencia cuyo objetivo es proporcionar análisis y evaluaciones sobre cuestiones internacionales al titular del Poder Ejecutivo y otros decisores de máximo nivel. Hace dos años el Consejo emitió el documento “Tendencias Globales 2015. Un Mundo Transformado” referido a la evolución de las principales cuestiones que hoy protagonizan al tablero internacional.

En sus páginas preanuncia cierto declive en el liderazgo estadounidense, incluso en el plano del poder duro, en beneficio de un conjunto de potencias de segundo orden que acentuarán los rasgos multipolares del sistema; en este punto el informe destaca a Rusia, China, la India y Brasil, aunque también menciona a Turquía, Indonesia e Irán (en ese orden). También habla de un retroceso del dólar como moneda dominante; la profundización de la globalización económica; una creciente influencia de actores no estatales; un agravamiento del deterioro ambiental, con especial énfasis en el calentamiento global; nuevas carreras armamentistas y rivalidades militares; y la vigencia de la amenaza terrorista, agravada a partir del empleo de armas de destrucción masiva.

“Tendencias globales…” identifica como un factor de riesgo a la difusión de la tecnología nuclear a nivel global; alerta sobre el persistente crecimiento poblacional, que redundará en una mayor demanda de agua y alimentos, que podría desembocar en conflictos armados; y alerta por un incremento del sentimiento antinorteamericano en las capas más amplias de la población de Medio Oriente y Asia.

El mundo que nos toca transitar es pródigo en conflictos armados en cuya evolución la inteligencia juega un rol clave. En tal sentido, una escasa o ineficiente información puede generar perjudiciales efectos en la conducción de las operaciones bélicas, como lo demostró el evento conocido como segunda guerra del Líbano, en referencia a la contienda que libraron Israel y la organización xiíta Hezbollah a mediados de 2006. Como se recordará, ese conflicto fue librado por los insurgentes xiítas apelando a modalidades asimétricas, frente a las cuales el aparato militar israelí, uno de los más poderosos y eficientes del mundo, exhibió notorias falencias y limitaciones.

“Tendencias globales…” identifica como un factor de riesgo a la difusión de la tecnología nuclear a nivel global

Apenas culminada la segunda guerra del Líbano el gobierno de Israel, presionado por la opinión pública, en un ejemplo de democracia inusual por aquellas latitudes nombró una comisión de investigación sobre lo ocurrido a cuyo frente designó al juez jubilado Eliahou Winograd. El resultado de la pericia, conocido como Informe Winograd, calificó al desenlace de ese conflicto como un “grave fracaso”, fruto de múltiples fallos al más alto nivel político y militar. El informe especifica que las Fuerzas Armadas de Israel fracasaron en su forma de planificar y dirigir la contienda y nunca consiguieron un resultado susceptible de ser explotado a nivel político (por ejemplo, el desmantelamiento de Hezbollah). En cuanto al gobierno, se indica que éste se involucró en la guerra sin una clara estrategia de salida y dirigió las hostilidades en forma negligente.

En relación a los atentados del 11-S y la consecuente ejecución de una guerra global al terrorismo, la comunidad de Inteligencia de EE.UU. también ha sido objeto de fuertes críticas. En este sentido, cabe recordar que hace poco más de tres años el Congreso estadounidense obligó a hacer público un informe concluido a mediados del año 2005 por la Fiscalía General, y mantenido en reserva desde ese entonces, en el cual se consignaba que los miembros de la citada comunidad no habían trabajado de manera cooperativa con anterioridad a los ataques terroristas al Pentágono y las Torres Gemelas, en lo atinente a la neutralización de la red de Al-Qaeda. Esa falencia habría sido especialmente notoria entre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Con posterioridad a esos actos, en tanto, la comunidad de inteligencia habría priorizado medidas de tipo táctico, siendo incapaz de diseñar un plan estratégico para lidiar con la organización de Osama Bin Laden.

En relación a los atentados del 11-S y la consecuente ejecución de una guerra global al terrorismo, la comunidad de Inteligencia de EE.UU. también ha sido objeto de fuertes críticas

Como corolario, la Fiscalía General identificó como principal responsable del estado de cosas descripto a Gerge Tenet, titular de la CIA y cabeza visible de la comunidad de inteligencia de la superpotencia hasta su dimisión en 2004, aduciendo motivos personales. Vale aclarar que Tenet rechazó tajantemente toda imputación, indicando que la organización a su cargo había concebido y puesto en marcha una ambiciosa iniciativa para neutralizar a Al-Qaeda que le permitió a la Casa Blanca responder rápidamente a la agresión del 11-S y extender los esfuerzos contraterroristas a casi un centenar de países.

A fines del año pasado, Al-Qaeda volvió a la primera plana de los diarios al adjudicarse la responsabilidad de un frustrado atentado contra EE.UU. Esa organización reclutó y entrenó al joven nigeriano Umar Abdulmutallab para que transportara y detonara en una aeronave de la empresa Delta que volaba a Detroit desde Ámsterdam, más de 80 gramos de PETN, un explosivo de uso militar relacionado con la nitroglicerina cuya detección por los rayos X es muy difícil. De acuerdo al plan original, se pretendía un atentado suicida en el día de Navidad.

El intento de atentado en el avión de Delta representó una severa falla de seguridad de los organismos de Inteligencia de EE.UU.

Abdulmutallab se había contactado vía Internet con Anwar Awlaki, un clérigo radical nacido en EE.UU. que vive en Yemen desde 2002, donde integra la cúpula de la red local de Al-Qaeda; su nombre se hizo tristemente notorio por haber sido el consejero espiritual del comandante Nidal Hasan, autor de una matanza perpetrada poco antes en una base militar estadounidense. Awlaki gestionó que el joven nigeriano visitara campos de entrenamiento yemeníes donde fue adiestrado en tácticas terroristas.

El intento de atentado en el avión de Delta representó una severa falla de seguridad de los organismos de Inteligencia de EE.UU. El mismo padre de Abdulmutallab había reportado a oficiales de la embajada estadounidense en Lagos la conducta sospechosa y crecientemente radicalizada de su hijo. La novedad fue cursada desde esa representación diplomática a Washington, donde fue incorporada al Terrorist Identities Datamart Environment (TIDE), una base de datos con los nombres y datos de centenares de miles de sospechosos de terrorismo, que es manejada por el Centro Nacional de Contraterrorismo. Sin embargo, el nombre del nigeriano no fue incluido en los listados de personas que requieren controles adicionales si intentan viajar por avión, o que directamente están impedidas de ingresar a EE.UU. y embarcar en aeronaves de esa nacionalidad.

Al fallido atentado de Abdulmutallab se le agregó, pocos días después, un ataque suicida perpetrado por un doble agente de nacionalidad jordana contra una estación de la CIA en Afganistán ubicada en la provincia de Khost, con un saldo de varios agentes muertos. Ni la Agencia ni su homóloga de Jordania (la GID) habían podido detectar la agresión, cuya planificación podría haber insumido meses.

Ambos episodios hicieron recrudecer las críticas sobre el sistema de inteligencia estadounidense en general, y la CIA en particular. Así, se acusó a ese organismo de haberse transformado en una institución pesada y burocrática, integrada por funcionarios que buscan una vida sin sobresaltos y, en tal sentido, muestran escasa disposición para ser desplegados en territorio hostil. También se dijo que el organismo carecía de profundos conocedores del terreno, la cultura y el idioma del enemigo, y que la interacción entre sus diferentes áreas se planteaba en términos competitivos, antes que cooperativos.

Por cierto, estas visiones eran subjetivas e inexactas, ya que lo cierto era que la CIA estaba desempeñando un papel crucial en los esfuerzos contraterroristas encarados por su gobierno; sobre todo en Afganistán, donde había complementado las tradicionales redes de agentes e informantes con unidades militarizadas dotadas de complejo armamento, entre ellos aviones no tripulados (UAVs) armados con misiles aire-tierra. Cientos de miembros y jefes intermedios de Al-Qaeda fueron apresados o abatidos por el organismo estadounidense, incluyendo a su líder local Abu al-Yazid.

El Medio “salvaje”

A pesar del estratégico papel desempeñado por la comunidad de inteligencia estadounidense en el marco del esfuerzo global contraterrorista de su gobierno, continuaron las críticas a su eficacia y efectividad, siempre en un desfavorable contexto de alta cobertura mediática. En esta zaga Dana Priest, reportera del The Washington Post, publicó los resultados de una investigación llevada adelante durante dos años según la cual el sistema de Inteligencia estadounidense se volvió virtualmente inmanejable, debido a la gran cantidad de organismos creados tras el 11-S y a la creciente complejidad de sus estructuras funcionales.

Priest indica que las ampliaciones posteriores al 11-S tornaron a ese sistema caótico y hoy nadie sabe cuánto cuesta, cuánta gente emplea, cuántos programas existen dentro de él, ni cuántas agencias hacen las mismas tareas. En este punto, citan al mismo titular del Pentágono, Robert Gates, quien indicó en una entrevista que “ha habido tanto crecimiento desde septiembre de 2001 que es realmente difícil que alguien, ya sea el Director Nacional de Inteligencia, el director de la CIA o el secretario de Defensa puedan abarcarlo”.

La operación Fenix

Si los casos mencionados en relación a Israel y EE.UU. desnudan las graves consecuencias que puede reportar una deficiente actividad de Inteligencia a la hora de lidiar contra amenazas a la seguridad protagonizadas por actores no estatales que operan de manera asimétrica, Colombia representa el ejemplo diametralmente opuesto, sobre todo a través de dos acciones realizadas en el marco del combate contra las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Esas acciones fueron la Operación Fénix, es decir el ataque militar perpetrado en marzo de 2008 contra el campamento de esa organización donde se encontraba Raúl Reyes, uno de los principales referentes; y la Operación Jaque de rescate de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y otra docena de rehenes en poder de las FARC

En forma independiente de sus aristas más controvertidas, vinculadas con la violación de la integridad territorial de otra nación, la Operación Fénix fue el fruto de una vasta y compleja operación de inteligencia. La reconstrucción de los hechos obliga a remontarse al mes de febrero del año anterior, cuando en el seno de la Policía Nacional se constituyeron siete grupos especiales que actuarían por separado y cuya misión era localizar a cada uno de los miembros del Secretariado de las FARC. Uno de esos equipos se trasladó a la selvática zona del Putumayo, lindera con Ecuador, donde solía detectarse esporádicamente a Reyes. Las pacientes labores de inteligencia desarrolladas en el lugar empezaron a dar resultados, cuando uno de los agentes encubiertos logró ganarse la confianza de un integrante del esquema de seguridad del jefe insurgente.

La Operación Fénix fue el fruto de una vasta y compleja operación de inteligencia

A lo largo del tiempo, a través de ese contacto se fue incrementando el conocimiento sobre las actividades y desplazamiento de Reyes y su estructura, hasta conocerse de antemano la inminente instalación de uno de sus campamentos del lado ecuatoriano de la frontera binacional. Por esa época los agentes colombianos también obtuvieron el número del teléfono satelital que usaba el guerrillero para sus comunicaciones, que comenzó a ser monitoreado por una agencia de inteligencia estadounidense. El desenlace de la operación es conocido: establecida con exactitud la ubicación del campamento, gracias al monitoreo telefónico, el mismo fue atacado por bombas láser arrojadas por aviones Súper Tucano de la Fuerza Aérea, tras lo cual desembarcaron en el lugar comandos helitransportados del Ejército y policiales.

La operación Jaque

La Operación Jaque fue una acción de inteligencia incluso más compleja que la anterior. El grueso de la información difundida en todo el mundo sobre estos hechos corresponde a las declaraciones de Betancourt, haciéndose énfasis en tres cuestiones: en primer lugar, que en su transcurso las Fuerzas Armadas colombianas no dispararon un solo tiro; segundo, que ella y los demás secuestrados por parte de la guerrilla habían sido subidos a un helicóptero atados de pies y manos cuando, de pronto, sintieron un golpe de fuerza y neutralizaron a los captores que se habían subido con ellos, y les dijeron “somos del Ejército, ustedes están libres”; en tercer y último término, que los militares participantes se hicieron pasar por guerrilleros y se camuflaron de manera acorde.

Con el paso del tiempo comenzó a difundirse más información. Se supo así que los antecedentes de la operación se remontaban a mayo de 2007, cuando logró fugarse un rehén del campamento de las FARC y transmitió a los oficiales de Inteligencia una gran cantidad de información sobre la ubicación de sus captores, sus capacidades y tácticas. En diciembre de ese mismo año fueron capturadas dos mujeres que oficiaban de correos de la guerrilla con pruebas de vida de los secuestrados, que dieron nuevas evidencias sobre la zona en la cual estarían ubicados. En los dos meses siguientes, el grupo guerrillero liberó a media docena de secuestrados, que incrementaron y mejoraron la información disponible, permitiendo que se ubicara al campamento donde estaban los rehenes.

Las últimas etapas de la operación se describen con claridad en el reporte oficial. El Ejército colombiano logró infiltrar a la cuadrilla de las FARC encargada de custodiar a los secuestrados. Además, se habían interceptado las comunicaciones entre esa unidad y el secretariado de la organización, y por ese medio radial se logró convencer a “César”, el insurgente responsable de los rehenes, que éstos fueran reunidos en un solo sitio desde donde serían trasladados al sur del país. El traslado, que pondría a los rehenes directamente a órdenes de Alfonso Cano, máximo jefe de las FARC, se efectuaría a través de un helicóptero de la Cruz Roja en el cual también viajaría “César”. Esa nave en realidad era del Ejército Nacional y su tripulación era personal especialmente capacitado que redujo a César y liberó a los cautivos.

Una cosa más sobre Jaque: los uniformados se inspiraron en una sofisticada acción de las propias FARC. Más concretamente, en una captura de numerosos diputados departamentales llevada a cabo en Cali hace unos años. En esa ocasión, los insurgentes se apersonaron en la sede legislativa haciéndose pasar por efectivos militares, y subieron a los diputados a un transporte de pasajeros indicándoles que su vida corría peligro y debían ser trasladados a otro lugar; en realidad, los estaban secuestrando. Más allá de la sustitución del bus por un helicóptero, el Ejército reeditó el engaño con un objetivo diametralmente opuesto al perseguido en ese momento por los guerrilleros.

El Ejército colombiano logró infiltrar a la cuadrilla de las FARC encargada de custodiar a los secuestrados

Espionaje entre gobiernos

Las desconfianzas, recelos y tensiones entre gobiernos, también es campo propicio para las acciones de inteligencia. Su manifestación es el espionaje y en esta materia tal vez el caso que mayor trascendencia generó fue el que se suscitó a fines del año pasado entre Perú y Chile. En un contexto particularmente sensible de las relaciones bilaterales, debido a un diferendo en torno a la soberanía sobre un espacio marítimo de 35 mil km2, en estudio por la Corte de La Haya, y las voluminosas adquisiciones de armamento por ambas partes, un efectivo de la Fuerza Aérea del Perú fue detenido y acusado de espiar para Chile, incurriendo en el delito de traición a la Patria. Esta situación no registraba parangón en las últimas tres décadas.

Según la perspectiva peruana, la información vendida por el espía incluía los planes de modernización de los equipos de la Fuerza Aérea; fotografías de la base aérea La Joya donde se encuentran emplazados los aviones de combate Mirage 2000 y la identificación del personal de inteligencia en comisión de servicio en la capital del vecino del sur. El affair fue tipificado como ofensivo por parte del gobierno de Alan García, quien canceló una reunión con su colega Michelle Bachelet y llamó a consultas a su embajador en Santiago. El gobierno chileno, por su parte, rechazó las acusaciones y recalcó que no espiaba a ningún otro país, ya que era muy serio en sus relaciones internacionales; consideró que no existía una investigación seria ni válida por parte de Perú; y sugirió que la polémica había sido preparada para capitalizar sus réditos en el marco de la APEC, que por ese entonces se reunía en Singapur.

Hace escasos meses se registró otra acusación de espionaje interestatal en el espacio sudamericano, protagonizada por Ecuador y Colombia. La crisis detonó a partir de una versión periodística según la cual el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), principal organismo de inteligencia colombiano, habría llevado a cabo actividades de espionaje a altos círculos del gobierno ecuatoriano, incluido al mismo presidente Rafael Correa. La operación de espionaje llamada “Salomón” habría sido llevada a cabo mediante equipos móviles instalados en Quito, luego del abrupto deterioro de la relación bilateral en marzo del 2008, tras el bombardeo al campamento de las FARC donde cayó abatido Raúl Reyes.

El presidente Correa anticipó que el restablecimiento de las relaciones con Colombia se subordinaba a la veracidad de los rumores, ordenando a las áreas estatales de seguridad e inteligencia, así como a la Fiscalía General, la realización de profundas investigaciones. Por su parte, el gobierno de Colombia rechazó categóricamente la posibilidad de que el DAS haya espiado a las personalidades ecuatorianas, indicando que podía tratarse de acciones aisladas de ex agentes del Departamento con objetivos económicos, o que era una maniobra que intentaba confundir a la opinión pública de los dos países, con el fin de enturbiar el camino de mejoramiento de las relaciones bipartitas. Afortunadamente la crisis desescaló a partir de la aceptación ecuatoriana de las aclaraciones efectuadas por la contraparte.

Para terminar, conviene recordar que el control de la propia información sensitiva no se pierde sólo a través del espionaje, sino también a causa de filtraciones. Y en este sentido, en tiempos recientes el caso que mayor trascendencia internacional ha tenido se identifica a partir de dos nombres propios: Wikileaks y Bradley Manning. Wikileaks es una ONG enfocada en hacer pública y diseminar información que los gobiernos consideran secreta, por su naturaleza sensible. Se estructura en un núcleo de menos de una docena de voluntarios a tiempo completo, a los que se suman una importante red de aproximadamente un millar de expertos en áreas específicas (criptología, análisis de sistemas, periodismo) a los que recurren en situaciones puntuales.

Manning, por su parte, era un analista de Inteligencia del Ejército estadounidense destinado en Irak, quien extrajo de archivos oficiales cerca de 260 mil documentos clasificados y los envió a Wikileaks. Ésta deliberadamente filtró a tres de los más importantes medios masivos de comunicación del globo (The New York Times; el británico The Guardian y Der Spiegel, de Alemania) los contenidos de algunos de esos reportes, correspondientes al sexenio completo 2004-2009 y referidos al conflicto de Afganistán y sus diferentes pormenores.

La actitud de Wikileaks ha derivado en un verdadero escándalo internacional, debido al contenido de los reportes que se difundieron. La propia Casa Blanca contribuyó a esa repercusión del caso, condenando en forma tajante el suceso a través de su Consejero de Seguridad Nacional, general James Jones, quien indicó en una conferencia de prensa que las filtraciones ponían en peligro las vidas de los soldados estadounidenses y sus aliados en ese teatro de operaciones asiático. Como contestación, en el sitio web de la ONG se pudo leer la siguiente declaración: “Creemos que la transparencia en las actividades gubernamentales lleva a una reducción de la corrupción, un mejor gobierno y democracias más sólidas (…) Todos los gobiernos pueden beneficiarse de un mayor escrutinio por parte de la comunidad internacional, así como de su propio pueblo. Creemos que ese escrutinio requiere información”.

Wikileaks es una ONG enfocada en hacer pública y diseminar información que los gobiernos consideran secreta. Entre las más controvertidas informaciones que cobraron estado público, se incluye la actitud ambivalente del régimen de Islamabad en la guerra contra el terrorismo declarada por George Bush

Entre las más controvertidas informaciones que cobraron estado público, se incluye la actitud ambivalente del régimen de Islamabad en la guerra contra el terrorismo declarada por George Bush (h): mientras recibe cientos de millones de dólares de EE.UU. debido a su ayuda en esa materia, sus organismos de seguridad e Inteligencia ayudan permanentemente a los talibán y a células de Al Qaeda en suelo afgano. También existen referencias a la gran cantidad de civiles afganos abatidos por error por efectivos militares de EE.UU., en la mayor parte de los casos a través de ataques aéreos o la apertura de fuego contra conductores desarmados o motociclistas por parte de soldados determinados a protegerse de terroristas suicidas.

Wikileaks también filtró la existencia de una Task Force 373, unidad secreta de fuerzas especiales del Ejército y la Armada de EE.UU. abocada a ubicar a los líderes taliban para eliminarlos o capturarlos. Sobre las misiones de esta unidad, suspendidas en la administración Obama, se indica que la configuración de su lista de “blancos” fue extremadamente arbitraria e incluyó personas sugeridas por recomendación de gobiernos locales u otras autoridades, aunque sin el correspondiente respaldo; estas conductas habrían generado fuertes reacciones de resentimiento en la población afgana.

A modo de conclusión, lejos de lo que sostienen aquellos que asocian las actividades de inteligencia en el tablero internacional a los tormentosos días del conflicto Este-Oeste, esas acciones se encuentran a la orden del día, sobre todo en el plano de la Seguridad Internacional, donde se registran altos niveles de conflictividad. Nada sugiere que esa presencia vaya a disminuir. En todo caso, acontecerá exactamente lo contrario.