Tsai obtuvo algo más del 56% de los votos, frente al candidato oficialista Chu Li-luan del Partido Nacionalista (Kuomintang – KMT), que logró alrededor del 32% de las preferencias ciudadanas.

El PDP regresó al poder luego de su primera experiencia entre los años 2000 y 2008, y además logró que por primera vez una mujer alcance la primera magistratura. El nuevo oficialismo consiguió también la mayoría absoluta en el Congreso, al obtener 67 de sus 113 bancas (el KMT sólo accedió a 36 escaños).

Tsai es una profesora universitaria de 59 años de edad, cuya formación incluye posgrado en la universidad de Londres. En su primera aparición pública, la presidenta electa expresó que su administración sostendrá una política hacia China “predecible y estable”, sin rechazar los acuerdos alcanzados hasta la fecha, a la vez que defenderá la soberanía de Taiwán frente a China.

Cabe recordar que son dos las entidades políticas que constituyen la nación china: en el continente se encuentra la República Popular China y, del otro lado del Estrecho de Taiwán -en la isla de Formosa-, la “República de China en Taiwán”. Desde que concluyó la guerra civil china en 1949 (de la cual resultó la división entre una “China Comunista” y una “China Nacionalista”), las autoridades de Beijing consideran al territorio que gobernará Tsai Ing-wen “la provincia de Taiwán”. Sin embargo, los hechos demuestran el status de entidad política autónoma de la isla desde 1949, existiendo incluso autores que remontan la separación de China a 1895, año en que Japón se la arrebató a la dinastía Qing.

Asimismo, Tsai declaró que la victoria del PDP consolida la democracia en Taiwán, que su labor estará más cercana al pueblo y prometió una seria reforma interna. Cabe recordar que su campaña se centró en la situación económica, dado que en los últimos años las grandes compañías obtuvieron fuertes beneficios (muchas de ellas gracias a inversiones en China continental), lo cual no se tradujo en mejora del nivel de vida de la población. Esta circunstancia generó considerable descontento, en especial entre los jóvenes.

Taiwán es un actor económico destacado del Asia Pacífico: su PBI se encuentra entre los primeros 25 a nivel mundial, a pesar de que su territorio equivale a la mitad del de nuestra provincia de Formosa. El crecimiento alcanzado coloca a Taiwán en un lugar relevante de la cadena mundial de productos de alta tecnología, inversión en conocimiento y logística.

Al momento, el tema que suscita mayor interés en los medios periodísticos y académicos es la evolución del lazo Beijing-Taipei, ya que el PDP se ha caracterizado por bregar por la ampliación del espacio internacional de Taiwán y la autonomía en la labor gubernamental. Por ejemplo, el programa electoral del PDP rechaza el llamado “Consenso de 1992” alcanzado entre las dirigencias del PC de China y el KMT, según el cual “hay una sola China, pero cada parte tiene su propia interpretación”. Ante el triunfo de Tsai, los medios periodísticos del otro lado del Estrecho dijeron que Taiwán debe abandonar sus “alucinaciones” de independencia, ya que abogar por la secesión acabaría en “desastre”.

En el corto plazo, Beijing adoptaría una postura de “wait and see” de las iniciativas que adopte la presidente electa, a la luz de la necesidad de mantener el equilibrio entre un interés y una estrategia que parecen discordantes

-asegurar la estabilidad interna (la proclamación de independencia en Taiwán podría alentar movimientos separatistas en Tibet o Xinjiang) y,

-no afectar la imagen de “hegemón benévolo” que construye la diplomacia china (destinada a socavar la percepción de que la República Popular es un desafiante del statu quo internacional).

Sin embargo, quizás algunas consecuencias destacables de estos comicios se encuentren fuera de Taiwán. Para la República Popular China, esta experiencia puede servir para adecuar la campaña a favor del “gobierno basado en la ley” que lleva a cabo el presidente Xi Jinping desde 2013: sin el otorgamiento de derechos políticos a la ciudadanía, la construcción de un estado de derecho socialista resultará insuficiente.

En la Argentina, la consolidación de la democracia taiwanesa puede también llevarnos a una reflexión: la plena vigencia del estado de derecho liberal en Taiwán, entidad política con la cual la costumbre internacional admite desarrollar lazos económicos y culturales, no puede ser soslayado por nuestras autoridades.

Aunque no haya dudas sobre el significado de que la Argentina tenga lazos oficiales con la República Popular China, nuestra dirigencia no debe temer la promoción de vínculos económicos y culturales con Taiwán. Así se dejará atrás el desliz cometido durante la última década y media, en la cual la profundización de las relaciones políticas, económicas, culturales y militares entre China y nuestro país, generó el retroceso del contacto con Taiwán.