NUEVAS FORMAS DE HACER POLÍTICA LA PUBLICIDAD PROTAGONISTA Y LA POLÍTICA ESPECTADORA

La política se vale de diferentes herramientas para lograr sus objetivos. Entre ellas, podemos encontrar una de las últimas adquisiciones mágicas: el marketing. Una herramienta conocida, a priori, para vender. En política esa venta, se traduce a un candidato y/o un partido político.

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Uno puede elegir un candidato por múltiples y variadas razones pero es innegable que el impacto de las campañas influye en el voto del electorado. Cuando una campaña es más simpática, alegre y menos política tiene mejores resultados en la opinión pública (palabra predilecta de la comunicación política). Los apasionados del marketing y la comunicación consideran que para que un mensaje pueda ser escuchado, aceptado y asimilado por la mayoría no debe ser “aburrido”; que para poder tener una llegada masiva debe ser más complaciente. El mundo donde una foto con la familia y una agradable sonrisa son la fórmula perfecta.

No vamos a cuestionar los métodos del marketing o la publicidad pero si los métodos que la política utiliza, no únicamente para la captación de votos en épocas electorales, sino como herramientas para el accionar cotidiano.

El problema es sencillo: transmitir un mensaje político tal como el marketing nos sugiere, puede llevar a un candidato a un buen resultado, pero ese triunfo no es necesariamente político sino publicitario.

¿Nos olvidamos que para el acceso al mundo de la publicidad y el marketing político hace falta poder? ¿Nos olvidamos que, en el mundo, los medios son muchos y los dueños pocos? Detrás de todo ese circo publicitario lo más importante, lo que debería conducir nuestro voto e interés, es la política que decida o no llevar a cabo ese candidato o partido. Porque la campaña puede ser una fiesta pero los votos son para elegir a los representantes del pueblo.

Entonces tenemos un gran problema que resolver: ¿cómo devolverle el contenido a la política?

En lo particular, la economía, la medicina, el cine y el diseño me resultan ajenos. Los desconozco, no los comprendo y no podría opinar mucho al respecto porque no lo sé o creo que no puedo saber. El hecho es que, todas aquellas cosas influyen en mi vida constantemente aunque no pueda o quiera verlo porque excede “mi mundo”. Cobro un sueldo; pago cuentas; voy al médico; compro y selecciono objetos de mi interés; consumo películas y televisión, entonces ¿hasta qué punto estoy exenta de todos esos aspectos que considero estarlo?

Con la política pasa algo similar pero de modo más abarcativo ¡influye en todo. Los gobiernos toman medidas que influyen constantemente en nosotros. Pero no lo voy a poner en términos “aburridos” sino en términos “reales” como en el kilo de azúcar; el litro de leche; el kilo de pan; la escuela; la universidad; nuestros trabajos; la industria cinematográfica; los destinos de nuestras vacaciones; los hospitales; las personas desaparecidas que buscamos (y encontramos); las jubilaciones que cobran nuestros abuelos; el futbol que vemos todos; los bancos de los que tomamos préstamos; los cereales y verduras que consumimos; los artefactos eléctricos que compramos; el transporte que necesitamos para llegar a todos lados; los bienes como el agua, luz y gas tan indispensables para vivir y otras tantas cosas más.

¿Acaso alguien se considera exento de todo ello? Claramente, no. El desconocimiento nos da, muchas veces, cierto grado de inseguridad. Mejor no arriesgar a hablar por boca de ganso u opinar sobre algo que no sabemos a ciencia cierta. O aún peor, no preguntar ciertas cosas para no quedar como un ignorante ni exponer nuestra opinión para no confrontar. Y mientras nos meten esas ideas en la cabeza, no sólo se pierde el debate, la crítica, la construcción y las ideas productivas, sino que va ganando terreno lo superficial, (la publicidad de la sonrisa por sobre las ideas). Va ganando territorio el silencio y perdiendo la palabra. Empiezan a ganar y perder candidatos pero no ganan ni pierden ideas.

Y al fin de cuentas ¿qué necesitamos: un país de publicidad o el país de las ideas?