A pesar del reciente alto el fuego, en muchos pueblos del este de Ucrania los bombardeos continúan. Después de casi tres años de conflicto, la población civil sigue soportando el peso de la constante violencia, con más de 1,7 millones de personas[1] forzadas a abandonar sus hogares.

Nuestra psicóloga Elena Pilaeva explica en esta entrevista los efectos de este prolongado conflicto en la salud mental de la población:

¿Cómo está afectando la guerra a la vida de las personas?
El conflicto ha separado a comunidades y familias enteras, algo muy visible en lugares a los que vamos todos los días. La mayoría de nuestros pacientes son ancianas, a menudo viudas cuyos hijos y nietos han huido en busca de un lugar más seguro para vivir o trabajar. Hay personas que se han quedado atrás y que siguen residiendo en sus aldeas cerca de la línea de frente. Viven con el miedo a los bombardeos y a perder los servicios básicos, incluida laatención médica. Otras han llegado aquí huyendo de sus localidades de origen y ahora tienen que hacerse a un nuevo entorno, empezar desde cero.

En muchos casos, las personas que decidieron quedarse perdieron sus empleos. Trabajaban en escuelas, supermercados o guarderías que cerraron por culpa del conflicto. ¿Cómo puede funcionar un colegio cuando las bombas caen cerca? Con apenas 40 ó 50 años, muchas personas se han visto obligadas a jubilarse. En el este de Ucrania hay una ética de trabajo muy arraigada; esta repentina inactividad les perturba.

¿Tiene el conflicto un impacto específico en las mujeres?
En la sociedad ucraniana, las mujeres trabajan duro y, al mismo tiempo, tienen un papel central en la familia: cuidan de los niños, se hacen cargo de la casa y fortalecen los lazos familiares. Todo ello les deja poco o ningún tiempo para cuidar de sí mismas. La familia juega un papel esencial, es uno los ámbitos donde una mujer puede encontrar apoyo.

Sin embargo, cuando sus hijos han huido y, de repente, se quedan sin empleo, todo su universo se desmorona. Además, en algunos casos el conflicto ha generado un aumento del consumo de alcohol, sobre todo entre los hombres. Como consecuencia, la presión sobre las mujeres aumenta y es habitual que tengan que asumir el papel de su esposo para atender a las necesidades de la familia.

Una parte importante de nuestro apoyo en salud mental se hace mediante la puesta en común de métodos con los que las personas pueden tratar de responder a sus propias necesidades. Esto es particularmente importante en una situación tan inestable e insegura como la actual: si bien no es posible cambiar la realidad del conflicto, hay cambios que las mujeres pueden adoptar en favor de su salud física y mental.

¿Cuáles son los principales síntomas que está viendo entre los pacientes de salud mental?
El principal problema que seguimos viendo está relacionado con el estrés, ya sea agudo o crónico. Casi la mitad de los pacientes sufren síntomas de ansiedad. Por supuesto, esto está directamente relacionado con el conflicto: la gente ha perdido parientes o amigos debido a la guerra y muchos tuvieron que huir porque su casa resultó dañada. La gente vive con el temor diario a los bombardeos, un miedo que afecta tanto a su salud mental como física.

¿Cómo asistís a las personas desplazadas y a la población que vive cerca de la línea de frente?
A través de nuestras clínicas móviles, ofrecemos consultas individuales de salud mental. En este ámbito, también llevamos a cabo actividades de sensibilización que informan acerca de los síntomas propios del estrés y de la ansiedad, y de cómo lidiar con ellos en el día a día.

Además, en Mariúpol, en el sureste del país, hemos empezado a realizar sesiones de apoyo grupal para la población mayor. Estos grupos incluyen tanto a personas originarias de la zona como a desplazados que han buscado refugio en la ciudad. El hecho de contar con ambos grupos, desplazados y comunidades de acogida, facilita la integración en un nuevo entorno y crea un espacio de intercambio de sentimientos relacionados con el conflicto. Nuestro objetivo es proporcionarles mecanismos para que afronten sus emociones. Que tengan un efecto positivo en su salud física y psicológica.

¿Acudir a la clínica móvil ayuda también al intercambio y a romper el aislamiento?
De hecho, venir a la clínica móvil es una oportunidad para los pacientes, supone un primer paso para romper el aislamiento. Muchas personas ancianas con enfermedades crónicas acuden a ver a nuestro personal sanitario para pasar reconocimiento médico y recibir su tratamiento. Mientras esperan en la consulta médica, hablan entre ellos. Este momento cotidiano es, en realidad, una oportunidad para apoyarse, escucharse unos a otros, y compartir sentimientos sobre experiencias similares. Es una manera de que entiendan que no están solos, que no son los únicos que experimentan emociones dolorosas vinculadas con el conflicto.

En las últimas semanas hemos visto un aumento de la violencia. Durante el día, el alto al fuego no se respeta. ¿Cómo afecta esta realidad a vuestro trabajo?
En los lugares en los que ha habido un aumento de los bombardeos, presenciamos una asistencia mayor a las sesiones de apoyo. Las casas resultan dañadas, la población civil todavía tiene que esconderse en sus sótanos, y las familias siguen dejando todo atrás para desplazarse a lugares más seguros. Están asustados y cansados.

Tras casi tres años de violencia, ¿cuál es el impacto en la población?
La vida en las localidades más aisladas es dura. Cuando comenzó el conflicto, mucha gente ya había experimentado una vida difícil y sabía cómo afrontar algunas situaciones. Sin embargo, no es lo mismo hacer frente a un entorno tan inestable durante tanto tiempo. En las últimas semanas, he visto familias que ya no pueden resistir la situación. Hay personas que han dormido en el sótano durante más de dos años. Ahora, con la persistencia de los bombardeos, necesitan apoyo para superar lo que se ha convertido en una nueva realidad.

La gente está cansada del conflicto. A menudo me preguntan: ‘¿Cuándo va a terminar esto?’. Su energía para enfrentar esta situación nace de la esperanza, de la ilusión por volver a una vida pacífica. Pero tras sufrir incertidumbre e inseguridad durante tanto tiempo, solo les quedan unas últimas gotas de energía.

[1] Ministerio de Política Social de Ucrania; Organización Internacional para las Migraciones; mayo de 2016