“La música nos salvará”. Quien haya pintado la frase en la pared de aquella esquina tal vez buscó citar la letra de una canción de Charly García. La música nos salvará… exagerada o no, su contundencia hace pensar; es una declaración apasionada, casi tanto como la buena música.
En otro artículo comenté que la música es contenido y, a la vez, vehículo de otros contenidos. Ya desde tiempos remotos, la música ha transmitido relatos de toda clase, y muchos autores han logrado conmover con una exquisita amalgama de sonidos y palabras que impactan, emocionan y elevan a las personas. Pero también encontramos lo malo: compositores que no hacen un uso inteligente, sensible y artístico de la lírica en sus obras musicales. Desde luego, a nadie le sorprende ver que tanto los insolentes como los ignorantes se animen a abordar el proceso creador careciendo de las dotes necesarias, un descaro común en esta y en otras disciplinas. Estamos acostumbrados. Pero lo que realmente indigna es que muchos músicos con capacidades suficientemente demostradas se dediquen a difundir chapuzas espeluznantes; el motivo es, obviamente, solo comercial. Las exigencias del mercado han llevado a muchos músicos hacia la desnaturalización de su obra. No cabe duda de que el artista profesional necesita vivir de su producción; el problema ocurre cuando el mercado impone y dicta sus condiciones.
Igualmente indignante es ver que buena parte de la sociedad internacional se dedique a consumir bazofias con avidez. Tal demanda solo afianza la banalización del arte. Si una obra musical me cuenta una historia o usa de algún modo la palabra, quiero que sea con valor, que me transmita algo, que me conmueva o me haga pensar. La música que escucho es instrumental.
En los últimos tiempos, la Argentina viene recibiendo la visita de una tremenda cantidad de músicos representantes de un amplio abanico de estilos: Pearl Jam, Café Tacuba, Avantasia, John Mayer, Moonchild, Paramore, Crystal Castles, Iron Maiden, Roger Waters, Black Sabbath, Paco de Lucía, Aerosmith, Al Di Meola, The Cure, Madonna, Red Hot Chili Peppers, Megadeth, Ringo Starr… y la lista sigue. Nosotros, los del público, tenemos la capacidad y la oportunidad de reconocer al artista que sigue siendo auténtico con su obra y con su audiencia. Podremos compartir los gustos musicales o no, eso queda fuera de discusión.
En 2013 traté de aprovechar algo de este flujo de artistas. Ya el año pasado me había perdido a la extravagante islandesa Björk cuando canceló por problemas de salud. Este año me apuré para no dejar pasar a dos de mis bandas favoritas: Jethro Tull y Yes. Ellos, y otros como King Crimson, Genesis y Emerson Lake & Palmer, brillaron en una época en la solían trabajar sobre álbumes conceptuales. Con aciertos y errores, aquellos músicos sentían que tenían algo para decir más allá de los problemas con las productoras discográficas y con los resultados comerciales. Un disco de vinilo podía llegar a contener una sola canción que comenzaba en el lado A y continuaba por el lado B sin interrupción, o varias canciones que giraban en torno a un único tema. Por ejemplo, fue un gran placer ver que en su fabuloso concierto de este año en Buenos Aires, Jethro Tull tocara completos los más de 40 minutos de Thick As a Brick; la obra sonó como aquel emblemático álbum con forma de periódico lanzado en 1972. De inmediato presentaron una moderna continuación (ejecutada luego de un intervalo de 40 años…), una segunda parte que representa una renovada apuesta a los trabajos conceptuales.
Esta clase de obras no han estado ausentes en la Argentina, donde muchas bandas y músicos trabajan en componer con gran sentido artístico. Próximamente aparecerá un trabajo de este tipo, el álbum titulado Golazo, de la banda de rock Viejo Smoking (ver en este número la nota titulada “Viejo Smoking: pasión y contenido”). Muchos sienten que tienen cosas para decir; nosotros, como público, deseamos que las digan.
Alguna vez cité a Shakespeare, cuando puso en boca de un personaje de El Mercader de Venecia una reflexión sobre “el hombre que no tiene música en sí, ni se emociona con la armonía de dulces sonidos”. Los seres humanos necesitamos el arte en nuestras vidas. Agradecemos que, lejos de paralizarse, los músicos que mantienen despierta la capacidad creadora sigan produciendo obras y shows de calidad, sigan componiendo música que habla, música que salva.