La agenda del terrorismo: la vigencia de Al-Qaeda

EL SISTEMA INTERNACIONAL COMIENZA A ENCAMINARSE LENTAMENTE HACIA EL DÉCIMO ANIVERSARIO DE LOS ATENTADOS PERPETRADOS EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001 CONTRA LAS TORRES GEMELAS Y EL PENTÁGONO, EN NUEVA YORK Y WASHINGTON RESPECTIVAMENTE. DETRÁS DE ESOS LUCTUOSOS ACONTECIMIENTOS, MUNDIALMENTE CONOCIDOS COMO “11S”, APARECE LA ORGANIZACIÓN EXTREMISTA ISLÁMICA AL QAEDA, JERARQUIZADA COMO LA MÁS IMPORTANTE AMENAZA A LA SEGURIDAD DEL TABLERO GLOBAL DURANTE LA PRIMERA DÉCADA DEL PRESENTE SIGLO.

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Cuál es la situación actual de esa agrupación, liderada por el mítico saudí Osama Bin Laden? ¿Se encuentra desactivada o en proceso de retirada, con sus jerarcas enfocados en escapar de las estrategias contraterroristas ejecutadas por la Casa Blanca y sus aliados? ¿O por el contrario permanece activa, aunque mermada respecto a años anteriores, estando vigentes sus objetivos históricos? La realidad está más cerca del segundo de estos postulados: desalojada y derrotada parcialmente en algunos bastiones, Al Qaeda se despliega hacia nuevos espacios, mientras prosigue su lucha contra un heterogéneo conjunto de enemigos.

Fuera de dudas, EEUU ocupa el espacio principal dentro de la constelación de enemigos de Al Qaeda. Sin embargo, de acuerdo a una evaluación publicada a fines del año pasado por el Centro de Combate al Terrorismo (CTC), la mayoría de los ataques de este grupo, y los más mortíferos, ocurren en países con población musulmana como Afganistán, Irak o Pakistán. Este think tank, ubicado en la Academia Militar de West Point, consignó además que sus actos terroristas son cada vez más violentos e indiscriminados1.

Irak ha sido el teatro de operaciones donde Al Qaeda sufrió los peores reveses en los últimos años. En Afganistán las cosas no parecen ir mucho mejor, como tampoco en Arabia Saudita. Pero por otro lado, se ha incrementado y agravado su presencia en Somalia, Yemen y el litoral atlántico subsahariano. Considerando todos estos lugares, se observa que en cada uno de ellos la organización adopta diferentes formatos, desde la apertura de verdaderas filiales a la suscripción de alianzas o asociaciones con entidades locales2.

Tanto eclecticismo no afecta en modo alguno la solidez del discurso de Al Qaeda, que en un plano general no enfatiza en considerandos territoriales ni en reclamos específicos de sus diferentes fracciones. Más aún, al reconocer el liderazgo de Bin Laden estas fracciones se transforman automáticamente en blancos del esfuerzo antiterrorista de EEUU, cuyos embates no hacen otra cosa que fortalecer el alineamiento tras el mencionado jefe terrorista3.

EN BUSCA DE SANTUARIOS MÁS SEGUROS

Aunque la llamada “guerra contra el terrorismo” declarada por George Bush tras los atentados del 11S no reconocía limitaciones de orden geográfico, pudiéndose proyectar a cualquier rincón del globo, sus mayores esfuerzos se orientaron a Afganistán e Irak.

En el primero de estos países la desarticulación de Al Qaeda demandaba el logro de dos objetivos: por un lado, la destrucción de sus campamentos y la captura o muerte de sus jefes locales, incluyendo al propio Bin Laden, quien estaría oculto en la zona montañosa lindera con Pakistán; por otra parte, la derrota de sus tradicionales apoyos, los talibán. Estas fueron las metas que persiguieron las tropas de EEUU y sus aliados, obteniéndose los mejores resultados bajo el liderazgo del general Stanley Mc Chrystal, relevado de su puesto de comando a fines del pasado mes de junio tras emitir lesivas declaraciones sobre sus superiores jerárquicos4.

Ese combate ha sido arduo y por momentos frustrante, pues en numerosas ocasiones los talibán volvieron a fortalecerse en importantes sectores del país. Bin Laden no fue ubicado y el gobierno estadounidense carece de información precisa sobre su ubicación, según confirmó a mediados de año en declaraciones a la prensa León Panetta, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Este organismo multiplicó el número de sus agentes en suelo afgano y los desplazó desde oficinas urbanas a bases desperdigadas por el sur y este del país5. Al mismo tiempo alteró su fisonomía hasta convertirse en una suerte de fuerza militarizada dotada de armamento propio de Fuerzas Armadas; entre estos ingenios bélicos se destacan aviones no tripulados (UAVs) armados con misiles aire-tierra.

Producto de esa y otras iniciativas, la organización terrorista sufrió la pérdida de cientos de miembros y jefes intermedios, incluyendo a su máximo líder militar local: el egipcio Abu al-Yazid (también conocido como Said al-Masri), quien estuvo implicado en los asesinatos del presidente egipcio Anwar al-Sadat en 1981, y de la dirigente opositora paquistaní Benazir Bhutto en diciembre de 2007.

En Irak, Al Qaeda se plasma en una alianza de grupos sunnitas que desde el año 2005 adopta el nombre de Estado Islámico de Irak. Sus acciones se orientan al hostigamiento a las tropas estadounidenses y al boicoteo del proceso de estabilización política auspiciado por esa potencia, aunque subsidiariamente debe lidiar con los grupos chiitas auspiciados por Irán.

Casi desde su constitución, esta organización sufrió importantes bajas, que ayudan a explicar la abrupta caída de los niveles de violencia en el país tras las feroces oleadas de enfrentamientos sectarios, que registraron sus momentos álgidos en el bienio 2006-2007. Entre esas pérdidas se destacan la del propio líder de la organización, Abu Omar al-Bagdadi, abatido el pasado 18 de abril en una operación conjunta entre tropas locales y estadounidenses. Junto a este jerarca, apodado “Príncipe de los Fieles”, cayó el máximo jefe militar Abu Ayub al-Masri, sucesor en ese puesto del jordano Abu Musab al-Zarqawi, muerto en un ataque aéreo estadounidense en junio del 20066.

Frente a los complicados panoramas de Irak y Afganistán, Al Qaeda ha optado por priorizar su presencia en África, consolidando nuevos bastiones y trasladando hacia allí buena parte de su infraestructura. Uno de esos lugares es Yemen, tierra de origen de la familia Bin Laden, donde la organización siempre ha estado presente, aún antes de consumados los atentados del 11S. Cabe recordar en este sentido el ataque que perpetró en octubre del 2000 contra el crucero misilístico USS Cole, surto en el puerto de Adén, empleando una lancha-bomba tan rudimentaria como efectiva.

La filial local del grupo se denomina Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), está liderada por Nasser al-Wuhaishi y exhibe un despliegue particularmente intenso en varias provincias donde ha montado bases de entrenamiento y puestos de comando; desde allí planificó una gran cantidad de atentados contra representaciones diplomáticas, instalaciones petroleras y turistas extranjeros. Hace poco AQPA lanzó una publicación en inglés denominada Inspire, difundida por Internet en formato PDF. En su primer número esta revista incluye notas de Osama Bin Laden, su lugarteniente egipcio Ayman al-Zawahiri y Anwar al-Awlaki, un clérigo radical que vive en Yemen desde el año 2002, considerado un gran reclutador de la organización y blanco de una intensa búsqueda por parte de las agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses.

Un testimonio de la preocupación que genera en Washington el estado de cosas que se registra en Yemen fue proporcionado el año pasado por el senador y ex candidato a la vicepresidencia Joe Liberman, tras visitar la nación arábiga. Dijo en esa ocasión: “Funcionarios de nuestra embajada allá fueron claros. Si Irak fue la guerra del pasado, y Afganistán la de hoy, Yemen, si no actuamos ya, será la guerra de mañana”.

El gobierno yemení no ha permanecido inerme frente a AQPA y ha llevado numerosas operaciones militares contra sus miembros, propinándoles severos golpes. Un ejemplo se observó en Navidad del año pasado, cuando sendos ataques aéreos generaron la muerte de más de treinta adherentes al grupo; una semana más tarde, mientras los líderes de esa organización se reunían para debatir represalias contra objetivos de las Fuerzas Armadas, una segunda acción ofensiva desde el aire repitió la cifra de víctimas del embate anterior. A pesar de esos importantes reveses, la filial de Al Qaeda ha mantenido su capacidad operativa y a mediados de este año efectuó una acción sin precedentes: un ataque contra la sede de los servicios secretos en la ciudad de Adén, en un intento de liberar a varios presos.

Somalia aparece en los mapas del terrorismo global como otro de los destinos hacia donde se han reorientados los esfuerzos de Al Qaeda. En esta nación del Cuerno de África se registran actividades de seguidores de esa red desde hace por lo menos un lustro, aunque en los últimos años las evaluaciones se concentraron en el grupo Al Shabab, que contaría entre sus filas a jóvenes estadounidenses y británicos susceptibles de ser empleados para cometer ataques en sus países de origen. En julio de 2010, Al Shabab hizo estallar dos explosivos en otros tantos restaurantes de Kampala, capital de Uganda, donde los clientes seguían la final del Campeonato Mundial de Futbol de Sudáfrica. La acción constituyó una represalia al gobierno local y produjo 70 muertos y otros tantos heridos7.

Como se anticipó al comienzo de este informe, el sector atlántico septentrional del África Subsahariana no escapa al interés de la red que dirige Bin Laden. En esa región, el grupo se presenta como Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), liderado por Abu Musab Abdul Wadud, y extiende sus actividades por varios países, entre ellos Malí, Mauritania y Níger. Los gobiernos locales realizan continuos intentos para neutralizar a la organización, aunque su escasez de recursos conspira contra esa meta.

Debido a que AQMI acostumbra secuestrar empresarios y funcionarios extranjeros con fines extorsivos, el gobierno de Francia colabora militarmente con los ejércitos locales, en acciones antiterroristas. La represalia a tal apoyo ha sido, en julio de este año, la ejecución de un ingeniero galo que habían mantenido en cautiverio durante meses. Fue la segunda vez que AQMI ejecutó a uno de sus rehenes, después de hacer lo mismo en junio del año pasado con un ciudadano británico, cuando Londres rechazó negociar con los terroristas.

ESTADOS UNIDOS, EL ENEMIGO DE SIEMPRE

Las modificaciones observadas en el despliegue global de Al Qaeda no han afectado sus tradicionales posiciones de hostilidad respecto a EEUU Más aún, esas posturas se profundizaron a la luz de los innumerables choques que ambas partes protagonizaron en todos los rincones del planeta, a lo largo del último decenio. La virulencia de este enfrentamiento ha llevado a voceros del gobierno estadounidense a asegurar en más de una oportunidad que el grupo terrorista pretende emplear agentes químicos, biológicos o nucleares en un ataque contra ese país.

Respecto a esa estimación, en el marco de la conferencia “Iniciativa global para combatir el terrorismo nuclear” celebrada en el año 20078, el entonces director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), Robert Mueller, advirtió que ese peligro era real y en ese contexto Al Qaeda asomaba como el oponente más latente. Hace apenas un par de meses esa lectura fue ratificada por John Brennan, asesor sobre contraterrorismo del presidente Barack Obama, quien indicó que la organización de Bin Laden continuaba empeñada en obtener plutonio o uranio enriquecido para cometer un atentado terrorista nuclear, de dimensiones masivas; incluso agregó que en el marco de esa búsqueda el grupo había sido estafado en reiteradas oportunidades, por organizaciones criminales transnacionales.

En los últimos tiempos tomaron estado público tres intentos terroristas contra blancos estadounidenses tras los cuales se encuentra alguna organización vinculada con la red de Bin Laden. El primero de esos episodios tuvo lugar en septiembre del año pasado, cuando fueron frustrados los planes del ciudadano afgano Najibullah Zazi para cometer un atentado en el subterráneo de la ciudad de Nueva York, donde vivía. Zazi viajó en 2008 a Pakistán para enrolarse en los talibán y combatir contra los soldados de EEUU; sin embargo, allí se vinculó con Al Qaeda, que lo instruyó en la fabricación de explosivos. De nuevo en la Gran Manzana, comenzó a planear junto con dos connacionales un acto terrorista de magnitud y adquirieron productos químicos útiles para esa finalidad, pero fueron detenidos.

Tres meses después, en la víspera de Navidad fracasó otro importante atentado planeado por Al Qaeda contra los EEUU, cuyas agencias de inteligencia exhibieron notorias falencias9. La organización había reclutado y entrenado al joven nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab para que transportara y detonara en una aeronave de la empresa Delta que volaba desde Amsterdam a Detroit más de 80 gramos del explosivo PETN10. La misma substancia con la que Richard Reid, conocido como “el terrorista del zapato”, había intentado destruir a fines del año 2001 un avión de American Airlines que volaba de París a Miami.

Abdulmutallab se había contactado vía Internet con el clérigo Anwar al-Awlaki que, como se dijo en un párrafo anterior, integra el AQPA. Este imán efectuó gestiones para que recibiera entrenamiento terrorista en campamentos de la organización al norte de la capital yemení. Allí también se fabricó el artefacto explosivo que debía derribar al avión de Delta, consistente en dos paquetes cosidos a la ropa interior del joven nigeriano con el fin de que estuviesen cerca de sus testículos, dificultando su detección. Por esa causa el joven sufrió quemaduras de segundo grado en sus genitales.

Más cerca en el tiempo, a principios del mes de mayo un graduado universitario de origen paquistaní llamado Faisal Shahzad intentó detonar un automóvil con una poderosa bomba casera en pleno centro neoyorquino11. Shahzad había sido adiestrado en materia de explosivos por el grupo Tehrik-i-Talibán (TTP), vinculado a la red de Al Qaeda, en un campamento ubicado en la región paquistaní de Waziristán, limítrofe con Afganistán. Además ese grupo financió la compra de los explosivos y el automóvil necesarios para la realización del atentado. Tras fracasar en su intento, el terrorista embarcó en un avión en esa ciudad con destino a Dubai pero fue apresado antes de abandonar el país.

LOS MIEMBROS ESTADOUNIDENSES DE AL QAEDA

La persistencia de EEUU como el principal oponente de Al Qaeda no ha impedido que este grupo eche mano a ciudadanos de ese origen para cumplir sus metas, o integrar sus estructuras. En este sentido, el caso más conocido es el del californiano Adam Pearlman, quien tras convertirse al Islam cambió su nombre por Adam Yahive Gadahn e ingresó a la organización de Bin Laden. Allí es conocido como “Azzam el americano” y desempeña funciones como intérprete, asesor en cuestiones mediáticas y vocero.

Otro episodio interesante es el que protagonizó a fines del año pasado la ciudadana estadounidense Colleen La Rose. Convertida al Islam, utilizó internet para vincularse desde su residencia en Pennsylvania con grupos islámicos radicalizados en el exterior, ante quienes bregó por “hacer algo” para castigar el sufrimiento que la Casa Blanca le generaba a los musulmanes en distintas partes del mundo.

La primera iniciativa de La Rose giró en torno al asesinato de un dibujante sueco que dos años antes había caricaturizado en forma ofensiva a Mahoma; quien había ofrecido en ese momento una recompensa de US$ 100 mil a quien asesinara al dibujante era precisamente Al Qaeda. En chats con fanáticos musulmanes detenidos tiempo más tarde, La Rose pidió ejecutar el ataque al dibujante sueco, llamado Lars Vilks, argumentando que podía pasar desapercibida en Estocolmo gracias a sus cabellos rubios, su piel blanca y sus ojos azules.

También nació en suelo estadounidense el mencionado jeque al-Awlaki de AQPA, quien instigó la matanza de una docena de personas perpetrada en el mes de noviembre en la base militar Fort Hood, por su connacional Nidal Malik Hasan, oficial del Ejército. Faisal Shahzad, por su parte, no nació en EEUU pero adoptó su ciudadanía; además, en ese país nacieron su esposa y sus dos pequeños hijos.

LA LUCHA CONTINÚA

El sistema internacional que se encamina hacia el décimo aniversario de los atentados del 11S continúa signado por un alto nivel de actividad terrorista, consolidándose Al Qaeda como principal referente de este flagelo. Al Qaeda es al mismo tiempo una sólida organización y una red de heterogéneas agrupaciones diseminadas por todo el mundo musulmán, cada una de ellas motivadas por considerandos propios e intransferibles, enraizados con factores históricos, geográficos y culturales. Esa heterogeneidad, acorde a los tiempos de globalización vigentes, desmiente aquellas lecturas que interpretan la descentralización de la organización como síntoma de su declinación13.

El pool de entidades encuadradas tras el liderazgo de Osama Bin Laden previsiblemente persistirá en su estrategia terrorista, con especial énfasis en EEUU como blanco. Un indicio en este sentido fue el nombramiento de un nuevo responsable de sus operaciones globales: el saudí Adnan Shukrijumah, quien vivió más de 15 años en Nueva York y Florida. Es la primera vez que un líder tan estrechamente familiarizado con la sociedad estadounidense asume la tarea de planificar los ataques de esa red. Ya se conocen las intenciones de Al Qaeda. Resta no subestimar sus capacidades ni su osadía, y optimizar los niveles de cooperación interestatales para neutralizarlas de manera efectiva.

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Doctor en RR.II (USAL), Master en Sociología (Universidad Rep. Checa), Docente UBA, UNLP, UB, USAL, Escuela Superior de Guerra, Becario posdoctoral del CONICET, autor de varios libros y un centenar de artículos en sus áreas de expertise: seguridad internacional y política internacional contemporánea.