La reina Hatshepsut siempre nos había parecido una figura mítica del Antiguo Egipto. La atracción ejercida por su personalidad nos impactó profundamente desde el momento en el que entramos en contacto con el gran Dyeser- Dyeseru, su templo de millones de años, elevados en el circo de Deir El Bahari, en Luxor Occidental.
Después viajamos para conocer el Egipto Medio y la antigua ciudad de Abu (Elefantina), junto a la actual Assuán; también se nos reveló allí la presencia de la gran reina. El Espeos Artémiso de Batn el Baquera, las canteras de Assuán y los templos de la isla Elefantina nos acercaron de nuevo a la historia de la misteriosa mujer que gobernó Egipto como faraón durante 22 años.
(…) Tal como rezas las inscripciones de los anales históricos de los reyes: “¡Nunca se había visto antes nada igual…!”. Un hombre de origen plebeyo y una gran reina, descendiente de la gran Ah-Més Nefertary, unidos en secreto, para toda la eternidad.
Hatshepsut y Sen-en-Mut, los dos juntos e íntimamente entrelazados, aparecían ante nuestros ojos como las dos mitades de un mismo sueño que había prometido dar a Egipto mil años de gloria y esplendor.
La reina que se nos había mostrado en los libros no era la que podíamos percibir a la vista de nuestros descubrimientos. Donde se decía que había sido una mujer ambiciosa, habíamos descubierto a otra mujer, con un sentido de la grandeza que la predestinaba para ocupar por derecho propio el trono de Egipto. Donde se había querido hacer ver que las relaciones de la reina con su sobrino Thutmosis III habían sido el fruto de un culmen de vejaciones y abusos para con el príncipe, los daros objetivos nos mostraban un período de paz y equilibrio en el que la reina-faraón y el faraón, juntos, habían regido armoniosamente el país del Nilo.
Introducción de Teresa Bedman y Francisco J. Martín Valentín.
¿Quien fue Hatshepsut?
Cuando accedió al trono de Egipto, Hatshepsut se rodeó de un grupo de funcionarios y sacerdotes que ejercieron los principales cargos de gobierno: visir, superintendente de palacio, gran arquitecto real…
Hatshepsut suele ser recordada como una de las contadas mujeres que alcanzaron el rango de faraón. Lo hizo en contra de todas las leyes y costumbres del Estado egipcio, aprovechando una serie de circunstancias dinásticas que le permitieron dar cauce a su ambición de poder. Hija de Tutmosis I y su esposa principal, la reina Ahmose Nefertari, su matrimonio con su hermanastro Tutmosis II la convirtió en reina consorte y, tras quedar pronto viuda, asumió la regencia hasta que su hijastro Tutmosis III –hijo de Tutmosis II y de una de sus esposas secundarias– alcanzase la edad necesaria para gobernar. Al cabo de siete años cambió su nombre por el de Maatkare Hatshepsut y empezó a mostrarse como único soberano de Egipto, adoptando los atributos de un faraón –la barba postiza y el tocado nemes– y los epítetos reales masculinos de Rey del Alto y el Bajo Egipto y Señor de las Dos Tierras. Ni siquiera cuando Tutmosis III alcanzó la mayoría de edad renunció Hatshepsut al poder. Así, durante casi dos décadas Egipto tuvo dos faraones, la madre y el hijastro, que reinaron conjuntamente sin aparentes conflictos, aunque fue la soberana quien llevó las riendas del país.
Como faraón, Hatshsepsut ocupó el centro de una brillante corte radicada en la capital del país, Tebas. En ella, además de los miembros de la familia real y sus sirvientes, figuraba un gran número de cortesanos y oficiales que desempeñaban funciones civiles, religiosas y militares. Conocemos los nombres de algunos, como Maya, responsable de los profetas (sacerdotes); Mentekhenu, encargado de la seguridad del palacio, o Satepihu, responsable de los sacerdotes de Tinis. Los tres personajes más poderosos de la corte tebana, sin embargo, fueron Hapuseneb, Senenmut y Djehuty.
El cargo más importante en la administración egipcia era el de visir. Equivalente a un jefe de gobierno actual, el visir despachaba directamente con el rey y todos los demás cargos se hallaban bajo su responsabilidad. Sabemos que Hatshepsut tuvo varios visires a lo largo de su reinado. Heredó el que ya tenía Tutmosis II, Ineni, también arquitecto real, al que no tardó en relegar. Useramum, por su parte, al parecer estuvo más próximo a Tutmosis III. El que tuvo un papel más destacado durante el reinado de Hatshepsut fue sin duda Hapuseneb. Como gran sacerdote de Amón, administrador de los templos y jefe de los profetas del Alto y Bajo Egipto, le aseguró el apoyo del poderoso clero de Amón. Fue también responsable de la construcción de la tumba de la soberana en el Valle de los Reyes. Hapuseneb concentró en su persona el máximo poder judicial, administrativo y religioso, algo excepcional para un personaje que no tenía sangre real.
El enigma de Senenmut
El otro gran pilar del gobierno de la reina fue Senenmut. Su padre, Ramose, quien ya ocupaba un alto cargo con Tutmosis II, lo introdujo en la corte real. Con Hatshepsut, Senenmut acaparó numerosos títulos: gran arquitecto real, jefe de los aposentos reales, superintendente de palacio, mayordomo de la esposa del Dios, responsable de los sellos reales… Su reconocimiento queda reflejado en una inscripción del templo de Karnak en la que bajo su imagen se lee: «El más grande entre los grandes, en el país entero, uno que escucha lo que debe ser escuchado, el único entre los únicos, el mayordomo de Amón. Soy el que entra en el palacio real siendo amado, y cuando sale de él es alabado, regocijando el corazón del rey diariamente, el amigo, el gobernador del palacio, Senenmut». En el templo funerario de Hatshepsut en Deir el-Bahari, cuya construcción supervisó, su imagen aparece asimismo detrás de las puertas de las capillas.
Senenmut fue incluso tutor de la princesa Neferure, hija de Hatshepsut, que la pretendió casar con Tutmosis III, proyecto que se frustró por la prematura muerte de la joven. Hasta se ha especulado con que Senenmut fuese amante de Hatshepsut y padre de su hija, lo que explicaría las esculturas de granito en las que aparece acompañado de la princesa. Sin embargo, a partir del año 19 del reinado de Hatshepsut, el nombre de Senenmut desaparece de los textos; tal vez había fallecido o cayó en desgracia al apoyar a Tutmosis III en la fase final del reinado de la soberana.
Otro personaje importante en la corte de Hatshepsut fue Djehuty, que ostentó los cargos de gran arquitecto real, supervisor de los trabajos y supervisor del tesoro. Djehuty dirigió a los artesanos encargados de las capillas y templos en Tebas; participó en la construcción, ampliación y renovación de numerosos monumentos en Egipto y Nubia, y se encargó de registrar y contabilizar los exóticos productos traídos del país del Punt, que Hatshepsut hizo plasmar en las paredes de su templo.
Djehuty se encargó asimismo de decorar los templos de Karnak y Deir el-Bahari con grandes puertas de cobre e incrustaciones de electro, aleación de oro y plata con la que también hizo cubrir dos grandes obeliscos de granito llevados desde las canteras de Asuán hasta el templo de Karnak bajo la supervisión de Senenmut. En los relieves de la primera terraza del templo de Hatshepsut se muestran estos obeliscos sobre la cubierta de un barco en el momento de su transporte.
Borrada de la historia
Podrían citarse todavía otros funcionarios de Hatshepsut. Por ejemplo, la gran expedición comercial y diplomática al país del Punt, que estaba formada por cinco barcos y 210 hombres, fue dirigida por Nehesy, un oficial de origen nubio que ocupó los cargos de mensajero real, portador del sello real y canciller del norte. Nehesy tenía la misión de negociar con los gobernantes de aquel territorio, y en particular con el cacique Parehu y su deforme esposa Ivy, como se ve en los relieves del templo de Deir el Bahari.
Desde que Hatshepsut murió hacia el año 22 de su reinado, cayó un manto de silencio sobre su figura. La mujer que había osado proclamarse faraón fue objeto de una damnatio memoriae, la eliminación de toda referencia a su reinado, como si éste no hubiera tenido lugar; incluso su nombre quedó suprimido de la Lista de los Reyes. Tradicionalmente se pensaba que el responsable había sido Tutmosis III, pero investigaciones posteriores han demostrado que la operación se llevó a cabo de forma paulatina, sobre todo durante las dinastías XIX y XX. Serían los estudiosos europeos de los siglos XIX y XX, como Champollion, Naville, o Carter, quienes rescatarían la memoria de la gran reina del Imperio Nuevo.
Fuente: National Geographic.