Señor presidente, señores delegados, la representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir en primer término el agradable deber de saludar la incorporación de tres nuevas naciones al importante número de las que aquí discuten problemas del mundo.
Saludamos, pues, en la persona de su presidente y primeros ministros, a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta, y hacemos votos porque estos países se incorporen desde el primer momento al grupo de naciones no alineadas que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos llegar también joven las clases dominantes de países latinoamericanos contra nuestra revolución en otros, más tristes aún, es producto de los deslumbrantes resplandores de mamón.
Como es de todos conocido, después de la tremenda conmoción llamada crisis del Caribe, los Estados Unidos contrajeron con la Unión Soviética determinados compromisos que culminaron la retirada de cierto tipo de armas que las continuas agresiones de aquel país, como el ataque mercenario de playa Girón y las amenazas de invadir nuestra patria, nos obligaron a emplazar en Cuba.
En acto de legítima e irrenunciable defensa pretendieron los norteamericanos además que las Naciones Unidas inspeccionaran nuestro territorio, a lo que nos negamos enfáticamente, ya que Cuba no reconoce el derecho de los Estados Unidos ni de nadie en el mundo a determinar qué tipo de armas pueda tener dentro de sus fronteras. En este sentido solo acataríamos acuerdos multilaterales con iguales obligaciones para todas las Partes.
Como ha dicho Fidel Castro, mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de las naciones y de los pueblos independientes y como derecho de todos los pueblos, nosotros no aceptaremos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho mientras el mundo se rija por esos principios, mientras el mundo se rija por esos conceptos, que tengan validez universal porque son universalmente aceptados y consagrados por los pueblos nosotros no aceptaremos que se nos prive de ninguno de esos derechos. Nosotros no renunciaremos a ninguno de sus derechos. El señor Secretario General de las Naciones Unidas U Thant entendió nuestra razón.
Sin embargo, los Estados Unidos pretendieron establecer una nueva prerrogativa arbitraria e ilegal, la de violar el espacio aéreo de cualquier país pequeño. Así han estado surcando el aire de nuestra patria aviones U2 y otro tipo de aparatos espías que con toda impunidad navegan en nuestro espacio aéreo. Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que cesen las violaciones aéreas, así como las provocaciones que los marinos yanquis hacen contra nuestras postas de vigilancia en la zona de Guantánamo. Los vuelos rasantes de aviones sobre buques nuestros o de otras nacionalidades en aguas internacionales, los ataques piratas a barcos de distintas banderas y las infiltraciones de espías saboteadores y armas en nuestra isla. Nosotros queremos construir el socialismo.
Nos hemos declarado partidarios de los que luchan por la paz. Nos hemos declarado dentro del grupo de países no alineados, a pesar de ser marxistas leninistas, porque los no alineados como nosotros luchan contra el imperialismo.
Queremos paz. Esta disposición nueva de un continente de América está plasmada y resumida en el grito que día a día nuestras masas proclaman como expresión irrefutable de su decisión de lucha paralizando la mano armada del invasor, proclama que cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del mundo y especialmente del campo socialista encabezado por la Unión Soviética. Esa proclama es patria o muerte.
REFLEXIÓN
El mundo de los hombres que hacen política se divide entre aquellos que tratan de agotar todos los recursos políticos antes de recurrir a la violencia y aquellos que ven en la violencia un medio para conseguir fines políticos. Es decir, para algunos hombres la guerra es la continuación de la política por otros medios, mientras que para otros, la política es la continuación de la guerra por otros medios. Salvo raras excepciones, todos los zoon politikon entran dentro de esa categoría.
Si bien no es desacertado decir que Ernesto “Che” Guevara se adecuaba mejor a la segunda categoría de hombres que a la primera, es igualmente acertado advertir que, subyacente a la noción imperativa de violencia presente en el pensamiento guevarista, descansa una concepción moral rígida, inviolable y profundamente humanista.
Ernesto Guevara, a diferencia de Fidel Castro, no veía en la lucha armada un medio para tomar el poder, sino un mecanismo a través del cual se podía erradicar la injusticia social. “No soy ni Cristo ni un filántropo. De hecho soy todo lo contrario a Cristo. Lucho por las cosas en las que creo, con todas las armas que dispongo y trato de matar al otro para que no me claven a una cruz o a ningún otro lado”, escribió en una carta a su angustiada madre desde una prisión en México, en 1956.
Es cierto, la historia no absolvió al revolucionario más famoso del siglo pasado. Lo condenó por haber vivido bajo los influjos de una doctrina radical. Ernesto murió solo, en la sombría selva boliviana, ejecutado a quemarropa por fuego latinoamericano bajo la estricta supervisión de la CIA. Su cuerpo fue llevado a un descampado y enterrado, con las manos amputadas para que no pudiera ser identificado, junto con el de otros guerrilleros muertos. El objetivo era que los seguidores del Che no tuvieran un lugar donde venerar al ídolo caído. Sin cuerpo, sin legado.
Pero la fuerza del mensaje guevarista no tiene que ver con la violencia que ejerció como guerrillero. La singularidad del revolucionario argentino radica en que detrás de cada uno de sus actos prevalecía un lema altruista que está ausente en gran parte de los hombres que ejecutan la política. Quizás sea ese vacío, el que está presente en el resto, el que mejor explique la admiración que al día de hoy continúa provocando el hombre que creía que “allí donde el amor despierta, muere el yo, ese déspota oscuro”.
Médico de profesión, curioso por naturaleza, de ideología marxista y preocupado por las problemáticas sociales, Ernesto Guevara nos dejó este legado. ◊