Esto no fue posible sin antes producirse una acalorada discusión en el recinto de los legisladores, en donde se buscó impugnar su nombramiento por uno de sus perfiles quizás más reconocido: los derechos humanos. Así se lo “acusó” de haber sido juez en la última dictadura, nombrado por el dictador Jorge Rafael Videla, y de haber jurado por el Estatuto del Proceso. Sobre este punto, el senador Busti –PJ– rechazó las acusaciones explicando que, con la vuelta de la democracia, fue ascendido a camarista con acuerdo del senado.
Pese a lo expuesto y gracias al apoyo del bloque peronista, de varios senadores radicales, del Frepaso y de varios legisladores provinciales, el experto en criminología alcanzó los dos tercios que le eran necesarios para su nombramiento.
La carrera de uno de los más prestigiosos juristas que ha tenido este país, no ha sido meramente judicial. Militó en la Unión Cívica Radical Intransigente apoyando al gobierno del presidente Arturo Frondizi (1958) y también participó en numerosas organizaciones dedicadas al análisis de las violaciones a los derechos humanos y en la formación de juristas, académicos y profesionales del derecho.
Pero sin duda, su más preciado logro, el que hoy lo coloca en el lugar de excepción que ocupa, fue la labor académica. En este campo, no hay debate sobre su capacidad y dedicación, que se ven reflejadas en sus numerosos artículos, trabajos, publicaciones nacionales e internacionales, prólogos, comentarios y presentaciones, además de 25 obras de reconocido valor, entre las que se encuentran: En búsqueda de las penas perdidas, Estructuras judiciales, Criminología: aproximación desde un margen y La palabra de los muertos. Estas han sido publicadas, editadas y traducidas en muchos países, pero no cabe duda que su obra Derecho Penal, Parte general (en coautoría con Alejandro Slokar y Alejandro Alagia) es la que alcanzó mayor éxito, siendo de gran difusión en su campo y de uso masivo en las universidades de América Latina.
Zaffaroni asegura que en algún momento dejará su cargo como Ministro de la Corte Suprema y volverá a la vida académica. Ha dicho que cada uno tiene una autopercepción y la de él ha sido siempre la académica, y que solo volvería a la política, de forma transitoria, si se abriese un espacio de reforma constitucional.
En este sentido, apoya la idea de un cambio en la forma de gobierno hacia un sistema parlamentario, como garantía para evitar que la caída de un presidente o su debilitamiento signifiquen una catástrofe. Expresó que no se debe tener miedo a la palabra “reforma”, ya que la Constitución Nacional es solo un instrumento, una carta de buena voluntad.
Gran crítico de la política mediática, a la cual se refiere como “política-espectáculo”, sostiene como principio que el endurecimiento de la legislación no mejora los índices de inseguridad del país. Ahora existe un autoritarismo “cool”, diferente al de los viejos totalitarismos, con desfiles militares, mucho uniforme, banderas y canciones, y uno que rige un sistema basado en la publicidad, que no tiene fisuras, se le agota un enemigo y busca otro, lo que no permite la lucha de corporaciones, sino que es la misma corporación que va cambiando de enemigo. El poder absoluto no se puede ejercer sin un enemigo, ya que no se puede establecer un estado de policía, sino en defensa del enemigo de turno.
Ha expuesto en cuanta oportunidad tuvo, que la cantidad de presos que tiene cada país es una decisión política. No hay dudas en los delitos graves, ni tampoco en los muy leves, pero en el medio es el poder político el que elige quién va a prisión, y no lo hace por las penas. Objeta los sistemas penales de América Latina, en cuanto se encuentran invertidos, con más presos provisorios que condenados.
En definitiva, una vez que Zaffaroni sea solo un manual de estudio, habrá dejado un gran legado que muchos elegirán seguir y, de esta manera, quien hoy se halla en los pasillos de tribunales desacorbatado y alejado de los formalismos y los grises de las paredes tribunalisitas, será quien marque el rumbo que gran parte de la futura doctrina argentina seguirá.