Apagado el volcán de Escocia, sigue corriendo su lava hacia Londres. David Cameron intenta sofocar una rebelión de diputados de su partido, contrarios a la entrega de más poderes a Escocia en materia fiscal y de ayudas sociales. Pero el primer ministro cumplirá con su promesa a Escocia, pese a irritar a un sector de los tories. “Si finalmente votaban No al separatismo, serían premiados con más competencias”.

ESCOCIA Y EL NO

Importantes barones del Partido Conservador ya no se privan de criticar en público las concesiones federales de su jefe de filas, a las que tildan de “decisión desgraciada”, tomada en un momento de pánico. David Davis, que en su día aspiró a ser el líder de los tories, ha calificado de “vergonzosa” la devolución de poderes a Escocia. El relevante diputado Owen Paterson ha lamentado que no se informase previamente a la mayoría parlamentaria. Boris Johnson, el alcalde de Londres, habla de una iniciativa ligeramente temeraria. Cameron, consciente de que hay reveses entre sus compañeros, se reunió con cada uno de ellos para intentar serenar las posturas y enojos.

Para intentar opacar su entreguismo en Escocia, el primer ministro ha propuesto que haya más poderes también para Inglaterra. Consistirían en que tan solo los diputados ingleses podrían votar las leyes que atañen exclusivamente a Inglaterra, dejando a los parlamentarios escoceses fuera de los asuntos ingleses. A los laboristas no les agrada, porque tienen su fuerza en Escocia y dejarían de pesar en Inglaterra. Su líder, Ed Miliband, acepta una reforma institucional, pero no con los ritmos de urgencia del premier: “Nos hemos pasado dos años [en la campaña del referéndum] tratando de mantener al país unido. Tengamos una adecuada convención constitucional. Analicemos estas cosas. Pero no forcemos a que el país se divida porque Cameron piensa que tiene oportunidad de hacerlo”.

En una declaración ante la puerta de la residencia oficial de Downing Street, Cameron dijo que el “resultado ha sido claro” y es una “oportunidad” de cambiar la forma en que el país es gobernado.

Visiblemente aliviado, el primer ministro británico volvió la vista atrás y aseguró que no se arrepiente de haber dado a los escoceses el derecho a votar su propio futuro. Cameron vaticinó que posiblemente no habrá otro referéndum en Escocia “en una generación”, pero se refirió a la consulta independentista como “una señal del poder y la vitalidad de nuestra vieja democracia”.

Los unionistas han respaldado con el 55,3 % de los votos la permanencia de Escocia en el Reino Unido, frente al 44,7 % cosechado por los separatistas, según los resultados oficiales. La victoria del “sí” en la principal ciudad de Escocia, Glasgow, con un 53 % de los votos, no fue suficiente para alcanzar al bando unionista, que se ha impuesto en la mayor parte de las circunscripciones.

CINCO LUSTROS DE GESTIÓN

Si Cameron permanece en Downing Street tras las elecciones parlamentarias del próximo año, convocará un referéndum para que los británicos decidan si quieren seguir en la Unión Europea. Su legado podría ser un Reino Unido autónomo y fuera de la UE, modificando sustancialmente la relación de poder entre Londres, su propio país y el resto del mundo. Se trata de reformas de calado que pocos podían imaginar cuando Cameron asumió su cargo en 2010. A diferencia de predecesores como Margaret Thatcher o Tony Blair, el actual primer ministro llegó a Downing Street sin un gran proyecto ideológico ni una visión de reforma del país.

El Partido Conservador, que no ganaba unas elecciones desde 1992, lo había elegido como líder por tener un perfil más amable y menos controvertido para los votantes. Cameron, que antes de dedicarse a la política trabajó como experto en relaciones públicas, tiene como principal referencia a Harold MacMillan, primer ministro entre 1957-1963 y poco recordado hoy por los británicos.

Esa falta de grandes convicciones ideológicas le facilitó pactar con los liberal-demócratas el primer gobierno de coalición que tiene el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial, con un programa basado casi exclusivamente en reducir el déficit público causado por la resaca de la crisis financiera que vivió el Reino Unido en 2008 y 2009. La austeridad y la gestión de la economía habían sido las banderas de un gobierno poco interesado hasta ahora en afrontar de cara la cuestión escocesa o el debate europeo.

En Londres existen varias teorías sobre las razones que han arrastrado al primer ministro hacia esos asuntos de calado constitucional. Los defensores de Cameron, que también existen, creen que las decisiones clave tomadas durante estos años reflejan que es básicamente un político de profundas convicciones democráticas. Por ello pudo aliarse con los liberales, como aceptación lógica del veredicto de las urnas; por eso permitió a los escoceses decidir sobre su independencia; y por eso ahora está dispuesto a dejar que los británicos elijan su relación con Europa.

Pero los críticos creen más bien que Cameron se mueve solo por intereses electoralistas y de partido. Según esta opinión, el primer ministro dejó votar a Escocia porque pensó tener el triunfo asegurado y podría ahogar así el nacionalismo, complacencia que casi provoca la secesión.

En su nueva promesa de traspaso de poderes a las regiones, la izquierda ve una maniobra de Cameron para ganar fuerza en Westminster, al hacer que los diputados escoceses (en su mayoría laboristas) no puedan votar en el Parlamento estatal en materias transferidas a su región. Y en el caso europeo, el anuncio de referéndum sería una vía para evitar la huida de los euroescépticos del Partido Conservador a UKIP, una emergente formación anti-Bruselas.

Lo peor para Cameron es que la falta de visión y estrategia a medio plazo que los críticos imponen en los medios puede ser lo que impida su reelección en mayo de 2015. La campaña va a estar dominada por la reforma constitucional y el futuro del Reino Unido en Europa, cuando a Cameron le hubiera interesado centrarla en la economía y la salida de la crisis bajo su mando: el Reino Unido es el país de Europa que más crece actualmente y su tasa de paro es inferior al 7 %.

CASI, CASI…

David Cameron estuvo a punto de pasar a la historia como el hombre que permitió la ruptura del Reino Unido gracias al 55% de escoceses que votaron contra la independencia en el referéndum de septiembre.

Aún no se ha librado del aluvión de críticas por poner en peligro la unión política de tres siglos. Unos lo cuestionan por aceptar la celebración del referéndum, otros por su complacencia durante la campaña y algunos por su pánico en los días previos a la votación. La oferta de conceder más poderes a Escocia para evitar la derrota fue imprudente, según Boris Johnson, alcalde de Londres y potencial rival de Cameron como líder del Partido Conservador. “Cameron gestionó mal el referéndum desde el principio hasta el final”, escribió Max Hastings en el Daily Mail.

Salvada con apuros esa prueba, Cameron todavía tiene otras oportunidades para pasar a la historia, quizá contra su voluntad. Tras la ajustada victoria del “no” a la secesión de Escocia, Cameron ha prometido una reforma que acercará el país a un modelo federal, lo que acabará con uno de los estados más centralizados de Europa. ◊