El 29 de noviembre de 1947, la ONU aprobó la Resolución 181 conocida como “Plan de Partición de Palestina”, lo que dio inicio a un conflicto que involucra a casi toda la comunidad internacional. Desde aquel entonces el flamante Estado de Israel gozó del apoyo político, militar y económico de los países centrales, y del apoyo político (o por lo menos moral) de la gran mayoría del resto de los países. El contexto fue empatizar con una comunidad que venía de la locura del holocausto nazi y de la deportación, lo que justificaba cualquier medida para ayudarlos y reparar el daño sufrido.
Con el correr de los años, la situación entre los israelíes y los palestinos fue tornándose cada vez más compleja, no solo por la puja entre sionistas y fundamentalistas, sino por la injerencia de países occidentales que vieron en este conflicto la oportunidad de volver a la situación de principios del siglo XX, es decir, la dominación política occidental en la región.
Internamente, el conflicto tuvo diferentes etapas que llevaron a las partes a enfrentarse en reiteradas oportunidades y donde participaron otros países árabes en contra de Israel, como el caso de Líbano, Jordania y Egipto. Israel, aun habiendo cometido numerosas violaciones al Derecho Internacional Humanitario, jamás vivió un proceso judicial de ninguno de sus líderes políticos, tal y como ha ocurrido en el caso de Palestina. Más bien al contrario, continuaba gozando del apoyo general de la comunidad internacional y el respaldo legal por haber sido agredido.
UN CAMBIO DE TENDENCIA EN EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ
Hoy, la situación en general parece estar cambiando para Israel. Palestina logró el reconocimiento como Estado Observador en el seno de la ONU, lo cual trastocó todos los planes de negociación israelíes; hace unos meses, se conformó un gobierno de unidad entre Hamas y Al-Fatah que les permitió enfocarse en el enemigo común, aspecto que no había previsto la administración israelí y que facilitó a los palestinos rechazar la propuesta de cese al fuego y poner sobre la mesa de negociación exigencias que, esta vez, deben ser consideradas, como el levantamiento del bloqueo a la Franja de Gaza.
El contexto internacional tampoco le es favorable. Por primera vez, países están presentando resoluciones en forma de “bloque” y declaraciones que condenan la actuación de Israel en el territorio de Gaza; la mediación de países occidentales como Estados Unidos o Gran Bretaña ha fallado y, lo que es aún más grave, llegó a poner en evidencia que el respaldo de la primera potencia del mundo es cada vez menor por la pérdida de influencia en la región ante el avance ruso. La visita fuera de agenda de Kerry a Egipto e Israel en septiembre pone en evidencia la desesperación por evitar daños colaterales mayores para la administración Obama, que viene de un fracaso tras otro en su política hacia esta región. La ONU, si bien sabemos que se ha convertido en un mero espectador VIP de muchos conflictos, es la primera vez que evalúa la posibilidad de presentar cargos por violación al Derecho Internacional Humanitario, específicamente por crímenes de guerra, contra autoridades israelíes. Es necesario aclarar algo: al Estado de Israel no se le está cuestionando su derecho a la defensa, sino su respuesta asimétrica y su poco compromiso por evitar bajas civiles por el lado palestino, que al día de escribir este artículo suman un número aproximado de 1200 personas.
Uno de los hechos que no deben considerarse menores fue la publicación de una serie de mapas en la página web oficial de las Fuerzas de Defensa Israelíes, donde se eligieron distintas ciudades del mundo en las cuales, por medio de un círculo, se demostraba hasta dónde podrían afectar los cohetes de Hamas a la población de ese país en cuestión. El objetivo de la publicación fue montar una propaganda que ganase adeptos de la actuación de las Fuerzas Armadas israelíes en el último mes (o por lo menos la justificara), lo que indirectamente evidencia la incomodidad del Gobierno de Netanyahu ante la condena internacional y la falta de apoyo no solo desde el exterior, sino también de muchos israelíes no sionistas.
Durante casi setenta años, Israel basó en este conflicto las líneas maestras de su política exterior e interior, lo que se traducía básicamente en llevar a cabo infinidad de actos ilegales e inhumanos (como lo fueron los asesinatos selectivos ordenados por Ariel Sharon) que jamás fueron cuestionados por la comunidad internacional. Uno de los fundamentos fue la supuesta empatía con la causa israelí y otro fue encuadrar los ataques palestinos como terroristas aprovechando la situación post 11-S, lo cual le proporcionó un paraguas jurídico importante y un marcado apoyo de Estados Unidos. Desde ese momento, Hamas es considerada una organización terrorista, tanto por Israel como por Estados Unidos y la Unión Europea.
Hoy, concretamente, nos encontramos con niños palestinos asesinados, bombas y misiles dirigidos hacia blancos civiles, barrios palestinos confinados al encierro (llamados por Israel “enclaves”), un bloqueo a Gaza que impide el arribo de alimentos y ayuda sanitaria; impuestos que Israel recauda, pero no transfiere a la Autoridad Nacional a modo de castigo; un muro que alcanza casi los 500 km de extensión, etc. Da la sensación de que el mundo, por primera vez, se quita las anteojeras y ve este conflicto con un poco más de objetividad, corriendo un velo que nos presenta claramente un Israel agresor, violador del Derecho Internacional y colocándose más y más en una posición injustificable. La estrategia de “Estado agredido” pareciera quedar caduca.
Este es el interrogante que nos planteamos para este posible escenario: ¿podrá Israel sobrevivir como Estado, rodeado de enemigos y sin apoyo internacional? Hace dos años, Henry Kissinger vaticinó que desaparecería en 2022; quizás lo que ocurre hoy es el primer paso hacia eso. ◊
Palestina logró el reconocimiento como Estado Observador en el seno de la Organización de las Naciones Unidas