Médicos Sin Fronteras (MSF) pide a las partes involucradas que negocien un acuerdo que facilite el encauzamiento de la ayuda humanitaria a todo el territorio, partiendo de los países vecinos o cruzando las líneas del frente. Mientras tanto, Naciones Unidas, estados y donantes internacionales deben reconocer la fragmentación que sufre el país y brindar urgente apoyo a las organizaciones no gubernamentales para que éstas trabajen allí donde puedan.
“La ayuda médica está en el punto de mira, se destruyen hospitales y se persigue al personal médico”, explica el director de Médicos Sin Fronteras Argentina, Luis Paiz Bekker. Según Naciones Unidas, 2,5 millones de sirios fueron desplazados en el interior de su país, un 57% de los hospitales ha sufrido daños y un 36% de éstos ni siquiera funciona. Estas estadísticas no incluyen las clínicas privadas y hospitales improvisados que también han sido destruidos o dañados.
Cada día, más de 5.000 sirios salen del país huyendo del conflicto; según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), la cifra total de refugiados llega ya al millón de personas.
En su mayor parte, se establecen en países vecinos, donde los programas de ayuda son insuficientes y apenas pueden hacer frente a este volumen de personas.
Mientras que las necesidades de la población son considerables en todo el territorio sirio y entre los refugiados en los países vecinos, la ayuda que se está brindando es claramente insuficiente. En las zonas bajo control del gobierno, la asistencia es gestionada por la Media Luna Roja Siria y otras organizaciones locales, autorizadas por el gobierno para tareas de reparto de la ayuda. Las agencias de la ONU y organizaciones internacionales que cuentan con autorización gubernamental están obligadas a trabajar junto a contrapartes locales, cuyo campo de actuación está geográficamente limitado a ciertas regiones y cuyas capacidades están saturadas.
En las zonas controladas por la oposición, en cambio, la ayuda internacional es muy restringida. La mayor parte de la asistencia que reciben los civiles procede de la diáspora siria, de los países ‘amigos’ de la oposición y de las redes de solidaridad político-religiosa, y por tanto queda sometida a las agendas políticas de cada uno de estos actores. MSF, que no tiene acceso a los territorios controlados por el gobierno por falta de autorización gubernamental, ha podido abrir tres hospitales en el norte del país, y constata que la ayuda es insuficiente en relación con las enormes necesidades de la población.
Frente a esta situación, resulta urgente incrementar la capacidad de los actores humanitarios para que puedan desplegar una ayuda imparcial en todo el territorio sirio. “Las autoridades de Damasco tienen en sus manos el salir de esta parálisis y eliminar los obstáculos para brindar una asistencia independiente en todo el país”, explica Teresa Sancristóval, responsable de la Unidad de Emergencias de MSF. “Pedimos a las partes en conflicto que, a falta de una solución política, alcancen al menos un acuerdo básico sobre la ayuda humanitaria para facilitar su llegada de la forma más eficaz posible”. Tal acuerdo debería precisar las modalidades prácticas del despliegue de la ayuda, en el marco de operaciones humanitarias llevadas a cabo desde los países vecinos o a través de las líneas del frente. MSF llama también a los beligerantes a respetar las estructuras médicas.
Mientras tanto, la ausencia de este acuerdo no debe impedir a las ONG internacionales actuar allí donde puedan, sea cual sea la autoridad que controle el territorio. Los estados y Naciones Unidas deben respaldar las operaciones humanitarias transfronterizas, y la ayuda imparcial a las zonas controladas por la oposición y a las áreas desasistidas no deben quedar sujetas a las sanciones del gobierno sirio.
Médicos Sin Fronteras cuenta con tres hospitales en el norte de Siria, ha atendido a 16.000 pacientes y practicado 1.560 operaciones quirúrgicas. Los equipos de MSF intervienen también en Líbano, Irak, Jordania y Turquía, prestando asistencia a los refugiados sirios.
LA AYUDA MÉDICA, EN PELIGRO DE LA REPRESIÓN A LA DESTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS MÉDICAS
Desde las primeras manifestaciones en marzo de 2011, Siria se ha sumergido en un sangriento conflicto armado. Se suceden combates de gran violencia entre el ejército del régimen y grupos cuyo control territorial se ha ampliado. Mientras, la población civil está pagando un precio muy alto.
Hoy, a medida que el conflicto se intensifica, el personal de salud sigue bajo amenaza, y las estructuras médicas son blanco de ataques y son destruidas: dos años en los que la atención médica ha sido pisoteada Heridos arrestados, médicos perseguidos. A principios de 2011, los movimientos de revuelta que sacuden el mundo árabe llegan a Siria. Las primeras grandes manifestaciones de Damasco se producen el 15 de marzo. A medida que pasan las semanas, los manifestantes son cada vez más numerosos, pero se encuentran con los disparos de las fuerzas de seguridad. Al principio, los heridos confían en ser atendidos en los hospitales públicos o privados, seguros de poder encontrar allí una tecnología médica adaptada a las urgencias y un personal médico bien formado. En efecto, el país contaba con un sistema de salud competente. Pero pronto la represión se extiende a las estructuras médicas.
Los testimonios de pacientes y médicos recogidos por MSF confirman que las fuerzas de seguridad vigilan los hospitales y arrestan o torturan a los heridos. Los médicos que les atienden se arriesgan también a ser considerados enemigos del régimen y, por tanto, a ser detenidos, encarcelados e incluso torturados o asesinados.
Desde ese momento, los heridos en las manifestaciones evitan acudir a los hospitales públicos, por miedo, a su vez, de ser torturados, detenidos o rechazados, y se ven obligados a confiar en las redes clandestinas. Desde Deraa a Homs, pasando por Hama o Damasco, la medicina se ejerce a escondidas, en hospitales improvisados instalados en domicilios privados cerca de los emplazamientos donde tienen lugar las manifestaciones. Y los centros de salud que siguen atendiendo a los heridos falsean los diagnósticos para evitar ser identificados. La seguridad es la principal preocupación de los médicos que trabajan en estas redes paralelas.
Medicina clandestina
Mientras tanto, la violencia va en aumento y un número creciente de estructuras médicas resultan dañadas. En julio de 2011, el ejército sirio despliega sus tanques en la ciudad de Homs. En febrero de 2012, se suceden los bombardeos aéreos y los disparos de francotiradores. La ciudad es machacada. La asistencia médica sigue siendo clandestina y el personal opera bajo las bombas. Las autoridades niegan el acceso de la ayuda internacional y se oponen a decretar una tregua para evacuar a los heridos.
Aquí y allá, los primeros auxilios se dispensan en hospitales improvisados situados cerca de las zonas de combate. Estos dispensarios se esconden en casas particulares, en granjas, en cuevas e incluso en búnkers subterráneos. Los heridos, una vez estabilizados o tras practicárseles una somera intervención quirúrgica, son evacuados a hospitales situados en lugares más seguros.
Al principio, MSF respalda a varios grupos de médicos que atienden a heridos con donaciones de material médico y medicamentos. Después, en junio de 2012, instala su primer hospital en el norte de Siria, en una de las vías de evacuación de heridos. En seis días, se organiza un hospital quirúrgico clandestino en una casa particular. En septiembre se abren otros dos hospitales en las provincias de Alepo e Idlib, ambos en esa misma región septentrional controlada por los grupos de la oposición. Por el contrario, a MSF le resulta imposible intervenir en las zonas bajo control gubernamental porque las autoridades sirias se niegan a conceder autorización para ello.
En consecuencia, la organización solo puede aportar una ayuda directa y desplegar sus equipos en los territorios que escapan al control del gobierno, y el único testimonio que puede prestar es sobre lo que ocurre estas zonas. Las Fuerzas de Seguridad sirias, que tienen el dominio del espacio aéreo, también toman como blanco los centros de atención médica, por lo que MSF reevalúa las condiciones de seguridad de sus equipos a diario, y se esfuerza en garantizar que estos hospitales sean espacios desmilitarizados y neutrales.
Estructuras de salud en el punto de mira
A partir de 2012, la cruenta represión de las manifestaciones pacíficas lleva a la oposición a armarse. A medida que ésta gana terreno el conflicto sirio se radicaliza. Las estructuras médicas son atacadas o destruidas, y el personal de salud de los hospitales es amenazado, atacado o asesinado. El acto médico se convierte en un acto de resistencia, y los servicios médicos, en objetivo militar.
En julio de 2012, se abre un nuevo frente en Alepo: la capital económica del país es arrasada por los bombardeos aéreos y los combates terrestres. Edificios enteros son destruidos, entre ellos algunas estructuras médicas. El banco de sangre que suministra a los hospitales de la región es la primera de estas estructuras vitales que desaparece bajo las bombas.
Dar el Shifa, el hospital privado más importante de Alepo -situado en la parte este de la ciudad, controlada por la oposición armada- se centra en atender a las víctimas de la violencia. En agosto sufre un primer ataque aéreo y el bloque quirúrgico es destruido. Por suerte, a sala de urgencias sigue operativa y recibe unos 200 heridos al día. A finales de noviembre, nuevos bombardeos aéreos revientan el edificio y el hospital queda definitivamente fuera de servicio. Mientras tanto, el flujo de heridos no cesa, y se establece discretamente una sala de urgencias en el barrio. Para minimizar el riesgo, la atención de descentraliza a diferentes emplazamientos. Dos clínicas privadas toman el relevo del hospital, y los heridos son llevados en camilla o caminando. Una de ellas será después también bombardeada.
En Siria, los hospitales forman parte de las estrategias militares de todos los actores en conflicto. En las llamadas zonas “liberadas”, algunos hospitales son transformados en “hospitales del Ejército Libre de Siria”, o en hospitales “de apoyo a la revolución”. En consecuencia, estos hospitales sufren el riesgo de convertirse en objetivo militar y, además, no siempre atienden a los civiles.
Asimismo, cerca de los hospitales improvisados se instalan bases militares de la oposición, incluso a veces dentro del mismo edificio. De nuevo, estos movimientos suponen un gran riesgo ya que los hospitales pueden quedar atrapados en los combates o ser directamente alcanzados por los ataques. Según las autoridades sirias, un 57% de los hospitales han sufrido daños y un 36% ni siquiera funcionan; esto, sin contar los hospitales clandestinos organizados por la oposición y dañados por el ejército. En las regiones del norte de Siria donde MSF trabaja, la población ha perdido familiares y amigos y viven con gran sufrimiento, especialmente en las zonas urbanas y semiurbanas que han sido bombardeadas de forma indiscriminada. Esta situación se vive, a su vez, donde hay grandes aglomeraciones de gente: los mercados y las colas para comprar el pan también han sido objetivo de los aviones de combate.
Además de la devastación física, el sistema económico-social del país se ha venido abajo y los civiles son los primeros en sufrir las consecuencias. Pese a la masiva respuesta de la solidaridad local, el conflicto ha hecho que el sistema de salud se desmorone y que las condiciones de vida se vean seriamente deterioradas. Mientras, los recursos se acaban y la capacidad de la gente para ayudarse se está poniendo a prueba.
Un sistema sanitario derrumbado
Antes del conflicto, Siria tenía un sistema de salud que funcionaba bien. El país tiene personal sanitario bien formado, experiencia médica e industria farmacéutica propia. Hoy los recursos se han agotado. Las redes sanitarias están desapareciendo a causa de los problemas de suministro y la falta de medicamentos, provocada por el derrumbamiento de la industria farmacéutica o, indirectamente, por las sanciones internacionales impuestas sobre Siria. La virulencia del conflicto hace difícil el acceso a la salud. En Homs, Alepo y la zona alrededor de Damasco los francotiradores son un peligro constante. Ir de un barrio a otro es a menudo imposible, lo cual hace que comunidades enteras se queden sin cuidados médicos. En caso de emergencia, los pacientes se enfrentan a un doloroso dilema: renunciar a la atención médica o intentar encontrarla y arriesgarse a ser víctimas del fuego cruzado.
Los pacientes a menudo son trasladados a centros de salud con pocos recursos. Y eso si tienen la suerte de ser asistidos: en muchos hospitales los combatientes son atendidos antes que los civiles. Un gran número de pacientes necesita también atención médica, ya sea obstétrica, postoperatoria o para tratar enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades cardiovasculares o insuficiencia renal. Pero no les resulta nada fácil.
“Muchos centros de salud han cerrado porque no tienen los recursos adecuados, mientras que otros se centran solo en la cirugía de guerra. Esto hace mucho más difícil que la gente pueda acceder a la atención médica”, cuenta Miriam Alía, coordinadora médica de MSF en Siria. “En las regiones en las que hemos trabajado los niños no han sido vacunados en el último año y medio. No están protegidos contra enfermedades contagiosas como el sarampión y la tuberculosis. Las condiciones sanitarias están empeorando, ya que el agua escasea, y esto hace aumentar el riesgo de que aparezcan epidemias”, añade Alía. Los equipos de MSF han visto miles de casos de leishmaniasis cutánea en la provincia de Alepo. Los doctores sirios de la zona de Deir ez-Zor informaron a la organización de 1.200 casos de fiebre tifoidea -que podrían ser mortales-, y de otros 450 casos de leishmaniasis cutánea. Durante meses, los medicamentos para tratar la tuberculosis no han estado disponibles en la zona.
Dar a luz en un país en guerra
Antes de que empezara el conflicto, el 95% de los partos de las sirias eran atendidos por personal médico. Esto ha cambiado a causa del derrumbamiento gradual del sistema de salud: si una embarazada tiene suerte, puede ser atendida por una comadrona, pero las mujeres con un parto complicado y que necesitan atención quirúrgica tienen grandes dificultades para encontrar un hospital adecuado.
En febrero de este año una mujer dio a luz a dos gemelos por cesárea en una clínica de MSF en el norte sirio; el padre de los gemelos explicó que durante dos semanas buscaron un hospital donde se pudiera efectuar la operación. En el hospital de MSF en la provincia de Alepo, los partos han pasado de 56 en noviembre de 2012 a 183 en enero de 2013. Los equipos médicos de la organización han observado un elevado número de abortos espontáneos y partos prematuros, concretamente más de 30 en los meses de diciembre y enero. Esto se debe al estrés generado por la guerra.
Gente desplazada y aislada y desplazada
De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), 2,5 millones de sirios se han visto desplazados dentro del país desde que empezaron las protestas hace dos años. La mayoría de los desplazados no vive en campos: muchos se han instalado en edificios y lugares públicos, o están constantemente mudándose. Las condiciones de vida son precarias para los desplazados internos y las comunidades de acogida están cada vez bajo más presión.
El acceso a grandes zonas del país es todavía muy difícil. Partiendo desde la frontera con Turquía, cuanto más al sur vayamos menos ayuda humanitaria encontraremos. También es complicado asistir a los que viven en zonas densamente pobladas o en las zonas desérticas del este. La escasez de comida es tal que las redes de suministros y solidaridad no van a poder seguir lidiando con esta situación por más tiempo.
En las zonas bajo control del Gobierno, como los barrios occidentales de la ciudad de Alepo, la gente vive en enclaves rodeados por la oposición armada. Es imposible brindar asistencia humanitaria desde Damasco a estas zonas aisladas.
Ante esta situación, cada vez más sirios huyen de un país que empeora de forma implacable. Según ACNUR, un millón de sirios están registrados o esperando ser registrados como refugiados, casi en su práctica totalidad en los países vecinos: Irak, Jordania, Líbano y Turquía. Solo en el mes de febrero 150.000 personas cruzaron las fronteras. Hasta ahora, la ayuda a los refugiados sirios no ha sido suficiente para responder de forma eficaz a sus necesidades básicas. Sus condiciones de vida han empeorado aún más a causa del rigor del invierno y las temperaturas bajo cero.
LOS REFUGIADOS SIRIOS CARECEN DE AYUDA
Según estimaciones oficiales, más de un millón de refugiados sirios están ya registrados o en espera de estarlo en países vecinos de Siria, en Líbano, Jordania, Turquía e Irak. Su número real podría ser muy superior puesto que muchos no han iniciado el proceso administrativo para solicitar su registro. En el transcurso de los dos últimos meses, más de 5.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, huyen de Siria cada día.
La situación de los refugiados pone de manifiesto el fracaso del sistema de la ayuda internacional en lo que respecta la respuesta a la crisis siria: aunque el acceso a los países vecinos y la seguridad no sean un problema mayor, el sistema no ha conseguido anticiparse y responder a las crecientes necesidades. La afluencia masiva de refugiados a los países vecinos deteriora todavía más las frágiles condiciones de vida en los campos de refugiados y agrava la situación ya de por sí precaria de los refugiados que viven en el Líbano.
En Irak y Jordania, las condiciones de vida en los campos de son desastrosas: están saturados y la higiene es deplorable debido a la falta de letrinas y duchas. La gente vive en tiendas superpobladas, sin calefacción, que ofrecen poca protección contra las inclemencias del invierno. Las tormentas y la nieve de principios de este año han hecho de algunos campos áreas impracticables.
En el Líbano, donde no hay campos oficiales para los que huyen de Siria, un número creciente de personas se refugia en escuelas abandonadas, garajes, inmuebles inacabados o granjas. Según una encuesta realizada por MSF en diciembre, el 50% de los refugiados sirios en el Líbano no recibe la asistencia médica que necesita porque no se lo puede permitir. Los alimentos constituyen un problema cada vez mayor. Los equipos de MSF han visto a mujeres que alimentaban a sus bebés con té porque no podían comprar leche. Los problemas psicológicos están muy extendidos entre los refugiados, sean hombres, de mujeres o de niños.
La mayoría de los refugiados preguntados por MSF en Irak y el Líbano han declarado haber huido de Siria por motivos de seguridad, pero también debido al deterioro de sus condiciones de vida en Siria, principalmente por escasez de alimentos, de agua y de carburante y falta de acceso a la atención sanitaria.
Para Irak, Jordania, Líbano y Turquía, que acogen casi a todos los refugiados sirios, el coste no deja de aumentar y las poblaciones anfitrionas que les han acogido estos dos últimos años ya no pueden soportar más esta carga. A pesar de la solidaridad y los esfuerzos considerables desplegados por estos países para hacer frente a la crisis, las diversas estructuras de ayuda y los programas que se llevan a cabo hoy son disfuncionales, y lo seguirán siendo si siguen llegando refugiados.
Un reconocimiento tardío de la magnitud y la duración de esta penosa situación, y un número de refugiados que no deja de crecer son las principales razones que explican los retrasos en el despliegue de una respuesta adaptada a las necesidades. Pero hoy, la ayuda a los refugiados sirios debe incrementarse rápidamente para evitar una crisis humanitaria de grandes dimensiones. Hace falta una respuesta humanitaria más extendida, mejor concertada y más eficaz, y hay que cubrir las necesidades humanitarias y médicas de estas poblaciones.
De los 300.000 refugiados sirios oficialmente registrados en el Líbano según el Acnur, 220.000 han cruzado la frontera desde octubre. Un gran número de familias viven en edificios a medio acabar, en garajes, en almacenes y en campamentos totalmente inadaptados para hacer frente a los rigores del invierno. Las principales necesidades identificadas, según una encuesta realizada por MSF en diciembre de 2012, son la comida, el refugio, la calefacción, la atención primaria y secundaria de salud y el apoyo a la salud mental. La comunidad libanesa ha hecho un enorme esfuerzo para ayudar a estas personas. No obstante, aunque la situación en el Líbano sigue siendo relativamente estable, las repercusiones económicas, sociales y políticas de la guerra en Siria tienen un impacto sobre el país, lo que exacerba las tensiones sectarias en los barrios pobres de Trípoli.