El conjunto de reformas neoliberales de la década de los ´90, se basó principalmente en la reducción del rol del Estado, se autolimitaron las posibilidades de acción autónoma del aparato estatal, como explica Abal Medina “en los 90 se debilitó el paradigma de la sociedad argentina como una estructura con movilidad ascendente, con acotados márgenes de pobreza y con un Estado comprometido con la reducción de la marginalidad y la exclusión. La indiferencia estatal ante estas problemáticas coadyuvó, indudablemente, con el estallido social ocurrido los días 19 y 20 de diciembre de 2001.”1
En el 2003, el arribo del gobierno desarrollista de Néstor Krichner, recuperó paso a paso la fortaleza del Estado, es decir, su intervención, después de una gran ausencia, en los asuntos de la sociedad, promoviendo reformas políticas y un ajuste estructural. Sin duda, el contexto de cambios que se generó en la última década produjo “una coyuntura propicia para desarrollar una nueva lógica de unidad de una América Latina integrada, dentro de la cual adquiere pleno sentido el esfuerzo de la cooperación internacional que despliega la Argentina sobre la base de los mismos fundamentos que sostienen su propia estrategia de desarrollo.”2
COOPERACIÓN HORIZONTAL
Para cumplir con las estrategias de cooperación internacional para el desarrollo, la Argentina promueve la cooperación Sur-Sur con el propósito de superar las asimetrías entre los países menos desarrollados.
“El enfoque de la cooperación Sur-Sur se basa en la idea de ayuda mutua, en contraposición con el enfoque más asistencialista de dar ayuda por caridad. Este enfoque ha implicado desde su origen respeto a la soberanía y búsqueda de beneficios compartidos. Los Estados que cooperan enfrentan desafíos de desarrollo similares a nivel local y global, lo cual facilita la adecuación de las acciones a necesidades y perspectivas comunes. Los países en desarrollo comparten aspiraciones y experiencias comunes en cuanto a la construcción y al desarrollo de la nación, semejanzas historicas y vínculos culturales, que facilitan la mutua comprensión y pueden mejorar la efectividad de los proyectos.”
En este sentido, en 1992 se creó el Fondo Argentino de Cooperación Horizontal (FO-AR). Este instrumento busca promover iniciativas conjuntas de cooperación técnica con otros países de menor o igual desarrollo relativo económico y social, mediante mecanismos de asociación, colaboración y apoyo mutuo. Los objetivos para la acción del FO-AR, que contribuyen a los esfuerzos de la comunidad internacional para alcanzar las metas globales de desarrollo y superación de la pobreza son:
a) Establecer y consolidar asociaciones para el desarrollo con otros países sobre la base de sus propias estrategias y prioridades nacionales, procurando la participación de todos los actores interesados.
b) Generar y apoyar el fortalecimiento de ámbitos y mecanismos propicios para promover el intercambio de conocimientos, tecnologías y mejores prácticas entre organizaciones argentinas y sus homólogas de otros países, apuntando de manera permanente al fortalecimiento en estas últimas de capacidades propias para el desarrollo.
c) Desarrollar metodologías e instrumentos que permitan dinamizar los procesos de asistencia técnica a fin de maximizar el aprovechamiento de recursos humanos y financieros.5
“Los cambios en la doctrina de la cooperación internacional para el desarrollo fueron acompañados de un mayor énfasis en la necesidad de orientar los recursos de la ayuda hacia los sectores sociales y hacia los países donde la pobreza es más aguda. Acorde con esta orientación son ya varios los donantes que han decidido eliminar su cooperación y cerrar sus delegaciones en diversos países de renta media.”9
Antonio Alonso se esfuerza por definir por qué es importante seguir colaborando con los países de renta media, a modo de esbozo sus principales argumentos son: que los PRM concentran cerca de la mitad de la población mundial (47,4%), que en ellos reside buena parte de la población pobre del planeta (41%), que representan el 60% de los países que conforman el mundo, que concentran más del 83% de la deuda externa mundial, que son responsables del 41% de las emisiones de CO2, que aportan el 36% del PBI mundial, que son responsables del 21% del comercio mundial de bienes y servicios. Siguiendo estos argumentos, el autor, deriva en conclusiones que ligan directamente a los PRM con las cuestiones globales más urgentes. Por ejemplo, si se quiere erradicar la pobreza necesariamente deben obtenerse logros sociales en estos países –porque en ellos reside buena parte de la población pobre del mundo-; son vulnerables, por lo tanto, necesitan el respaldo internacional para consolidar y hacer reversibles los logros alcanzados; la comunidad internacional debe apoyar los esfuerzos de estos países por proveer bienes –por que son responsables del 21% del comercio mundial de bienes y servicios-; y por último, el peso que algunos de los PRM tiene a nivel regional, puede tener un efecto inductor de progreso sobre terceros países.10
Siguiendo esta línea, Alonso señala que en lugar del tradicional sistema donante/receptor, debería promoverse la progresiva participación de los países de renta media en las tareas de ayuda, a medida que avanzan y acumulan experiencia en desarrollo. Esto destaca la importancia de prestar mayor atención a las necesidades de desarrollo de los PRM, poniendo en consideración la necesidad de adoptar un criterio flexible e innovador en la política de cooperación dirigida a estos países, seleccionando la modalidad de ayuda y los instrumentos de acuerdo a las condiciones especificas de cada país.