ARSAT-1: Despegue hacia la soberanía

El jueves 16 de octubre fue una fecha que quedará en la historia de la Argentina. Se lanzó, desde Kourou en la Guayana Francesa, el Arsat-1 y marcó el ingreso de la Argentina al selecto grupo de países que producen sus propios satélites de telecomunicaciones.

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RECORRIDO HISTÓRICO

El proceso comenzó en el año 2006, cuando Néstor Kirchner tomó la decisión de que Argentina construyera su propio satélite. Para esto fundó la empresa estatal Arsat y se apoyó en el Invap para el diseño, especificación y construcción. De este modo Arsat reemplazó a Nahuel Sat, un consorcio privado y extranjero, al cual en el año 1991 se le había otorgado la provisión y operación de dos satélites: Nahuel 1, el cual fue puesto en la posición orbital 72 en el año 1997; y el segundo debía ser colocado antes de octubre de 2003 en la posición 81, lugar reservado al país por la Unión Internacional de Telecomunicaciones luego de un acuerdo de reciprocidad firmado con Estados Unidos. La importancia de esta posición orbital es que “ilumina” toda América longitudinalmente, con una franja que va desde Estados Unidos hasta Argentina. En el caso de que Argentina pudiera hacerse cargo de esta órbita, podría tener clientes norteamericanos, ofrecer servicios satelitales en el Hemisferio Norte, lo que representa un altísimo valor económico.

Cuando llegó la fecha, la empresa Nahuel Sat no había empezado a construir el segundo satélite, situación que puso en riesgo de perder la posición orbital 81 que ya estaba siendo reclamada por Gran Bretaña. Para que esto no ocurra, el Gobierno de Néstor Kirchner pidió una prórroga de dos años y se decidió construir un satélite argentino, y mientras tanto alquilarle a la empresa holandesa SES un satélite que ocupe la órbita 81. También se dispuso fabricar un segundo satélite para ocupar la órbita 72, ya que en el año 2010 el Nahuel 1 cumpliría su vida útil, y también se alquilaría uno hasta que se finalice con la construcción del Arsat 2.

El ex presidente Kirchner pudo inclinarse por una postura más firme y soberana debido a que la Argentina contaba con científicos preparados para hacerlo. Desde 1998, año en que Carlos Menem firmó con Estados Unidos el acuerdo donde se concedió la órbita 81, científicos e ingenieros argentinos trabajaban para Nahuel Sat, y se formaron en cómo especificar (explicitar las particularidades que el satélite a construir tendría que poseer para satisfacer las necesidades) un satélite, y en cómo estaban formados. Tuvieron que pedir licitaciones a varias empresas, las cuales presentaron manuales técnicos detallados de sus satélites, lo que generó que los argentinos empezaran a aprender cómo se construía un satélite de estas características. En 2006 los ingenieros satelitales argentinos pasaron de trabajar en Nahuel Sat a Arsat.

Finalmente el satélite Arsat-1 se lanzó, y ya se está trabajando en el Arsat-2 (el cual cubrirá todo el continente sudamericano), con expectativa de lanzarlo el año próximo.

EL IMPACTO POLÍTICO-ECONÓMICO

Una clara política pública orientada al desarrollo de tecnologías complejas queda de manifiesto, la cual posiblemente lleve al país a la obtención de diversos beneficios para su economía y las partes comprometidas con su circulación. El desarrollo de tecnologías complejas son las que mayores efectos multiplicadores producen en otros sectores del desarrollo tecnológico y de la economía, las que hacen posible incorporar mayor valor agregado y construir redes de circulación que integran instituciones del sector público y empresas del sector privado. Arsat-1 representa este nuevo modo para Argentina, y transforma una cultura empresarial histórica ligada a la especulación, el cortoplacismo y el atraso técnico. La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, al comienzo de la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, le dio rango institucional al fomento del área.

Muchos investigadores consideran que la política de telecomunicaciones se proyecta como el motor de la economía argentina; y que también impulsará la formación de nuevos científicos. Los jóvenes ahora podrán ver con otros ojos carreras científicas, debido a que habrá una mayor oferta laboral y se pondrá un punto final a la desventurada historia en la cual se formaban y graduaban científicos y tecnólogos que luego debían emigrar a otros paises ya que este no les proporcionaba oportunidades laborales, teniendo que migrar hacia los países centrales.

Se finaliza con la paradoja de que países pobres forman profesionales para las maquinarias de producción de riqueza de países ricos.

Hoy Argentina, a partir de este suceso histórico, ocupa un lugar privilegiado en el mundo, entró al exclusivo club de países con satélites propios y no dependerá de ningún otro Estado para poder hacerlo, ya que cuenta con la ciencia y tecnología necesarias. El lanzamiento del satélite Arsat-1 le otorga a la Argentina autonomía y soberanía, lo que en los tiempos que corren, tiene un valor incalculable, y es necesario que el país siga avanzando en este sentido. ◊

Autora: Josefina Bauni.