La guerra en Colombia es una de las más viejas en el mundo. Los grupos insurgentes nacen luego de la guerra civil entre el partido Conservador y el partido Liberal de ese país. Actualmente se está llevando a cabo un proceso de negociación entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Cada parte está representada por un comité de delegados y se cuenta con la participación de Cuba y Noruega como garantes, y la de Chile y Venezuela como acompañantes. Sin embargo, no es la primera vez que se negocia la paz. Durante las presidencias de Betancur y Pastrana se han realizado negociaciones sin resultados aparentes. Pensadores de la teoría de la negoción proponen el término de “conflicto intratable” para hacer referencia a combates cuya solución es improbable.
El texto “Grasping the Nettle” plantea el concepto de conflicto intratable para referirse a un enfrentamiento que persiste a lo largo del tiempo cuya solución es resistida. Según los autores todos los conflictos intratables tienen una característica en común: las partes comparten la creencia que lo que sus oponentes ganan, ellos lo perderán. O sea que la disputa se convierte en un juego de suma cero.1
La intratabilidad no es la causa per se del conflicto original sino que existen motivos que agravan la lucha armada. En primer lugar, los autores de “Grasping the Nettle” plantean que existe una especie de evolución del conflicto inicial dado que se suman nuevos actores con sus propios intereses que modifican la agenda original. A su vez, se plantea que la geografía y la geopolítica pueden llegar a promover la intratabilidad de una lucha armada.
El conflicto puede agravarse por cuestiones internas como los altos índices de pobreza, incoherencia entre los partidos políticos (en el caso de que sea un país democrático) y el manejo discursivo de las partes en conflicto que polarizan las nociones de identidad.
Los autores señalan que no hay que olvidarse que muchos conflictos brindan contextos que permiten prácticas comerciales ilícitas como la venta ilegal de armas, la explotación de piedras preciosas, tráfico de personas y de droga. Mientras más ganancias se puedan obtener de un conflicto, su solución se verá más lejana.
Si tomamos las causas planteadas para comprender qué hace que un conflicto sea intratable, notaremos que la guerra colombiana posee varios de estos componentes. El concepto de nuevos problemas que se le suman al problema original es una realidad en Colombia. Ya no se trata del reclamo de grupos guerrilleros que imponen la necesidad de una reforma agraria y política, sino que han emergido nuevos actores con sus propios intereses.
Además del gobierno y de los grupos insurgentes, en la década de 1980 se ha sumado un tercer actor: los paramilitares, financiados por grupos de terratenientes. Un máximo exponente del paramilitarismo es “Muerte a Secuestradores” (MAS) creado tras el secuestro realizado por el M-19, de Martha Nieves Ochoa Vásquez, hermana de Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa, miembros en ese entonces del Cartel de Medellín.2
En esa misma época hay que añadir el surgimiento de un cuarto actor: los narcotraficantes, cuya relación con los paramilitares, los guerrilleros y la política es ambivalente. En muchas regiones los narcotraficantes apoyaron la consolidación de los denominados grupos de autodefensa para contrarrestar el poder de los grupos guerrilleros. Sin embargo, en otras regiones los señores de la droga pagan una especie de impuesto a las guerrillas.
La relación droga-política muestra una dinámica expansiva que se inició con un enfrentamiento limitado entre las élites dominantes y algunos grupos traficantes de cultivos ilícitos. Los primeros basaban su ataque en el recurso de la extradición hacia los Estados Unidos, y los segundos se apoyaron en técnicas terroristas. La nueva constitución de Colombia de 1991, eliminó la extradición de colombianos creando un marco jurídico que propiciaba una especie de solución pacífica del conflicto.
A mediados de la década de 1990 la legitimidad del gobierno y de parlamentarios fue puesta en tela de juicio por la intromisión de dineros de dudosa procedencia en campañas políticas.3 Como ejemplo del proceso de filtración del narcotráfico, en el mundo democrático encontramos el caso del ex presidente Ernesto Samper, cuya campaña fue financiada con dinero del Cartel de Cali. Tampoco hay que olvidar el caso de Pablo Escobar, fundador y líder del cartel de Medellín, quien fue representante de la Cámara suplente para el Congreso de la República de Colombia por Antioquia en 1982.4
La intervención de EEUU en la lucha contra el tráfico de drogas es otro de los componentes en la dinámica de la guerra en Colombia. No es un dato menor que Colombia aloja en su territorio a siete bases militares donde EEUU tiene ciertos derechos, gracias al acuerdo militar entre los dos Estados, de 2009.
Como se ha señalado, la geografía puede ser considerada un factor que provoca intratabilidad del conflicto. Colombia nace entre ondulaciones montañosas, ríos y una exuberante selva amazónica. Las regiones, separadas entre sí, tienen sus propios medios de supervivencia económica y un fuerte sentimiento de orgullo regional. El control del territorio es una tarea difícil para Bogotá. Los narcos, las guerrillas y los paramilitares operan en el anonimato de la selva y en muchas regiones se han configurado sistemas políticos por fuera del Estado nacional. Además la costa caribeña es un punto estratégico para traficar droga hacia los Estados Unidos.
En la dimensión interna, ciertos datos deben ser analizados para entender la magnitud del problema. Durante la historia colombiana se han configurado estructuras de exclusión, los modelos de desarrollo han apartado a ciertos sectores sociales de los beneficios económicos. Según lo informó el departamento encargado de las estadísticas en Colombia, el porcentaje de personas en pobreza fue 32.7% en 2012. En el mismo año el porcentaje de personas en pobreza extrema fue de 10.4% y en términos de desigualdad el índice de Gini registró un valor de 0,5395. Reparando en el gasto social los indicadores muestran que en el año 2011 Colombia destinaba el 4,5 % de su PIB a educación y sólo el 2.2 % en salud (el segundo país sudamericano, después de Perú, que menos invierte en salud).
A su vez Colombia es uno de los países con mayor cantidad de desplazados internos en el mundo. En el año 2011 el gobierno de Colombia registró a más de 3.7 millones de desplazados internos. Sin embargo, la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) considera que la cifra real de desplazados por el conflicto armado supera los 5 millones de personas. Por otro lado, se estimaba la existencia de 389.000 refugiados políticos en el 2011 y que dicho número ha aumentado hasta la actualidad.6
Si analizamos el caso colombiano desde la noción de conflicto intratable apreciaremos que posee varios factores que hacen que la actual guerra sea de difícil solución. Sin embargo, existen muestras de una coyuntura nacional e internacional propicia para las negociaciones en la Habana.
Las FARC se encuentran disminuidas militarmente, la decapitación sucesiva de su cúpula dirigente y las nuevas tecnologías que permiten la vigilancia satelital dificultan la reorganización de la guerrilla. Por otro lado, existe un nuevo grupo económico, con más influencia que la oligarquía latifundista, al que le interesa la paz por razones económicas.
La pacificación le permitiría explotar recursos mineros junto con capitales chinos, y además, el presupuesto de guerra podría destinarse a fomentar el consumo interno. A las razones internas se le añaden cuestiones regionales. La guerra interna es un anacronismo en la región y no es la imagen que Colombia quiere proyectar, el gobierno de Santos está interesado en jugar un rol de liderazgo en los organismos de Sudamérica.
Los diálogos en Colombia se fundan en una imperiosa necesidad de paz. Si bien los temas coyunturales son necesarios para entender ciertas dinámicas sociales, existen causas profundas del conflicto que hunden sus raíces en la historia colombiana. La teoría de la negociación nos proporciona elementos analíticos para entender la gravedad del conflicto y porque su solución pareciera improbable. Sin embargo, las circunstancias actuales promueven una cuota de optimismo para que la paz sea una realidad en Colombia.