Este agudo proceso de cambio que significo la sustitución de la etapa preindustrial a un Sistema Capitalista en el que las relaciones de producción se trastocaron generando una profunda división en el que cada vez fue más evidente que el ecúmene se fue dividiendo en dos: quienes poseían los medios de producción y aquellos que sólo tenían como ‘capital’ su trabajo que vendían a los primeros a cambio de un salario. Los inicios del sistema capitalista en su fase industrialista estaba caracterizado por una explotación de la clase obrera en el que el denominador común era el trabajo a destajo.
Este sistema provocó la aparición, fundamentalmente, en Europa de nuevas corrientes ideológicas que denunciaban estas condiciones y, a su vez, una radicalización de corrientes ya presentes décadas atrás como el anarquismo y el socialismo.
La Iglesia Católica que, había enraizado profundamente en el mundo occidental desde hacía siglos, asistía impávida a los cambios surgidos al calor de las Maquinas no obstante ello continuaba atada a las viejas prácticas en beneficio de los más necesitados a través de la ‘caridad’. Los cambios vertiginosos en Europa Occidental a la par de fenómenos como los Congresos Católicos desarrollados en Alemania, Bélgica e Italia se comenzó a reflexionar sobre los cambios sociales ocasionados como consecuencia del cambio en los métodos de producción. Paralelamente, en Argentina, se llevaron adelante 24 Congresos entre los años 1884 y 1921 que cumplieron, vistos globalmente, roles significativos e imprimieron rasgos definidos y renovadores al catolicismo argentino. Tuvieron también, la virtud de pensar en cristiano las más graves cuestiones que padecía el país en torno a la ‘Cuestión Social’. Invariablemente esta nueva ‘mirada’ del catolicismo en Occidente fue obra de las primeras de las Encíclicas que dan inicio a la denominada ‘Doctrina Social de la Iglesia’: la Rerum Novarun de mayo de 1891. Este documento promulgado por el Papa León XIII se planteo abordar las complejidades surgidas de los cambios en la organización en torno a la producción de bienes y fue una respuesta al Socialismo que, en parte, había monopolizado el abordaje a esas cuestiones. Los otros documentos que forman parte de la Doctrina Social son la Quadragesimo anno. (1931) la Mater et magistra (1961) y la Populorum progressio (1967)
Ésa serie de Encíclicas azuzaron la aparición del Sindicalismo de inspiración cristiana que fue abriéndose camino en diversos países, con mayor o menor rapidez, a veces en forma estrictamente confesional. En el mundo secular de carácter internacional la Carta Internacional del Trabajo (1919), base de la Organización Internacional del Trabajo de Suiza (O.I.T.), tiene perspectivas frecuentemente análogas a las católicas sobre la naturaleza “humana” del trabajo, sobre el derecho de asociarse, sobre el salario, sobre la jornada laboral y sobre el reposo, etc.
En la República Argentina será, en principio, el Partido Laborista devenido en Partido Peronista que basara todo su andamiaje teórico bajo la influencia de la Doctrina Social de la Iglesia. La creciente influencia de la Secretaria de Trabajo y Previsión que actuó como paraguas de la lucha obrera que en algún grado había sido atendido hasta mediados de la década de 1930 por legisladores de orientación católica con el apoyo del Socialismo como lo fueron las dos primeras leyes obreras: la ley 4661 del Descanso Dominical, sancionada en 1905; y la ley 5291 del año 1924 reglamentaria del Trabajo de Mujeres y Menores, sancionada en 1907. El Peronismo fue el movimiento político que le dio una creciente importancia al sistema sindical no sólo como organismo autónomo en defensa de los derechos de la masa obrera sino que a través de la participación real en la estructura de poder de la República. El corolario a toda esta nueva serie de derechos fue la inclusión en la Constitución Nacional de 1949 de los Derechos Sociales contemplados en el Artículo 14 (bis). La conciencia sobre esta problemática y el grado de consenso en torno a estos derechos fue de tal magnitud de que más allá del Golpe Militar denominado Revolución Libertadora (1955) que derogó la Constitución ‘peronista’ tuvo especial cuidado en no eliminar ese artículo que consagraba derechos que habían madurado y enraizado en la clase trabajadora. Esta preponderancia, a más de siete décadas de la irrupción política del tercer Partido de masas en Argentina tras el Socialismo y la UCR, el Justicialismo dentro del Movimiento Sindical Nacional es aun gravitante en la mayoría se reconocen ‘peronistas’.
(Este articulo esta redactado en base al libro en redacción de quien suscribe que aborda la ‘Cuestión Social y Gremial’ a partir de la Encíclica Rerum Nobarim en Argentina)