El gobernante es conocido con el nombre más formal de “comendador de los creyentes” (en árabe, Amir al-Mu’minin). Los textos árabes de la época utilizan la palabra sultán para dar a entender “las autoridades”, o “el gobierno” en abstracto. No sería hasta el siglo XI cuando se utilizará como un título personal de los gobernantes que no eran califas, del mismo modo que el término abstracto Majestad se convertiría en un título personal en Occidente.

Hubo dos califatos muy importantes, que también se pueden identificar como períodos en la historia del Islam. El califato abasí constituyó el poder más importante del mundo islámico pero también fue el califato omeya el que contribuyó a establecer el estilo que seguirían todos los monarcas musulmanes, y los sistemas administrativos que organizaron sirvieron de modelo a todos los regímenes posteriores.

CALIFATOS DEL ISLAM

Califas ortodoxos (632-661)

Electos por la comunidad. Único califato reconocido por sunnitas y chiitas. A la muerte de Muhammad le sucedió como califa y en consenso por parte de la comunidad musulmana Abū Bakr, quien fuera reconocido por su calidad humana y su fe. Se dice que fue el mejor de los compañeros de Muhammad. Estos primeros cuatro califas fueron Abu Bakr, Umar Ibn Al-Jattab, Uthman Ibn Affan y Alí Ibn Abi Talib.

Califato Omeya (661-756)

Este es el primer califato hereditario de orientación sunnita. Su capital fue Damasco. En el año 656, tras dos años de gobierno poco beligerante por parte del último califa ortodoxo, Alí comenzó una guerra civil entre clanes de la tribu qurasaní. Uno de estos clanes, los Ummayad (Omeyas), que había aportado grandes generales militares a la expansión del Islam, como Muawiyya, no estaba de acuerdo con esta política de Alí. Muawiyya ya era un veterano militar y no estaba dispuesto a detener la expansión, de modo que se rebeló y consiguió, tras la muerte de Alí en el 661, establecer la primera línea dinástica hereditaria de los musulmanes.

Esta dinastía gobernaría 90 años, pero la muerte de Alí abrió la caja de los truenos. Si un sucesor directo del Profeta podía ser reemplazado “legítimamente”, entonces, ya no tenía sentido la norma consuetudinaria de que los califas debían ser únicamente quraisíes.

La dinastía Omeya se extendió entre los años 661 y 750. La capital del islamismo se trasladó desde Medina a la ciudad de Damasco, donde los omeyas crearon una realeza árabe, introduciendo el principio de que cada califa, antes de fallecer, designaba a su hijo como heredero. El sistema administrativo y fiscal que instauraron ayudó a incrementar la riqueza del imperio mediante el cobro de mayores impuestos a los súbditos no musulmanes de los territorios anexados. Bajo los Omeya floreció la arquitectura musulmana, con la creación de las grandes mezquitas de Damasco, Medina y Jerusalén.

Califato Abbasí (756-1258)

Este califato era de orientación sunnita y tuvo tres capitales. Primero Kufa (756-762), luego Bagdad (762- 1258) y finalmente El Cairo (1258-1517). Uno de sus califas, Mamún, se inclinó por la doctrina de que el Corán era algo creado. En su calidad de califa del imperio islámico, se consideraba heredero del legado del Profeta; por consiguiente reivindicó la autoridad de interpretar el libro sagrado como le pluguiera. Como el califa sentía una gran admiración por la sabiduría de los antiguos griegos, encargó la traducción de sus grandes obras científicas. Las versiones árabes de Aristóteles, Euclides, Hipócrates, Platón y Ptolomeo de los eruditos de Mamún preservaron el legado del saber clásico para los siglos siguientes.

Los abasíes trazaron el nuevo mapa político del mundo islámico; abandonaron la vieja capital omeya de Damasco en Siria y construyeron una nueva ciudad imperial en Bagdad, Irak. Si bien eran de linaje árabe, habían absorbido muchas influencias de sus vecinos persas. Introdujeron nuevas adquisiciones en el gobierno del Estado islámico, invitando a los conversos no árabes, judíos, cristianos, zoroastros y budistas a participar en la amplia y compleja burocracia que regía el imperio.

Califato Fatimí (909-1171)

De orientación chiita. Sus capitales fueron Kairuán (909- 973) y El Cairo. Mientras en el extremo occidental del Mediterráneo el califato abasí se desmoronaba carcomido por las crisis económicas y la infiltración de los turcos en el gobierno, al otro lado del Mediterráneo, en Túnez, los fatimíes acrecentaban su poder. Los fatimíes eran una familia árabe cuyo antepasado había sido un terrible rival de los primeros omeyas y ya se habían declarado a sí mismos califas en Túnez. Su ascendencia era persa y de ellos adoptaron la tradición de la política revolucionaria con la redención espiritual como objetivo de vida.

Al-Muizz, que gobernó el norte de África desde el año 953 hasta el 975, fue el cuarto califa de la dinastía fatimí, cuya ascendencia se remontaba al propio Profeta a través de su hija Fátima, de ahí su nombre como califato. Ellos eran chiitas, es decir que creían que los legítimos sucesores de Muhammad eran los descendientes de Fátima y su esposo, Alí, primo del Profeta. Por consiguiente las reivindicaciones de la dinastía abasí eran falsas. Los fatimíes afirmaban que solo ellos estaban en posesión del derecho divino de gobernar la umma -comunidad de los fieles-. A diferencia de los sunnitas, que consideraban al califa como un líder político, los fatimíes creían que su Califa era también el único y verdadero Imán, el maestro espiritual.

Califato Omeya de Córdoba (929-1031)

De orientación sunnita, se desarrolló en España, cuando sucumbe al control musulmán durante los primeros años del siglo VIII. Todavía gobernaban los califas Omeya en Damasco cuando se produjo la revolución de 752, erradicando del poder a su familia para ceder por la fuerza ante los abasíes. Un joven príncipe omeya, el primer Abderramán, logró escapar de la matanza coincidiendo con otros inmigrantes sirios en Al-Andalus. Con su ayuda creó una rama de la derrocada dinastía Omeya. Córdoba (España) se había convertido en una joya de Al-Andalus, la mayor ciudad de la península ibérica y con sus más de cien mil habitantes, en una de las mayores metrópolis del mundo mediterráneo.

Califato Otomano (1517-1924/26)

De orientación sunnita. Sus capitales fueron Edirne y Estambul (1453-1924). Turquía abolió el califato en la reforma constitucional de 1926. La organización social según el modelo profético pasó a los turcos desde la conquista de Estambul en 1457 y ha permanecido con ellos hasta la entrega del Califato en 1909, al ser depuesto Sultán Abdulhamid II. Los otomanos tenían tres principios, tres metas como civilización: Din, Daulet, Rakyat; la salvaguarda del Din, el gobierno justo y el bien del pueblo.

A finales del siglo XVI, una tribu de origen turco se había convertido en la potencia emergente y amenazadora de Asia Menor. Su primer emir, Utman u Osmán (1300-1326), de quien procede el nombre de otomanos, había creado un reino al este del mar de Mármara, con capital en Bursa. En solo sesenta años, sus sucesores ampliaron aquel pequeño reino, en territorio europeo, avanzando sobre otros emiratos turcos de Asia Menor.

A mediados del siglo XVI alcanzaron su máxima expansión, y así comenzó un lento retroceso de esta gran dinastía a causa de sus confrontaciones con persas, rusos, húngaros, príncipes balcánicos y gobernadores de su propio territorio que se autoproclamaban reyes. Tras el fin de la Primera Guerra Mundial este proceso se aceleró eliminando el último califato del mundo islámico.

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María Cecilia Benac es conferencista, escritora e investigadora. Magister en Políticas Públicas (Flacso), Profesora en Diplomacia y Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL). Especializada en seguridad y estudios internacionales. Entre otros posgrados realizados, se destacan los de la Universidad de Leiden (Países Bajos), Emory, Yale (EEUU) e IESE (España). Docente de la Escuela Argentina de Negocios entre otras instituciones. proyecto humanitario comunicacional, el cual dirige hasta la actualidad. Como miembro de Reporteros Sin Fronteras, cubrió los conflictos y guerras en Medio Oriente entre 2010 y 2016. Participando también de Misiones de Seguridad y Acción Humanitaria en Palestina, Egipto, Líbano, Marruecos y Siria. Es periodista y redactora en medios especializados.