INTRODUCCIÓN
En la última década la situación regional de Medio Oriente ha sufrido muchos cambios. Desde nuestro punto de vista, la última década puede dividirse en tres etapas. Entre 2000 y 2005 existió una buena predisposición de Irán para considerar los puntos de vista de la comunidad internacional. Lamentablemente, esta postura no se correspondía con los intereses hegemónicos del gobierno de los Estados Unidos, centrado en sus posiciones neoconservadoras con respecto a aquella región. La escasa coincidencia de intereses entre Washington y los países europeos (algo muy claro luego de 2003) evitó una mayor virulencia en la postura norteamericana pero también condenó al fracaso a las iniciativas europeas.
En la segunda etapa, entre 2005 y 2009, el nuevo gobierno iraní abandonó su voluntad de cooperación a partir de un cambio político interno así como de una sensación de seguridad generada por los altos precios del petróleo. Todo ello en un contexto signado por las dificultades que para los Estados Unidos se habían generado a partir de la inestabilidad en Irak y Afganistán. La respuesta desde Washington fue aumentar la presión hacia el gobierno. Este ha sido el período con menores posibilidades de entendimiento ya que ambos actores carecían de toda voluntad al respecto.
A partir de Enero de 2009 se ha abierto la tercera etapa, la cual creemos se extiende hasta la actualidad. La llegada al poder de una nueva administración norteamericana dispuesta a iniciar negociaciones con Irán sobre su programa nuclear indicó un cambio sustancial. Sin embargo, diversos factores tanto del lado iraní como del norteamericano evitaron que tal ventana de oportunidad pudiera ser aprovechada.
La hipótesis de este trabajo sostiene que desde finales de 2004 hasta mediados de 2009 la importancia regional de Irán fue aumentando hasta alcanzar su peak. Posteriormente, las posibilidades iraníes de alcanzar sus objetivos han disminuido.
Desde nuestro punto de vista plantearemos que la necesidad de una solución diplomática al programa nuclear iraní es algo que favorecerá a todos los actores involucrados. El nuevo contexto que se produciría beneficiaría particularmente a Irán cuya posición geoestratégica, sus recursos y su tamaño relativo le aseguran un lugar de preeminencia en la región de Medio Oriente.
EL ORDEN REGIONAL DEL GOLFO PÉRSICO
Desde un punto de vista analítico analizar el rol de la República Islámica de Irán (RII) en la región del Golfo MundosPérsico en particular, y Medio Oriente en general refiere al concepto de “orden regional”. El mismo puede definirse como el conjunto de reglas aceptadas por los actores intervinientes acerca de cómo gestionar las relaciones existentes entre ellos. Cada sistema regional tiene un Estado (o Estados) dominante en la cima de la pirámide de poder. Esa jerarquía regional está subordinada una jerarquía global. Es por eso que un orden regional es parte integrante de un orden internacional existiendo entre ambos conceptos una relación como la parte y el todo.
En este esquema el problema central es que Irán desea convertirse en un actor central de esa región sin considerar el papel de Estados Unidos como potencia rectora del sistema global mientras que Washington considera que puede generar un orden sin un país tan importante como Irán.
LAS ETAPAS DE LA SITUACIÓN REGIONAL EN EL GOLFO PÉRSICO
Primera etapa: 2000-2005
Desde que George Bush iniciara su primera presidencia (enero de 2000) su política exterior estuvo determinada por una serie de premisas y objetivos a alcanzar que podrían englobarse en la ideología de los “neocons”. Los ataques del 11 de septiembre de 2001 sirvieron de catalizador interno generando una respuesta que se plasmó en el inicio de la Guerra de Afganistán (octubre de 2001), en el discurso del estado de la unión (enero de 2002), la nueva doctrina de seguridad nacional (septiembre de 2002) y la escalada que culminó con la invasión a Irak (marzo de 2003).
En el verano de 2002 se hicieron públicas informaciones referidas a instalaciones nucleares iraníes y su posible utilización para fines no estrictamente civiles. Este tema se convirtió rápidamente en el principal tema de la agenda y produjo una división entre los Estados europeos y Estados Unidos en cuanto a la forma de tratar este problema.
Durante ese período, los objetivos esgrimidos por el gobierno norteamericano se convirtieron en algo no negociable y que debían alcanzarse de manera insustituible. En el caso iraní, su inclusión en el denominado “eje del mal” así como la agresiva política unilateral implementada por parte de los Estados Unidos hicieron imposible un entendimiento diplomático.
Hacia comienzos del mes de mayo de 2003 el gobierno iraní envío al gobierno norteamericano una propuesta de base para conversaciones directas. En un contexto signado por lo que parecía una exitosa operación militar en Irak y un reordenamiento regional manu militari llevaron a Jatamí a intentar disminuir los niveles de confrontación. Dicha propuesta1 contemplaba los principales temas de la agenda bilateral irano-norteamericana. Esa iniciativa fue completamente rechazada y se convirtió en una más de las oportunidades perdidas para llegar a un entendimiento acerca del papel regional de Irán en la zona del Golfo Pérsico.
Paradójicamente, la desaparición de dos regímenes opositores como el de Saddam Hussein en Irak y el de los Talibanes en Afganistán redundó en un beneficio para el gobierno de Irán. A pesar de esta realidad, desde Estados Unidos la política implementada parecía afirmar que “la manera de lograr la estabilidad regional consiste en enfrentarse con Irán y reducir su influencia en la zona”2.
Segunda etapa: 2005-2009
La nueva administración iraní, a partir de la última parte de 2005 cambió radicalmente su estrategia internacional. En base a una ideología que también fue denominada de tipo “neconservador”3.
A medida que las operaciones militares en Irak y Afganistán comenzaban a generar problemas crónicos, la idea que Irán había sido el principal ganador en términos geopolíticos, se iba materializando.
Por otra parte, los altos precios del petróleo entre finales de 2007 y finales de 2008 nos refieren a la tesis de Thomas Friedman acerca de la relación existente entre precio internacionales del crudo y las políticas implementadas por los países petroleros4. Ante incrementos de los precios las políticas tienen a ser más agresivas a nivel externo y menos liberales (respeto a libertades) en el plano interno.
Desde comienzos de 2005 el principal tema de la agenda de seguridad ha estado constituido por el programa nuclear iraní, aunque en el fondo la discusión no es solo acerca de un tema de carácter técnico sino las consecuencias en términos del impacto en el orden regional del acceso a esa tecnología por parte de Irán.
Tercera etapa: 2009-Actualidad
La llegada al poder de Barack Obama en enero de 2009, liberó al sistema político norteamericano de las limitaciones existentes durante los años de George Bush. Por otra parte, la anterior estrategia no había dado resultados por lo que existía la necesidad y la posibilidad de implementar un nuevo camino.
La necesidad de un nuevo enfoque se plasmó en el proceso iniciado en Ginebra y en Viena en octubre de 2009. Incluso en un escenario tan complicado como el planteado luego de las elecciones presidenciales del verano de ese año.
EL NUEVO ESCENARIO REGIONAL Y EL PAPEL DE IRÁN
Irán podría ser definido como una “potencia media” pudiendo considerarse cuatro variables para determinar la importancia de un Estado en este sentido: niveles de interacción entre las partes del sistema (contactos políticos), influencia cultural, influencia militar e influencia económica.
Así, en primer lugar si consideramos los contactos en el ámbito político (y más allá de las tentaciones de sobredimensionar o de desautorizarlos), parecería que los intentos por aislar al régimen iraní no han dado todos los resultados esperados. Como hemos señalado, el aumento de la influencia iraní en Irak o en Afganistán lo demostraría.
Sin embargo, estos contactos no pueden hacer desaparecer las diferencias culturales e históricas existentes entre ambas márgenes del Golfo Pérsico y que constituyen el principal impedimento para que Irán sea aceptado como la potencia regional de esa zona. Aún las audiencias potenciales shiitas de otros países de la región no son permeables a principios tan importantes para el régimen iraní como el velayat-e-faqih.
No es suficiente con que Irán posea una gran población (74 millones), de edad joven (70% posee menos de 30 años) y alfabetizada (85 % de la población de más de 15 años puede leer y escribir (87% de los hombres y 80 % de las mujeres). Esos niveles suben hasta un 98% en los hombres y 97 % en las mujeres en la franja de edad de entre 15 y 24 años).
En este sentido, una importante población joven y educada pero con escasas posibilidades de desarrollo conforma una combinación compleja no solo desde el punto de vista económico sino también social y político.
Otro de los elementos que podemos considerar es el referido al gasto militar. Si comparamos los gastos de los países del Golfo Pérsico entre 1988 y 2005 veremos que a Irán (con un 70% de la población de la región) destinó una media anual del 2,86% de su PNB a gastos militares, el menor porcentaje de la región (3,08% de Bahréin, 4,52% de EAU, 7,40 de Arabia Saudita y 9,78% de Kuwait).
A pesar de ello, las Fuerzas Armadas más numerosas son las iraníes (casi 700.000 hombres), seguidas por las saudíes (190.000 hombres). Una dimensión que se diluye si consideramos la población total de Irán relacionados con el número de militares.
Ninguno de los factores clásicos considerados: interacción política, demografía y desarrollo militar explicaría las posibilidades y limitaciones de Irán si no consideramos el papel de la economía iraní que es donde se encuentra el verdadero talón de Aquiles del país.
LA ECONOMÍA IRANÍ
Las complicaciones a las cuales se enfrenta la economía iraní podrían considerarse como fundamentalmente exógenas (crisis económica internacional e impacto de las sanciones internacionales) o de carácter endógeno (relacionadas con la misma estructura del sistema económico del país). El impacto de las sanciones internacionales no solo debe medirse en un aumento de los costos o reducción de las relaciones comerciales. Es mucho más importante a largo plazo el considerar las oportunidades perdidas, aquellas capacidades que permanecen ociosas o sin una utilización completa.
Entre 2000 y 2005 se produce el crecimiento más importante del PBI iraní el cual no se relaciona con una mayor generación de riqueza debido a la productividad de la economía sino a las ventas de petróleo. Los precios del petróleo fueron los principales causantes de este ingreso. Entre junio 2005 y julio de 2008 ingresaron al país 207 billones de dólares5. Lo negativo fue la creciente dependencia de la economía para con el sector de los hidrocarburos.
Si consideramos el aumento de la población de esos años (se ha duplicado en los últimos treinta años), veremos que en términos de ingreso per capita, la caída fue mucho más importante.
La inflación y el desempleo son las otras “malas noticias” de la economía iraní. Oficialmente el desempleo es del 14,6% (población mayor de 15 años). En la franja de entre 14 y 29 años, alcanza el 26,1% de esa población.
En cuanto al otro gran tema de la economía iraní, los subsidios, alcanzan la cifra de 90 billones de dólares, lo que representa casi el 25 % del PIB. El fin del sistema de subsidios ya ha comenzado a generar inflación y seguramente generará un descontento social que se trasladará al ámbito político.
Desde el punto de vista energético los problemas que enfrenta Irán tienen dos fuentes. En primer lugar, los precios del petróleo, no parece posible que vuelvan a los índices de 2006-2007 por lo cual los ingresos por la venta de crudo no aumentarán. En segundo lugar, la infraestructura petrolera del país seguirá envejeciendo sin inversiones y sin tecnología extranjeras con el consiguiente impacto en la producción.
Todos estos elementos en conjunto, nos llevan a afirmar que la economía iraní tiene problemas que van más allá de las sanciones internacionales pero que solo pueden resolverse si las sanciones económicas y financieras internacionales son levantadas. Para eso hay que solucionar el problema derivado de las dudas acerca del programa nuclear iraní.
Es de destacar que algunos sectores dentro del gobierno norteamericano consideran que Irán podría ser un socio fiable en la región. Stephen Kinzer6 sostiene que el reparto de poder en la región ha cambiado desde la estructura de la época de la Guerra Fría, la estabilidad regional de Medio Oriente pasaría por aceptar que Irán y Turquía son a mediano y largo plazo los mejores socios estratégicos.
Si bien esa es una voz dentro del sistema norteamericano, la importancia de lograr un entendimiento entre Estados Unidos e Irán también es compartida por los países de la Unión Europea que mejorarían significativamente su seguridad energética si se disminuyera la importancia relativa de Rusia en los suministros de hidrocarburos.
La aceptación del rol regional de Irán chocará fundamentalmente con los dos aliados tradicionales que serían los grandes perdedores del nuevo escenario estratégico: Israel y Arabia Saudita. En este sentido, la conformación de un nuevo orden regional que incluya a Irán debería ser precedido por medidas tendientes a garantizar la seguridad de estos países.
CONCLUSIONES
El nuevo orden regional que se está gestando en el Golfo Pérsico implica un cambio que tendrá sus ganadores y sus perdedores.
Todo lo señalado indica que Irán debería cambiar su tradicional punto de vista para embarcarse en un diálogo que aunque beneficiaría su posición geopolítica internacional debería encontrar una justificación interna que vaya más allá del simple pragmatismo, y allí reside parte de la dificultad. Ese es el principal costo que deberá pagar Irán para ser aceptado como miembro pleno del orden regional del Golfo Pérsico.
Más allá de este desafío interno, que es presentar un cambio de tal magnitud como un paso positivo que no signifique un abandono de las posiciones tradicionales, creemos que lo más destacado es la existencia de una ventana de oportunidad que no permanecerá abierta por siempre.
Desde nuestro punto de vista, los indicadores económicos y sociales de Irán demuestran que a medida que pase el tiempo las condiciones se volverán más duras y que la misma RII debería ser la primera interesada en aprovechar pragmáticamente las condiciones actuales para no actuar en contra de sus propios intereses.
El ingreso de la RII al sistema regional del Golfo Pérsico de manera plena, esto es, a partir de un entendimiento con los EE UU es una situación deseable y que traerá beneficios para todos los actores involucrados.
Tal como lo señala Kinzer, Estados Unidos e Irán comparten importantes intereses estratégicos en la región: estabilidad en Irak y en Afganistán (aunque luego existan diferencias acerca de los detalles) así como su oposición a los movimientos yihadistas extremistas. Por otra parte, Irán (y Turquía) tiene una historia de movimientos democráticos que haría mucho más fácil el entendimiento.
La situación económica iraní alcanzó su cénit en la primera mitad de 2009, a partir de ese momento la situación social pero sobre todo la económica han iniciado un descenso difícil de detener.
La falta de inversión internacional en el sector energético y las sanciones internacionales, así como las mismas contradicciones de la gestión económica iraní representan un desafío que complicará las prospectivas futuras del país. La inflación, el desempleo y las restricciones presupuestarias tendrán indudablemente sus consecuencias a nivel social con impactos en lo político. Aunque el tiempo juega a favor de Irán en cuanto al programa nuclear, pero no en lo referido a la economía iraní. ◊