Contraposición de derechos: el problema del poder
El derecho es la formalización de las relaciones de poder imperantes en una sociedad. En él se establece lo propio y lo ajeno, lo aceptable y lo repudiable, se definen normas de conducta y relaciones de propiedad. Si bien no siempre el poder de iuris corresponde con el de facto, el derecho funciona como legitimación del poder, y por tanto todo poder establece cierta estructura de derecho para mantener sus funciones. En los pueblos antiguos, el derecho o la legitimidad del poder, venía dada por cuentos mitológicos que relacionaban a la familia, casta, o grupo gobernante con una supremacía natural.
Tanto el derecho Romano como el Germánico, venían enfrentándose desde la desintegración del Imperio Romano, y paulatinamente el punto de rotación, en términos simmelianos, del espacio cultural europeo occidental, pasó del sur (de Roma) al noreste (La Galia y La Germania). Difícil es seleccionar una de las tantas razones de este traslado, posiblemente la supremacía musulmana jugó un papel importante evitando el desarrollo mediterráneo, sin ser el único causante de este cambio.
La Guerra de los treinta años expresa la eclosión final de este conflicto que caracterizó a Europa en esa época. El choque de culturas, produjo principalmente un choque de tradiciones, de las cuales las que más se enfrentaron fueron las tradiciones sobre el poder. Es decir, la legitimación del poder y de las autoridades características de Roma y de los Germánicos, que eran diferentes.
La derrota del cristianismo en las guerras de religión, se debió a la correcta instrumentalización por parte de Francia. Los postulados de derecho público le permitieron legitimar sus acciones defendiendo el derecho germánico en el Sacro Imperio Romano Germánico, y el derecho romano para sí, tanto a nivel interno como en sus relaciones con los demás reinos. Surge entonces una estructura internacional particular en la que por primera vez hay una definición clara de la autoridad política. Esto fue posible gracias a la ausencia de lazos de fidelidad con la tradición religiosa y a la nueva conceptualización de Richelieu, en la que el Estado, la nación y la raza ocupan el lugar más importante haciendo incluso posible apoyar otra Fe para cumplir estos objetivos.
Ahora la historia se muestra más clara y se comienza a ver lo que antes estaba oculto por un manto de misticismo: la lucha por el derecho. Por primera vez aparecen otras voces además de la de la autoridad (como la nobleza francesa) que hacen posible otra historia, y un debate que se posará sobre las legitimaciones y justificaciones, aplicadas a través del derecho de la autoridad, ahora estatal.
Diferencias entre las estructuras legales y la creación del sistema moderno de Estados
Por el lado de Roma, es quizás en el derecho donde el Imperio ha dejado uno de sus más grandes legados. La codificación y sistematización de las reglas jurídicas producidas en su apogeo son la base de gran parte de los sistemas jurídicos modernos y de la forma en que en la actualidad se piensa la legalidad.
El derecho romano estaba ordenado jerárquicamente (como es costumbre actual), y su forma de resolver los conflictos era a través de la inclusión de un tercero, representando al Imperio, que en base a indagaciones decidía sobre la disputa. Es una estructura altamente jerárquica, donde “la verdad”, termina siendo determinada por el poder político, por el Imperio.
En la tradición germana la estructura es otra, y como destaca Foucault, se asemeja más al sistema jurídico griego arcaico que podemos ver en Edipo Rey. En esta estructura, basada en la contraposición de pruebas, el pobre podía imponer al poderoso la verdad, y se desarrolla el arte de la construcción de la verdad por medio de la retorica y la razón. El derecho germánico se asimila más a esta estructura, ya que consiste en reglamentar el enfrentamiento entre dos individuos a través de las pruebas; pero la característica más sobresaliente es que el delito no era considerado acción pública, no había intervención de una autoridad sino que se trataba de un reclamo entre individuos a través de ciertas reglas. El derecho germánico era una ritualización de la guerra para la solución de litigios.
Así podríamos caracterizar a las dos tradiciones que detrás de estos sistemas jurídicos tenían sistemas políticos que respondían a los mismos principios.
Por un lado el Imperio Romano, con una estructura altamente jerarquizada y justificada en base a principios mítico-religiosos. La fundación de Roma es la manifestación de la legitimidad de la soberanía del Imperator, dándole un carácter Sacro a la ciudad y por tanto a su autoridad, sobre el resto de los dominios. Por otro lado, los pueblos germánicos, altamente fragmentados, tenían una estructura política que consistía en monarquías electivas, donde las reglas eran las de la soberanía de un pueblo que elige a su rey como quiere y lo destituye cuando lo juzga necesario.
Es por esto que el Sacro Imperio Romano Germánico se constituyó como una monarquía electiva entre las diferentes unidades territoriales existentes alrededor del Rhin. Esta estructura es la que se puso en juego en la Guerra de los Treinta Años. El cristianismo logró acaparar la Fe en toda Europa occidental, los principios germánicos (incluso la naciente ideología mercantilista de la pequeña burguesía), y encontró en el protestantismo su extensión clerical. Ahora, el monopolio teológico de Roma en occidente se había roto. No había nada que uniera a las dos grandes tradiciones del derecho.
El intento de la Casa Habsburgo de volver a generar un Imperio Católico en toda Europa, fue el avance final de un mundo que veía sus últimos días. Los reinos germánicos vieron avasallados sus derechos de libre elección, y recurrieron a la guerra.
Francia por su lado, es el ejemplo de la instrumentalización de los postulados de ambos derechos. El Estado se hace fuerte y logra el monopolio del poder. Esto la llevó a mantener la unidad e incluso reforzarla, evitando la temible unificación de su vecina, Alemania, que sería durante algunos siglos más el eje de conflicto para este Francia.
La secularización paulatina del poder, comienza a generar espacios para nuevas preguntas sobre la legitimidad soberana, que tenderán a presionar a los Estados para el desarrollo de tecnologías de gobierno, en reclamo de efectividad y respuesta. Estas serán los nuevos pilares de los Estados. Así como algunas verdades de la naturaleza y el universo quedaron al descubierto con Galileo, la política también se separó de las explicaciones mitológicas y descubrió estructuras ocultas que comenzaron a desarrollarse y profundizarse bajo el nombre de gobierno.