El bicentenario, los círculos y las grietas

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La historia argentina está formada por círculos concéntricos: sus nacimientos son una multiplicidad que no le dan cabida a la suma aritmética. La historia argentina está bien representada por el corte transversal del tronco de un árbol: la suma de sus anillos arroja como resultado la antigüedad del primero, pero no la edad del árbol: un árbol no tiene “una edad”, tiene “edades”. Pregúntese: ¿por qué los círculos del tronco son concéntricos?, ¿por qué no tienen intersecciones?, ¿por qué esa necesidad de dejar determinado que el año precedente se diferencia del actual y que el actual se diferencia del siguiente? ¿Se trata verdaderamente de una unidad, de un continuum? Usted diría que todo es parte del árbol. Pero un árbol no se resuelve con una suma de anillos. Un árbol no es “una subjetividad”: ingresa en multiplicidades que se manifiestan por un ir hacia afuera donde desaparece el sujeto que habla desde su centro. Si lo pensamos así, cada círculo no puede ser pensado como un año, pues la idea de tiempo se desdibuja. Al igual que en un árbol, la historia argentina está marcada por separaciones entre cada círculo. Cada capa, cada nacimiento, tiene su edad y, tanto para los árboles como para cualquier argentino, cada círculo representa “la experiencia de afuera”: esa nueva circunvalación al tronco humano que se mantiene fuera de toda subjetividad para hacer surgir como del exterior sus límites, enunciar su fin, hacer brillar su dispersión y no obtener más que su irrefutable ausencia, y que al mismo tiempo se mantiene en el umbral de toda posibilidad, no tanto para extraer su fundamento o su justificación, como para encontrar el espacio en que se despliega, el vacío que le sirve de lugar…. En el contexto histórico argentino, cualquier evento que sea colocado como el “yo” que nos representa a todos, se fragmenta, se desparrama y se dispersa hasta desaparecer en este espacio desnudo. La Argentina no tiene la estructura en la que la tradición sea posible: la tradición se rompe. Este espacio es para pensar el bicentenario desde otro lugar. Ya tienen numerosas publicaciones que hablan de historia, de poblaciones originales, mestizajes, políticas ligadas a diferentes potencias, innumerables migraciones… Eso lo dejo, con respeto, para los que siguen pensando que existe una “estructura”, para los que siguen mirando la parte exterior del árbol, y no la grieta interior que lo define.

Hay modelos distintos al argentino, al de los anillos del tronco de un árbol. Lo podemos ver, por ejemplo entre los eslavos. Para expresarlo en términos simples, la pregunta infaltable que formula un argentino hijo de inmigrantes que viaja a un país eslavo, es la siguiente: ¿de cuántas generaciones es Usted eslavo? El interpelado se queda sorprendido: nunca hubiera imaginado una pregunta semejante. Y le responde: “No sé, desde siempre…”. En este caso no existen círculos concéntricos sino una aparente continuidad. La clave de la respuesta está cuando dice “desde siempre”. Esa palabra, “siempre”, escapa al campo de la aritmética, pertenece a lo innúmero, a lo infinito, no se le pueden atribuir ni doscientos ni mil años. El ser humano comenzó a concebir la idea de espacio y tiempo recién en el siglo V de nuestra era. No existen palabras que hagan alusión al tiempo y al espacio en los poemas Homéricos: la concepción abstracta del tiempo es un hecho muy reciente. La aritmética y las matemáticas más avanzadas, excluyen al sujeto y al objeto. Eso es necesario para ese campo de estudio. El problema comienza cuando las ciencias humanas, por falta de integración de conocimientos por parte de sus especialistas, aplican analogías erróneas como consecuencia de sus desconocimientos: excluyen al ser humano de las ciencias humanas. El tiempo subjetivo o vivido no es equivalente al tiempo de los relojes. El tiempo de los pueblos no está naturalmente ligado a sus efemérides, sino a la “duración” de lo que interactúa día a día con sus vidas. El ser humano tiene la capacidad de generar la grieta sobre el plano, y la grieta iguala el modelo de los círculos concéntricos con la vastedad plana de los eslavos. Las efemérides son un modo de obligar al individuo a obedecer una ley disimulada. Quizás sea el momento de que comience a tomarse conciencia de que tanto la historia como otras ciencias humanas, deberían detenerse a estudiar la relación existente entre “reflexión y ficción”. Es hora (del griego: “momento clave”) de comenzar a pensar más en los hiatos que en las estructuras que supuestamente lo representaron. Allí seguramente se encontrará un motivo de festejo atemporal: Si estuviera presente en el fondo de uno mismo, la ley no sería ya la ley, sino la suave interioridad de la conciencia.

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Contador público (UBA), profesional en ciencias económicas (UBA), Profesor de literatura Universidad Masaryk de Brno, República Checa, Asesor artístico de la Universidad Tecnológica de Mar del Plata. Filósofo y filólogo, escritor de varios libros y artículos académicos y de filosofía.