Entre los siglos X y XIII al-Andalus formó parte de una intensa red comercial que se extiendió por la zona sur del Mediterráneo y llegó a convertirse en el centro del comercio internacional. En al-Andalus la vitalidad económica predominó durante todos los gobiernos omeyas. A partir del siglo XI con la aparición de pequeños reinos, la división económica, contrariamente a lo que pudiera parecer, no acarreó grandes inconvenientes. Cada reino se preocupó de que su producción local fuese en aumento y los monarcas, compitiendo entre sí, dieron un gran empuje a las ciencias. Apoyaron, más que otras, las investigaciones en agricultura, consciente de lo que esta ciencia suponía para el desarrollo económico de las regiones, y el siglo XI adquiere la fama de ser el que más literatura agrónoma produce.

A lo largo de los siglos VIII al XIII, los andalusíes trajeron a la península abundantes productos procedentes de diversos orígenes, que abarcaban desde el Extremo Oriente hasta el Magreb. No consiguieron aclimatar plenamente algunas especies como la pimienta, el cinamomo, el alcanfor o el incienso, pero obtuvieron máximos resultados con el azafrán, la palmera datilera, la caña de azúcar, el algodón, la granada y los cítricos, entre otros. Se generaron grandes excedentes de producción, que hicieron posible la exportación de algunos de estos productos como el azafrán, a otros países del orbe islámico.

Naves fabricadas en los astilleros de Málaga y Almería descargaban en el norte de África aceite, sal, azúcar, frutos secos y vinos, y regresaban repletas de cereales, oro y esclavos. Las pasas y los higos fueron comunes en la dieta de los andalusíes cuando aún no contaban con fama en Oriente, pero desde los puertos andalusíes se expandieron al resto del mundo y lograron su aceptación.

Respecto a la gran cantidad de nuevos cultivos que se introdujeron en al-Andalus, muchos comenzaron a hacerlo en la época del Emirato. Venían de Siria, Persia o Pakistán y todos pasaban luego al resto de Europa. Alcachofas (al-jarsuf), acelga (al-silqa), espinaca, zanahoria, berenjenas (badinyan), arroz, caña de azúcar (qasab al-sukkar), naranjas, melocotones, peras, higos, almendras, limones.

Se aclimataron especies aromáticas como sésamo, cilantro, comino, cáñamo, jengibre, orégano, perejil, canela, azafrán, anís, albahaca (al-habaq). Gracias a los omeyas, que importaron de Siria la afición por los jardines botánicos, pudo abordarse la aclimatación de especies de forma científica.

Esta aclimatación fue propiciada por los soberanos omeyas de Al Ándalus, y más tarde por algunos emires de las distintas taifas de la península, que instalaban extensos jardines botánicos cerca de sus palacios o junto a sus fincas de recreo (almunias). Para ello se rodeaban de geóponos que se encargaban de su cuidado y desarrollo y se convirtieron en Jardineros Reales, altamente valorados. Estos científicos fueron estudiosos, no solamente de la botánica, sino también del «Arte de la Agricultura», como ellos la denominaban. El almeriense Ibn Luyun (siglo XIV) decía acerca de la agricultura: «Alá ha puesto dentro de la Agricultura la mayor parte de los bienes necesarios para el sustento del hombre, y por tanto es muy grande su interés por las utilidades que encierra».

Los jardines también sirvieron en época de Al Ándalus como reducto de experimentaciones botánicas destinadas a la agronomía y la farmacopea. Para ello fueron necesarias la introducción y aclimatación de numerosas especies desconocidas hasta entonces.

LOS TRATADOS DE AGRICULTURA

En ciudades como Granada, Murcia, Valencia, Córdoba, Toledo, Sevilla o Almería surgió una extraordinaria literatura agrícola, donde la mayoría de los autores fueron médicos. Su interés por la agricultura estaba marcado por el conocimiento y aplicaciones médicas y dietéticas de las especies vegetales.

Toledo presenta a Ibn Wafid (1008-1074), quien compuso varias obras de medicina, entre las que destacamos el Libro de los medicamentos simples. Estuvo Ibn Wafid al servicio del rey al-Mamun de Toledo y para él creó un jardín botánico o Huerta del Rey (Yannat al-Sultan) que se extendía por la Vega del Tajo. Fue en este siglo XI, cuando Al Ándalus ve aparecer los primeros Reales Jardines Botánicos, adelantándose casi quinientos años a los de la Europa del Renacimiento. Entre otras obras, Ibn Wafid escribió una Suma o compendio de Agricultura. La obra agronómica de Ibn Wafid inspiró una de los más famosos tratados de agricultura del Renacimiento: la Agricultura General, de Gabriel Alonso de Herrera, editada en 1513 por encargo del Cardenal Cisneros.

IBN WAFID

La historia de la obra que se le atribuye a Ibn Wafid, comienza cuando Millás Vallicrosa identifica dos traducciones castellanas de las obras árabes de agricultura en el fondo de la Biblioteca Nacional de Madrid, en el manuscrito número 10.106. (1) Un estudio filológico determinó que estos tratados fueron traducidos directamente del árabe al castellano, fechándose la traducción en la época de Alfonso X, el Sabio, aunque la copia conservada data de finales del siglo XIV. (2).

El nombre completo de este autor era Abu-l-Mutarrif Abd al-Rahman ibn Muhammad ibn Abd al-Kabir ibn Yahya ibn Wafid ibn Muhammad al-Lajmi. Fue visir y perteneció a una de las familiar nobles de Toledo, los Banu Wafid, ciudad donde nació en el 1007. Estudió medicina en Córdoba pero luego volvió a Toledo para establecerse. Allí estableció años más tarde, la Huerta del Rey, donde se dedicaría a la experimentación agrícola. Además se le atribuyen obras como: Sobre los medicamentos simples, Libro de la almohada y Compendio o Suma de Agricultura.

Sobre el manuscrito de Compendio de Agricultura hay referencias que apoyan la afirmación de que Ibn Wafid fue su autor. Por ejemplo, Ibn al-Abbar, establece en su Takmila, que Ibn Wafid escribió “un compendio muy interesante de la agricultura, después de haber dominado todos los aspectos de la ciencia, y fue responsable de la plantación del famoso jardín del gobernante Al-Ma’mûn en Toledo”(Ibn al-Abbar, 1886- 1889: VI, 551, citado en García Sánchez, 1987, p.335). Aquí, en la Huerta del Rey o Bustān al-Na’ura (“Jardín de la noria ‘), uno de los primeros jardines botánicos de Europa, Ibn Wafid plantas exóticas aclimatadas traídos de Oriente Medio y Lejano Oriente y realizado agro-botánicos experimentos (Ibn Bassal 1955, p.32).

Ibn Wafid es una figura clave en la escuela de agronomía Andalusí. Sus estudiantes en Toledo fueron el botánico y médico Ibn al-Lunquh y el ingeniero agrónomo Ibn Bassal, quienes más tarde se trasladaron a Sevilla y se convirtieron en maestros, pasando sus conocimientos y habilidades para la próxima generación de botánicos y agrónomos como Ibn Hajjaj, Abu l-Khayr .

EL AGUA QUE TODO LO PUEDE

Todo lo relacionado a la agricultura pudo acontecer por las increíbles mejoras introducidas en las técnicas de riego. Todas las ciudades que fundaron los musulmanes en su hégira (exilio), salvo excepciones como Cairo o Bagdad, estaban en el desierto, donde disponer de agua para cultivos y consumo humano era muy difícil. Solo con los sistemas hidráulicos que dieron o desarrollaron y expandieron por el mundo, dotados de muchos y muy complejos procedimientos para la extracción, almacenamiento, irrigación y transporte del agua, fueron posibles los asentamientos en zonas áridas.

Con estos nuevos sistemas, todos esos cultivos que provenían de climas más húmedos, pudieron tener su oportunidad de crecimiento en el nuevo mundo conquistado por el islam. A esta revolución agrícola se la llamó la Revolución Verde, y el tema fue estudiado en profundidad por Andrew Watson, en su libro Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico.

Los primeros que introducen el sistema de riego en las zonas rurales son los campesinos sirios y magrebíes que llegan con los ejércitos, y en este sentido fueron pioneros:

“Las formas hidráulicas del antiguo territorio de al-Andalus, eran justamente parte integrante con las formas hidráulicas magrebíes, de un mismo conjunto tecnológico y, por consiguiente, de orígenes y procesos formativo comunes” (Miquel Barceló, El agua que no duerme), lo que es prueba de la importante relación que existió entre España y el norte de África.

Uno de los mecanismos usados para crear áreas cultivables en suelos con pendientes pronunciadas, fue la protección con piedras superpuestas, que sujetaban y daban lugar a una terraza plana de cultivo llamada bancal. Por otro lado el agua subterránea se extraía con qanats o pequeñas minas y si se trataba de un manantial se lo adecuaba para aprovechar al máximo su caudal. Luego se almacenaba en albercas y aljibes y finalmente se distribuía en las zonas pobladas.

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María Cecilia Benac es conferencista, escritora e investigadora. Magister en Políticas Públicas (Flacso), Profesora en Diplomacia y Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL). Especializada en seguridad y estudios internacionales. Entre otros posgrados realizados, se destacan los de la Universidad de Leiden (Países Bajos), Emory, Yale (EEUU) e IESE (España). Docente de la Escuela Argentina de Negocios entre otras instituciones. proyecto humanitario comunicacional, el cual dirige hasta la actualidad. Como miembro de Reporteros Sin Fronteras, cubrió los conflictos y guerras en Medio Oriente entre 2010 y 2016. Participando también de Misiones de Seguridad y Acción Humanitaria en Palestina, Egipto, Líbano, Marruecos y Siria. Es periodista y redactora en medios especializados.