CONFLICTO EN MAGALLANES
En noviembre de 2010, el presidente chileno aseguró a los ciudadanos de la sufrida región “no hay nada que temer, porque hay buenas razones para que el precio del gas, que es un elemento tan vital en una región que tiene tantas dificultades, se mantenga en condiciones más favorables para la gente de Magallanes que para el resto del país”. Pero apenas comenzado el año 2011, el Gobierno anunció que el precio del consumo de gas subiría en torno al 17 por ciento a partir del 1o de febrero. Esto implicaba que la población debería pagar 25 mil pesos promedio, en vez de veinte mil que consume hoy en día un hogar promedio.
Este anuncio bastó para que más de quince mil magallánicos se manifestaran de forma enérgica no solo en las calles sino en rutas nacionales, paralizando por completo la frontera entre la Argentina y Chile, como así también al transporte marítimo que une la isla de Tierra del Fuego con el continente.
A pesar de la defensa de Piñera respecto a la suba, al ver las manifestaciones de descontento a un nivel cada vez más incontrolable, debió dar marcha atrás a su decreto. Luego de dos semanas de ardua tensión se llegó a un acuerdo entre los integrantes de la mesa de trabajo de la Región de Magallanes (compuesto por representantes políticos de la región) y el Gobierno Nacional.
Entre los puntos del acuerdo se encuentra el incremento en el gas en un 3% de acuerdo al índice de precios al consumidor (IPC) por los próximos diez meses – hasta que el gobierno envíe al Congreso el proyecto de tarificación permanente de gas en Magallanes- y se volverá a la barrera de los 25 mil metros cúbicos, entregándose 18 mil subsidios a las familias más pobres. Asimismo, se levantó el paro y se procedió a desbloquear todas las rutas tomadas por camiones.
Más allá de esta solución a corto plazo que llevó a cabo el gobierno, las consecuencias fueron importantes: cobró el saldo de dos muertos, renuncia de cuatro ministros del gabinete y miles de ciudadanos argentinos varados en la frontera entre ambos países.
Lamentablemente solo son indicadores superficiales de la verdadera problemática chilena, la cual responde a un trasfondo político que surge de dos ramas: en primer lugar el descontento de magallánicos por las históricas políticas centralistas nacionales y por otro lado, la crisis energética que tiene Chile hace más de una década.
CONFLICTO REGIONAL
El reciente conflicto sacó a luz la tirante relación entre el gobierno nacional y los habitantes de Magallanes, de quienes resurgió un sentimiento regionalista arraigado y una vieja percepción acerca de la radical incomprensión de la realidad local por parte de las autoridades nacionales. De aquí tal vez el por qué de las enérgicas protestas: otra desilusión ante un gobierno centralista más.
La región más austral de Chile ha sido históricamente expoliada, en especial al extraerse sus recursos naturales no renovables. Carbón, petróleo y gas fueron exportados fuera de la región y llegaron a constituir un porcentaje muy importante del combustible de la matriz energética de Chile. Por ello, todas las reivindicaciones actuales de subsidios, más que subsidios deberían considerarse retribuciones por la confiscación histórica que ha tenido la región. Por ello, más que el alza del gas los magallánicos reclaman un nuevo trato que les dé otras posibilidades de enfrentar el futuro.
Es cada vez más evidente que la vieja relación territorial entre centro y periferia del Estado chileno empieza a hacer agua a medida que Chile se desarrolla en su economía, sociedad y estructura política. Las identidades locales florecen y por ende, la posibilidad de decidir e imponer tecnocráticamente desde el centro, disminuye.
De hecho, ya no es sólo el conflicto mapuche o Arica el que desafía al Estado chileno sino que hasta en la lejana región de Magallanes se sienten demandas de reconocimiento respecto de sus características particulares. Por ello, si bien el conflicto abre una serie de frentes inmediatos al gobierno, que traen duros daños a su popularidad, el desafío de fondo es otro: cómo redefinir la relación a largo plazo entre La Moneda y las regiones, que hacen frente a la estructura nacional, uniforme y programática.
POLÍTICA ENERGÉTICA
Que los recursos energéticos de Chile son limitados no es novedad, que esto representa una problemática para el país tampoco, pero lo que sí aumenta aún más la problemática es el hecho de que Chile carece de una política energética seria y responsable, sobre todo cuando su demanda energética crece de manera vertiginosa, por sectores industriales. Chile importa el 90% del gas, carbón y petróleo que consume. A pesar del tendido de oleoductos y gasoductos entre Chile y sus países vecinos, esto no es equivalente a un abastecimiento energético seguro.
Chile sólo puede cubrir su demanda de energía importando el combustible necesario, lo que debido a las disputas que subsisten con sus vecinos conduce al país a una dependencia con consecuencias negativas para el abastecimiento energético de su economía.
Este gas que Chile necesita para abastecer su economía es un recurso que Bolivia posee en abundancia, ya que es la segunda reserva de gas natural más importante de América del Sur. Mientras que Chile posee una línea costera que se extiende a lo largo de casi 6.400 kilómetros, su vecino, Bolivia, carece de una salida al mar, por la guerra del Pacifico con Chile, hecho que creó fuertes tensiones bilaterales al día de hoy. Una clara expresión de la tensión que existe entre Bolivia y Chile son los acuerdos de suministro de gas firmados entre Bolivia y la Argentina, que prohíben expresamente que la Argentina envíe gas boliviano a Chile.
La Argentina fue el principal proveedor de gas a Chile hasta el año 2004, año en donde se empezó a ejecutar recortes parciales de suministro para asegurar la provisión de su mercado interno, hecho que desde entonces ha afectado la relación bilateral. El año 2006 fue cúlmine para terminar de desgastar del todo las relaciones entre ambos, respecto de cuestiones energéticas, ya que por un lado la Argentina aumentó las retenciones a las exportaciones llegando a provocar un aumento del 45% en el precio del gas comercializado al país trasandino y por otro lado el gobierno de Evo Morales solicitó imperativamente al gobierno argentino que se comprometa a no revender o exportar gas boliviano a la República de Chile. Para Bolivia es inadmisible porque viola el referendo celebrado en el año 2004, en el que la población boliviana votó a favor de usar el energético boliviano como un arma de negociación con Chile para obtener una salida al mar.
Este no es el único indicador que marcó cómo Bolivia influye en las relaciones comerciales entre la Argentina y Chile. En el año 2009, las importaciones de gas boliviano hacia la Argentina aumentaron a un 56% (U$S 5 por millón de Unidades Térmicas Británicas) lo que trajo aparejado un incremento en el impuesto sobre las exportaciones de gas a Brasil, Chile y Uruguay (se elevó el precio entre U$S 4,60 y U$S 4,80 por millón de Unidades Térmicas Británicas de gas).
No obstante, la Argentina y Chile revitalizaron sus relaciones comerciales en los últimos dos años logrando que Argentina exporte a Chile un promedio de 18 millones de metros cúbicos diarios de gas, lo que equivale a un valor de aproximadamente U$S 4.000 millones.
Si bien hay a nivel regional proyectos comunes para la construcción de oleoductos, acuerdos sobre el suministro de energías convencionales e inversiones transnacionales, el camino hacia una cooperación regional es ciertamente más largo. En agosto de 2005, los Estados del Mercosur acordaron junto con Chile, Perú y Bolivia la creación del “Gasoducto del Sur”, un anillo de abastecimiento conformado por oleoductos y gasoductos bilaterales, proyecto que no llegó a concluirse aún. La realidad es que Chile es apenas un miembro asociado del Mercosur y tampoco está interesado en modificar su actual status, dado que impulsa una política de comercio exterior más liberal que el bloque.
Dentro del desarrollo de la crisis del gas y sobre sus posibles soluciones, es importante el rol que pueden jugar terceros países ya que con divergencias históricas, como las existentes entre Chile y sus vecinos del norte, se ve la limitación en que se encuentra sumergido para obtener en sus vecinos una solución para su dependencia energética de la Argentina.
La dificultad que radica en Chile es que no cuenta con un sistema energético interconectado. Debido a su enorme extensión vertical, el país tiene tres sistemas de abastecimiento independientes entre sí. En caso de presentarse una emergencia en uno de estos sistemas, el otro no puede suplir la falta de energía, lo que se constituye en un talón de Aquiles para la industria de la minería en el norte del país, factor económico clave.
De todos modos, las condiciones que se dan en Chile para el desarrollo de las energías renovables son únicas. En el norte, el sol brilla casi de manera permanente, en tanto que el sur está predestinado para la energía hidráulica y el viento patagónico hace que esa región sea apta para la energía eólica. Asimismo, la geología favorece la energía geotérmica. El mercado energético liberalizado y en manos de empresas privadas depende de un financiamiento inicial por parte del Estado para promover las energías renovables. Por el momento, los precios de generación son muy altos y parecen poco rentables en comparación con los combustibles de origen fósil.
El gas es un recurso escaso, no solo en Chile sino en todo el mundo, por el simple hecho de ser un tipo de energía no renovable. Confiamos en el fortalecimiento institucional de los países de la región para lograr acuerdos que consoliden una infraestructura que haga viable la solución de las presentes problemáticas y diferendos energéticos. ◊