En Argentina, luego de la crisis económica, política y social con su punto de inflexión en diciembre de 2001, se vivió un proceso de rearmado del país en todos los sentidos. Las reservas estaban vacías, la deuda era impagable, la pobreza y la indigencia eran el resultado de la aplicación del modelo neoliberal que afectó a la región en su conjunto. La industria desapareció y el desempleo golpeó a millones de personas. En el campo se remataban miles de hectáreas. Se fugaron capitales en sumas siderales todavía sin definir. En síntesis, un país endeudado con un Estado devastado y ausente.

Desde las décadas de los ’70 las potencias mundiales determinaron que el poder económico se basaría en el sistema financiero controlado por las multinacionales. Durante treinta años casi ininterrumpidos, se transcurrió por la senda de un modelo que impactó en los países periféricos y aumentaron todos los datos negativos de una  población en la sociedad en que convive. En sus comienzos, este modelo se impuso en momentos que Argentina vivía bajo el control de los gobiernos de facto y José Alfredo Martínez de Hoz es el siniestro personaje que llevó a cabo este proceso.  La exclusión social, educativa, laboral, de salud fue aumentando de manera impensable.

Luego en los ’80, nuestro país continuó con estas políticas pero ya durante los gobiernos democráticos. Se nos decía que esa “nueva democracia” sufría los avatares en el transcurso de su “crecimiento”. Los partidos políticos (bipartidismo y algunos más) fueron los canalizadores de las demandas que provenían desde la ciudadanía, con el triunfo de Alfonsín ante su contrincante peronista Ítalo Luder acompañado de la euforia del regreso a la democracia, pero el radical sufrió un durísimo revés en momentos que planteó la necesidad de un pequeño cambio en lo referido al modelo económico. Los grandes poderes se opusieron a la iniciativa (vale recordar el famoso discurso que pronunció en la Sociedad Sural Argentina en el año 1988) y el presidente no logró controlar la situación de desestabilización sumada a la desesperación de los más pobres en un país hundido en la hiperinflación.

Con su programa de revolución productiva y salariazo, Carlos Menem accede desde Anillaco a la Casa Rosada  y en un abrir y cerrar de ojos, largó el poncho, emprolijó sus patillas,  se reunió con los dirigentes de la UCD acercándose al establishment, se olvidó de las causas del genocidio militar y propuso como solución a la crisis a partir del vaciamiento del Estado en todos los aspectos, la entrega de todos los capitales de la nación a cambio de una estabilidad de la moneda que sólo benefició a muy poca cantidad del total de la población. Con Menem, el peronismo de los ’90 llegó para poner fin la historia de su propio partido aplicando las políticas mencionadas y así desprestigiar al partido.

La estabilidad (¿y la muerte de su hijo?), junto a la reforma constitucional, o sea, el pacto de Olivos, le dieron la chance a Menem de realizar un segundo mandato. En su segunda presidencia, comenzaron a explotar todos los conflictos sociales. La ausencia estatal en las grandes periferias urbanas, por ejemplo, produjo catastróficas consecuencias en millones de personas que se alejaron de las escuelas, los centros de salud, se quedaron sin empleo, etc. Esta población se asentó en lugares donde el Estado brilló por su ausencia casi desde su inicio: las villas miseria. En varias oportunidades, las ONG’s vinieron a suplir ese vacío en los territorios, pero sobre la elección de qué políticas hacer y hacia qué sector, no eran realizadas desde una visión de interés nacional.

Los partidos políticos y los sindicatos fueron cómplices del acompañamiento del modelo neoliberal y por ello, durante el menemismo ascienden en su protagonismo los movimientos sociales, siendo los sectores populares más golpeados los que se organizan principalmente para reclamar trabajo. La expulsión de los trabajadores al mundo de los desempleados, se le dio en millones y ese sector dejó de tener uno de los dos canales para atender a sus reclamos: el sindicato. Estos movimientos surgen en el norte y en el sur argentino (General Mosconi y Cutral co) y se desparraman por todo el territorio nacional con formas alternativas de organización y con la utilización del piquete como nueva estrategia de lucha.

El peronismo como partido se encontraba desacreditado socialmente, a la vez que dividido  por enfrentamientos irreconciliables de sus conductores luego de la aplicación de un modelo que poco tenía que ver con la historia de este movimiento, sin embargo la contienda electoral para elegir presidente en 1999, estuvo enfrentada entre dos sectores del movimiento. Eduardo Duhalde con su aparato dentro de la provincia más grande representaba al peronismo “clásico” de los ’90 y Carlos “Chacho” Alvarez con el FREPASO se unió a la UCR de De La Rúa, formando la famosa Alianza que obtuvo los votos necesarios para conducir al país. Quizá, a nuestro entender, el error político más grave al no haber logrado leer entre líneas que el modelo era insostenible y que iban a ser ellos los que cargaran con la responsabilidad de algo que les fuera, en parte, ajeno.

La conclusión fue la explosión de todo lo acontecido que se dio durante el gobierno de Fernando De La Rúa cuando el país eclosionó y el presidente (uno de los que más muertes tiene en su mandato, por el tiempo que estuvo en su cargo) huyó en helicóptero, luego de profundizar la crisis con la inoperancia en varios aspectos: duplicación de la deuda externa, flexibilización laboral, vuelta de Domingo Cavallo a Economía, corralito.

Con el radicalismo en crisis, vuelve a tomar la conducción el peronismo de Duhalde, luego de algunas presidencias previas de días y hasta de horas, para continuar con el mandato abandonado por la Alianza. El senador Duhalde que había perdido la contienda electoral en 1999, se hizo del poder, declaró la devaluación de la moneda, pesificó las cuentas bancarias y trajo relativa estabilidad a la situación hasta que se vio obligado a adelantar el llamado a elecciones presidenciales a partir de la muerte de Santillán y Kosteky en manos de “su” policía bonaerense. Duhalde da el visto bueno para apoyar al candidato de la Patagonia, Néstor Kirchner con la intención de competir con Carlos Menem, quien (inexplicablemente) buscaba su tercer mandato.

En 2003, Argentina comienza una etapa de despegue luego de haber tocado fondo en la crisis más importante que tuvo el país y con la presidencia de Kirchner, la nación vuelve a ser sostenible en cuanto a los niveles macro. El Estado tiene un resurgir, luego de haber sido devastado por las políticas de los ’90. El aparato del Estado volvió a tener presencia en todos los ámbitos de la política nacional. El Ministerio de Desarrollo Social llegó hasta el lugar más inhóspito donde hubiera una familia habitando suelo argentino. El Ministerio de Trabajo intervino en las negociaciones colectivas y la devolución del empleo para las capas más golpeadas. Crecimiento económico, inversiones, aumento exponencial de las reservas, fuerte aumento de los índices de empleo (y con esto resurgimiento del protagonismo de los sindicatos, ahora conducidos por quien se había enfrentado en los ’90 desde el MTA a las políticas neoliberales, en especial, a la flexibilización laboral o “ley banelco”: Hugo Moyano), reapertura de las miles de industrias que se habían fundido durante los ’90, políticas no ortodoxas llegaron al Ministerio de Economía de la mano de Roberto Lavagna, quien sin plantear nada “revolucionario” se enfrentó a los acreedores privados de la deuda externa y les ofreció una quita mayor al 70%. Argentina llegó a tener una relación PBI-Deuda de 1.5 por arriba la segunda sobre el primero y durante los gobiernos kirchneristas esa relación se redujo a 0.2.

En un primer momento, el gobierno rompe con el duhaldismo y se sostiene con sectores progresistas que fueron catalogados como el transversalismo, donde confluyeron movimientos sociales, partidos pequeños, sindicatos, etc. Pero para las elecciones legislativas de 2005 se enfrentan para arrebatarle el aparato bonaerense a Duhalde en una contienda entre “Chiche” Duhalde y Cristina Kirchner. La primera, bancada por el control territorial de su marido y su relación con las “manzaneras”. La segunda, esposa del presidente y senadora, compitió donde nadie recomendaba meterse y arrasó. A partir de este triunfo y con la situación económica en fuerte aumento, la reelección era sólo un trámite y lo que faltaba decidir era quién de los dos, Néstor o Cristina, iba a postularse.

Finalmente, la esposa emprendió la campaña y, por razones que nos exceden ya que no eran votos necesarios para ganar, se decide tejer por medio de una operación de quien fuera jefe de gabinete, Alberto Fernández, un acercamiento con el gobernador radical de Mendoza, Julio Cobos. El trámite siguió su curso y el triunfo fue contundente.

Durante el gobierno de Cristina, los datos macros continuaron en ascenso, batiendo records y demás, pero se vio fuertemente golpeado por el mal manejo del conflicto con el sector agrario, con la aplicación del famoso Decreto Nº 125 sobre retenciones a las exportaciones de cereales, en especial: soja. Los grandes medios de comunicación que en algún momento habían coqueteado junto a la pareja patagónica, se pusieron explícitamente de un lado de la contienda, se enfrentaron al gobierno y el conflicto terminó aquella noche de julio de 2008 con el voto “no positivo” del vicepresidente que era del gobierno pero no compartía más nada con aquel, usaba un cargo oficialista para tomar una postura opositora. Un tema por demás interesante (y debatido) desde lo institucional.

En lo político, al gobierno le costó mucho más de lo pensado la batalla contra “el campo”, ya que a los dos años de aquel histórico triunfo de la presidenta, en las elecciones legislativas la ciudadanía le dio un fuerte rechazo al otorgarle el triunfo (por dos puntos porcentuales, pero por muchos desde lo subjetivo) a Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires y así perder la mayoría en ambas Cámaras. Sin embargo, lo que se vislumbraba como un grupo opositor relativamente homogéneo (hoy denominado Grupo A), no ha logrado ponerse de acuerdo a varios aspectos y hasta la fecha, fueron pocos los logros políticos de este sector, que se caracterizó por emprender una política de oposición a todo lo que surja del gobierno.

Después de las elecciones legislativas y la derrota política contra “el campo”, hubo un pensamiento generalizado que sostenía que la era kirchnerista tenía los días contados. O se tenían que ir antes de la culminación del mandato que les había otorgado la ciudadanía, o llegaban a las elecciones de 2011 para perder contra otro candidato, donde Julio Cobos parecía tener buenas chances de dirigir una coalición entre los radicales con los que se había distanciado para llegar a la vicepresidencia en 2007.

Ese vaciamiento de poder que se pensaba que estaba viviendo el gobierno, fue rápidamente invertido y los números volvieron a ser favorables para pensar en una continuidad de su grupo político en 2011. Los periodistas opositores (como por ejemplo, Mariano Grondona) gastaron horas de programas y litros de tinta con la intención de pedirle a la oposición que se organice bajo el liderazgo de quien sea, pero que se alineen, ya que así sería la única forma de lograr arrebatarle el poder político a los Kirchner en las próximas presidenciales.

El gobierno de la actual presidenta, con la situación económica “controlada”, reforzó el carácter de lo político y social, al continuar con los juicios a los genocidas, pero en especial con tres leyes que marcaron un verdadero cambio: la Asignación Universal por Hijo, la estatización de las jubilaciones y la ley se servicios de comunicación audiovisual. La primera de ellas una de las políticas redistributivas más importantes de los años de esta nueva democracia iniciada en 1983, que produjo en un plazo de tres meses un aumento de la matrícula en las escuelas del 25%. Desde el campo progresista se cuestiona que la deuda del Estado continua en un verdadero cambio en lo referido a las políticas financiaras y fiscales, donde el gobierno presentó por medio de políticos aliados la Ley entidades financieras que, entre tantas otras cosas, podría facilitar los créditos para que la clase media pueda tener acceso a la compra de viviendas, ya que las entidades bancarias no facilitaron en lo más mínimo ese tema, como así también en un cambio en el sistema impositivo: bajar el IVA (el impuesto más fácil de cobrar, pero que ataca a la población en su conjunto) y aplicar un impuesto a la riqueza que tienda a reducir el rango entre los que más y menos tienen.

En aquella situación más o menos se encontraba el país cuando lo imprevisto se hizo realidad: murió el personaje argentino que más poder político acumuló durante el presente milenio. Al principio, la desazón de la dirigencia oficialista el mismo día en que se llevaba a cabo el censo nacional, iba acompañada de una sensación de esperanza para el campo opositor, pero con el correr de las horas, el apoyo popular que recibió la presidenta generó tres jornadas que pasarán a los annales de la historia argentina. Néstor Kirchner había logrado formar un espacio político de convivencia entre sectores que se pensaban (casi) imposibles de juntar. Un ala progresista que se podría encasillar dentro de los intelectuales de Carta Abierta, junto a sectores no peronistas pero con reivindicaciones populares como Martín Sabbatella y su agrupación Nuevo Encuentro que llegó a la conducción del partido de Morón al denunciar las prácticas corruptas de la familia Macri (en este caso, los negociados de Mauricio en su etapa empresarial) con el ex intendente Juan Carlos Rousselot. Sabbatella mantuvo una postura de apoyo crítico al gobierno, o sea no incondicional. Ese progresismo, también encarnado en varios movimientos sociales y agrupaciones peronistas de izquierda como el Movimiento Evita, Libres del Sur (hoy distanciados) y los jóvenes de La Cámpora – entre otros –, se alineó bajo la tutela de Néstor compartiendo escena con políticos más “clásicos” como el peronismo del interior de José Luis Gioja, y en donde hasta ha participado el salteño Juan Carlos Romero, defensores de las explotaciones de los recursos naturales como la minería a cielo abierto o las deforestaciones para la producción de soja para cerdos chinos. Otra de las patas que sostiene el modelo, es la CGT de Moyano, que convive con los movimientos sociales gracias al control que mantuvo el “pingüino” sobre el proceso político que nos encontramos inmersos. Todo esto pudo encausar por un mismo carril Néstor Kirchner.

Durante las jornadas en que se desarrolló el velorio del ex presidente, el actor que apareció casi inesperadamente se llama “juventud”. Esa juventud que la oposición se había olvidado de cooptar y que ahora se dieron cuenta que existe, que el año próximo vota y que siente que el kirchnerismo les devolvió lo que el neoliberalismo y los militares golpistas les habían quitado: las ganas de participar y decir lo que piensan al respecto de la política nacional y los futuros caminos a transitar. Y la presidenta se los reconoció en su breve discurso por cadena nacional la semana siguiente a los actos mencionados.

Ahora bien, el panorama para las presidenciales del año próximo puede leerse de la siguiente manera: desde la vuelta a la democracia, la UCR triunfó como partido (en elecciones presidenciales) sólo con la candidatura de Raúl Alfonsín. Luego, hubo peronismo de todos los colores. Menem le ganó primero a Eduardo Angeloz y a Horacio Massaccesi en su segundo mandato. Para 1999 el enfrentamiento fue entre peronistas (Duhalde) y peronistas que se aliaban con radicales y otras tendencias (la famosa Alianza). Fernando De La Rúa se encargó, sin intención, de desarmar el aparato radical y este partido se focalizó en el control de varias intendencias y algunas gobernaciones. Para 2003, la puja ya era sólo entre peronistas: Kirchner vs Menem. En 2007, el triunfo de Cristina fue un “trámite” dejando a Carrió en un segundo y distanciado lugar.

Asimismo, entendemos que el voto argentino, tiende a ser “conservador”, esto quiere decir mantener las cosas tal cual están, en momentos en la situación del país (especialmente la económica) se encuentra en relativa calma y fue por ello, que Menem llegó a su segundo mandato. En cambio, los votos reclamando reformas políticas (en elecciones presidenciales, no legislativas) se dieron en circunstancias en que la situación se encontraba compleja o en crisis absoluta. Los Kirchner llegaron al segundo mandato por haber retomado el orden y la calma en todo el territorio, aunque con varias deudas sociales que tienen que continuar modificando, si bien fueron de los que más respondieron en este campo. Por lo que ese voto conservador quizá acompañe al progresismo kirchnerista junto a peronistas clásicos.

Si damos por válida la interpretación que estamos sosteniendo, nos encontramos con un panorama donde la próxima elección estará enfrentando a peronismo vs peronismo, pero con la variedad que, hasta el momento, ninguno de los dos sectores esté cerca del otro gran partido de este bipartidismo, la UCR.  Si el peronismo Federal, peronismo opositor, no logra superar sus internas y alinearse bajo un solo nombre, entendemos que la situación será de una contundente victoria de Cristina Fernández de Kirchner, siempre y cuando la mandataria decida presentarse. Si, en cambio, el peronismo opositor puede organizar a sus dirigentes y formar un bloque con mayor consolidación, creemos que el rol de Daniel Scioli será clave para ver con cuánto poder cuentan, ya que el patrocinio de Duhalde nunca tiene que dejarse de lado para los análisis.

Lo que sí consideramos interesante es que de llegar a ganar Cristina, se abre un panorama por demás llamativo para las presidenciales del 2015, donde la presidenta no podrá volver a candidatearse y su marido ya no se encuentra como para continuar siendo ellos los detentadores de poder. Es ahí, donde la juventud que se anunció en la Plaza de Mayo tiene un futuro por demás prometedor.