No es difícil contemplar cuál es el horizonte unidimensional que se está dibujando, delante de nuestros ojos. Como duendes ya merodean en nuestros discursos, cuestiones tales como la legislación de emergencia, la vacunación masiva, la trazabilidad telemática, la geo localización de los individuos y el renovarse de antiguos conflictos entre Estados o mejor dicho entre economías, que son los únicos verdaderos sujetos políticos hoy en día, desde siempre en competencia por prevalecer en el mercado global.

Decididamente parece que nos hemos precipitado en el “tiempo de las cosas últimas”, un tiempo en el cual resulta necesario que cada uno de nosotros produzca y extraiga de sí mismo el máximo de sus propios recursos dianoéticos (criticó-intelectuales) y noéticos (intuitivo-espiritual). Hoy es prioritario para no permitir el arrebato de nuestra conciencia empática y de nuestra conciencia vocacional.

Para hacer esto introducimos dos cuestiones decisivas para interpretar el Zeigeist –diría Martin Heidegger–,interpretar el sentido del tiempo. Por un lado el concepto de inmunidad, meta privilegiada de ciencias, medicinas y filosofías herméticas. Por otro lado, el concepto ecosófico. Un concepto tan arcaico y ancestral, que está presente en todas las tradiciones indígenas y se encuentra enraizado potentemente en la cultura gnóstico-samaeliana, pero a la vez tan contemporáneo ya que un filósofo noruego (desde 1973) empieza a hablar de visión ecosófica o ecología profunda.

Pero hablemos de la inmunidad. El término inmune deviene del latín inmunem de in en un sentido negativo y numen –de numus– obligación, deber, servicio. Esto significa que creando un puente entre jurisprudencia y medicina, tenemos que entender la inmunidad como una forma de libertad, de libertad todo lo que mina nuestra estructura psicobiológica y que hace tambalear nuestros recursos vitales.

Es necesario aclarar lo que entendemos por inmunidad desde el punto de vista gnoseológico. Si el individuo, el sujeto en búsqueda de la inmunidad, de la sanidad y de la libertad de presencias y fuerzas patógenas no puede concebir su propia inmunidad como comprendida e incluida en una inmunidad más amplia que podríamos definir inclusiva y sistémica, dentro de la cual se incluye todo el planta, la entera ecosfera, la entera variedad de las formas de vida, será imposible que el individuo tenga y disfrute de una auténtica y duradera inmunidad.

Evoquemos la gran sabiduría estoica de Epicteto: “Recuerda hombre, no eres una monada aislada, tu eres una parte esencial en la maraña de la humanidad”.

Lo cual significa que no se puede estimular un punto en el espacio sin que la estimulación de dicho punto no conlleve a la simultánea estimulación de todos los demás puntos de el espacio.

Esta es el enfoque de la “simpatía universal” acogida por un estoico cual Epicteto, pero es al mismo tiempo el fundamento teórico y empírico de las investigaciones que llevaron Schrödinger a acuñar el concepto de entanglement, entrelazamiento de todo con todo.

Estamos entonces afirmando que la única inmunidad posible para el ser humano es aquella que podría conquistar cuidando de la inmunidad ajena… y este es el eje de aquel tercer factor de la revolución de la conciencia, sin el cual una hipótesis de sanidad, de consistencia psicobiológica y de invulnerabilidad o inmunidad es simplemente irrazonable. No debemos olvidar que nuestra humanidad es todo excepto inocente. Nuestra humanidad a nivel planetario es portadora de una cultura técnico-científica y neocapitalista que trata a cada criatura y a cada fenómeno no humano como materia para producir útiles, como substancia para utilizar a su propio uso y consumo, sin preguntarse nunca lo que es. Esto significa que si en este instante fuéramos poseídos, raptados, por un samadhi, por una expansión de la conciencia y pudiéramos a cierto nivel expandirnos más allá de nuestro limite corporal y contemplar la acción de la humanidad a escala planetaria, podríamos contemplar sorprendiéndonos, asombrándonos ciertamente, de que el comportamiento de la humanidad hacia el planeta tierra es el comportamiento de un virus. Así como el coronavirus, contra el cual es legítimo luchar y contra el cual tenemos que reaccionar y encontrar los antídotos tanto biológicos que espirituales; así como el coronavirus nos sorprende a las espaldas, colapsa nuestro sistema inmunológico y quebranta nuestras relaciones sociales, así nosotros desde hace milenios estamos haciendo lo mismo con la Tierra. Como consecuencia, tenemos que reaccionar al hechizo que envuelve el cuerpo entero de la humanidad, la entera maraña de la humanidad y pasar desde una identidad egoica que busca su propia subjetiva y egoísta inmunidad, al ser humano que expande la idea de sí y de su propia inmunidad, que se hace ser inclusivo. En el fondo estamos hablando de un pasaje antropológico que es parte integrante de aquella Educación Fundamental que el gnosticismo confiere a los que se acercan al mismo.

Que ahora cada uno de nosotros corra con la mente a aquellas figura históricas, muchas veces burladas y deslegitimadas, definidas a lo largo de los siglos hierofantes, médicos-sacerdotes, chamanes, iatromantes, faraones, representados y adornados con vestiduras antropológicas siempre evocadoras y legitimadoras e incluyentes de todas las formas de vida presentes en el planeta, minerales, vegetales, animales, el hombre entendido como antropocosmos, el hombre como puente, el hombre como mediador, el hombre como “rey y sacerdote según el orden de Melchisedek”, que incluye y pone en comunicación mundo mineral, mundo vegetal, mundo animal, mundo humano, mundo sideral… un poco como Tutankhamon, revestido con escamas de serpiente Ureo y plumas de buitre Nekhbet.

Dicho esto no será difícil para nosotros comprender la diferencia y la dicotomía entre el microcosmos hombre, o el antropocosmos, entendido como un ser sintiente, empático e inclusivo y la idea del hombre promedio que caracteriza hoy a nuestra humanidad, presentado como un animal intelectual erróneamente llamado hombre o como un mamífero racional, un animal enriquecido, potenciado, un animal dotado del Logos, diría Aristóteles, no ser humano todavía.

Porque la idea de humanidad implica el concepto de responsabilidad sistémica, que hoy en día el hombre demuestra no ser capaz de gobernar y concebir. Pero completando el concepto de inmunidad y para inaugurar el concepto de Ecosofía, qué nos interrogue Herodoto, que después de un largo viaje que llegó hasta Egipto escribió: “El pueblo egipcio es el más sano del mundo”.

Imaginamos ahora que este primer gran histórico, además de primer antropólogo, Herodoto, nos hiciera esta pregunta: ¿cuáles son hoy en el tercer milenio los pueblos más sanos de vuestra humanidad? Sin dudar así contestaríamos a esta pregunta: “los pueblos más sano de nuestra humanidad son aquellos cuyas antropologías prevén la legitimación y el constante cuidado de aquella parte de su identidad que es el planeta Tierra, la Ecosfera.

No estamos afirmando algo solamente teórico, porque habiendo tenido el honor de entrar en contacto con la antropología de las comunidades Mapuches, hemos podido averiguar cuánto esta cultura está impregnada de panteísmo, de ecosofía y de energetismo. Exactamente aquel tipo de actitud filosófica, el energetismo, que es la superación tanto del materialismo cómo del espiritualismo. Energetismo como tipo de filosofía que hoy el gnosticismo contemporáneo propone, nos hemos dado cuenta de cómo esta antropología sea capaz de responder a las inquietudes del ser humano, de su devenir, de su morir, de su estar en el mundo.

Evidentemente en estas respuestas no incluiría solo a los Mapuche porqué sería un error, sino que incluiría a muchos más pueblos originarios, como los Tehuelches, los Samis, Los Navajos, los Quechuas, los Tuaregs; todas aquellas poblaciones que poseen sistemas de valores cuya negación y sacrilegio está a la base de la cultura unidimensional del mercado global. Estos pueblos nos enseñan a re-animar el mundo y a re-simbolizar nuestra vida, exactamente lo que necesitamos.

Mientras hablamos de la inmunidad, implícitamente estábamos ya presentando la cuestión de la Ecosofía. Ecosofía que, en la segunda parte del 1900, ha sido propuesta por un filósofo como Arne Næss, filósofo noruego fallecido en 2009, y cuestión que, como dijimos al principio, está muy presente en las tradiciones gnósticas del pasado y es el eje portante de la cultura neo gnóstica elaborada por Samael Aun Weor. Ahora ¿qué significa Ecosofía? Ecosofía es una palabra que Arne Næss propone, compuesta por dos términos: Eco que deriva de la palabra griega Oikos y que significa casa, y Sophia, que en griego significa sabiduría. Ecosofía es la sabiduría de nuestra casa, y que nos confiere nuestra casa, pero sobretodo es la sabiduría de la sustancia, la sabiduría del planeta.

La ecosofía de Arne Næss yo la descubro después de haber tenido aquella bellísima experiencia con los Mapuches en Malvinas Argentina, y habiendo tenido el honor de ser incluido en una ceremonia equinoccial de sanación colectiva, después de la cual me he preguntado si en Occidente existiría algún pensador o algún filósofo que de alguna forma pudiese tener un enfoque parecido al de los mapuches. Y me he encontrado con filósofos y psicoanalistas como Arne Næss, o Guattari, que han intentado poner en discusión el dualismo, aquel dualismo filosófico que encuentra en su máxima expresión el pensamiento de Descartes, de Galileo, de Newton, fundadores entre otras cosas de la ciencia moderna; dualismo hombre-naturaleza que permanece también en Kant, y que ellos superan a través de una visión monista, según la cual hay una equivalencia entre todas las cosas existentes porque todas las cosas existentes devienen de una misma potencia o substancia.

Pero la argumentación más interesante de la filosofía de Arne Næss es la descripción que él hace de la relación, y sobretodo de la interrelación, entre hombre y ambiente. Él nos explica en definitiva que la relación entre hombre y ambiente, no hay que describirla como extrínseca, es decir que no pertenece a la cosa en sí –extrínseco significa “desde afuera”–, sino como intrínseca que significa “desde adentro”. Intrínseca en el sentido que “pertenece a la cosa en sí” de las dos fuerzas, de los dos entes que se relacionan, en este sentido interrelación.

Este discurso de la interrelación como evento intrínseco y no extrínseco es una cuestión que hemos ya escuchado y además en forma absoluta por un gran sabio que todos conocen bajo el nombre de Buddha. Los discursos del Buddha que son transcriptos dos siglos después de su predicación, se refieren precisamente a esto. Él en el fondo insiste proponiendo la Karuna, es decir la compasión.

Pero Karuna nunca disociada de Prajna, es decir la Sabiduría. Él quiere una compasión competente y sabia, lo que Samael llamará “El Amor Consiente” y esta compasión competente o Karuna-Prajna se la considera necesaria para crear aquella relación que es identitaria y constituyente de la persona. El Buddha parece decirnos “el otro me constituye”.

En este sentido vuelve potente el tercer factor de la revolución de la conciencia. Podemos entonces decir que Arne Næss, en el fondo vuelve a proponer la Unio Mystica, es decir vuelve a proponer la idea de la confluencia, de la fusión y de la adaptación de dos entes que se relacionan, aquella Unio Mystica en la cual los entes se encuentran disolviéndose el uno en el otro y originando una gran identidad. Unio Mystica que nos recuerda la palabra griega mystes de la cual devienen los términos mística y misticismo, y donde mystes es el “iniciado”, es decir el que se conecta al comienzo de sí, al principio de sí y lo hace infringiendo el dualismo entre sí y la naturaleza, entre sí y el otro, entre sí y el propio Real Ser interior y profundo.

Hemos completado entonces el dibujo argumentativo que pone en relación la inmunidad y la ecosofía. Inmunidad y ecosofía se relacionan en una proporción de equivalencia, como acabamos de describir existe unio mystica entre hombre y naturaleza, entre el hombres y los terceros, entre el hombre y su real ser. Entre inmunidad y ecosofía existe equivalencia, porque la inmunidad siempre es ecosófica y la ecosofía siempre es inmunitaria, la una es un aspecto de la otra.

Para que inmunidad y ecosofía se traduzcan en hechos, en fenómenos, en sustancias, hay que apelar al arquetipo fundacional de nuestra estructura psíquica, de la historia del mundo y de la posible realización de un camino auto-gnoseológico: nos referimos al Eterno Femenino, ese arquetipo de la Madre, aquella potencia que en la gnosis es presentada como la Divina Madre Shakty-Kundalini.

Arquetipo de madre, potencia ontológica presente en cada forma orgánica e inorgánica, que no se puede supeditar al cuerpo, a la mente, al ego, cuya identidad y presencia en nosotros podríamos describirla solamente a través de un Koan, que es el siguiente: “Ella no ha nacido, Ella no deviene, Ella no muere… Ella simplemente es”.

La tradición gnóstica nos dice por lo tanto que enfrentando nuestra debilidad y penetrando el corazón mismo de nuestra vulnerabilidad, allí en el fondo nuestro encontraremos un recurso protoplasmático, un fuego sutil y transparente, una potencia más sutil y penetrante de las células, de las moléculas, de los átomos, una potencia subatómica y morfizadora, capaz de reubicarnos en la ecosfera y de enseñarnos aquel tipo de sanidad e inmunidad que cada ser humano tiene el derecho no de pretender, sino de conquistar. En el fondo Enea hijo de Venus, de Venus fiel seguidor, por eso nunca pudo ser derrotado, ni en Troya ni en el Lacio. Es precisamente por este motivo que no obstante compartiese responsabilidades de tipo karmico/nemésico con los pueblos que fueron asediados en Troya y que sufrieron el apocalipsis desatado por lo dioses y por los hombres griegos, los Aqueos, físicamente, no obstante compartiese dichas responsabilidades, él nunca cayó en Troya, resistió y pudo recibir una nueva misión antropológica y pudo migrar, llegando en el Lacio a la búsqueda de circunstancias de dimensiones éticas, de relaciones y de alianzas para crear en el Mediterráneo, en las orillas laciales, una nueva Troya.

Es así como toma forma delante nuestro la potencia de la madre intrínseca en nuestras psicologías profundas. Hablamos de la diosa conocida en los cultos faraónicos como la diosa Isis, a quien ningún mortal ha levantado el velo, la diosa conocida entre los griegos como la Atenea Parthenos, aquella parte del cerebro de Zeus, que se desdobló, que se separó gracias al la intervención de Hefesto, hablamos de la gran diosa azteca Tonantzin, hablamos de la gran diosa Mapu, la gran potencia substancial y universal de los cultos andinos-patagónicos, hablamos del arquetipo viviente que puede conferir a los hombres y a las mujeres la realización de los tres grandes deseos anímicos: disolver el yo, coagular el alma reconstituyendo todas sus vestiduras áureas y sacrificarnos para nuestros semejantes. Esta potencia arquetípica, madre de cualquier inmunidad y madre de cada forma de relación ecosófica, entre los gnósticos no es conjeturada, intelectualizada, pero sí es investigada y contemplada a través del planteamiento teúrgico y a través del planteo meditativo.

Una de las muchísimas prácticas metodológicas para relacionarnos con el Eterno Femenino es aquella presente en el capítulo 28 del fundamental ensayo titulado El Matrimonio Perfecto, obra de 1950 de Samael Aun Weor, obra a través de la cual se vuelve a proponer el gran argumento alquímico-transmutativo. En dicho capítulo hay un fragmento de un antiquísimo ritual egipcio dedicado a un dios misterioso, llamado Hadith, presentado como el complemento de Nut, es decir como un aspecto que completa la potencia de la gran nodriza universal, de la diosa Nut: “Oh Hadith, Serpiente alada de luz, eres tú el secreto gnóstico de mi Ser, el punto central de mi conexión, la alada esfera y el azul del cielo son míos…. O AO KAKOF NA KONSA”.

En este místico ejercicio hemos oído palabras e ideas potentes, capaces de crear puentes entre nuestra superficie y nuestra profundidad, y sin querer intelectualizar la práctica, porque sería una acción que la neutralizaría, hay que subrayar que emerge el símbolo de los símbolos relacionado con nuestra Divina Madre, el símbolo de la serpiente. Pero una serpiente que pone las alas, una criatura terrenal que deviene sidérea, astral, y esta imagen poderosísima que nuestra psicología reconoce sin necesidad de demostraciones empíricas. Nosotros sentimos en términos arquetípicos que así es la identidad de nuestra psiquis, una serpiente, que desde terrenal por vocación, se vuelve astral. Este es el arquetipo del ave-serpiente maya-azteca, Quetzalcoatl, pero es también la unio-mystica entre Uraeus y Nekbeth, aquel ave-serpiente que adorna el cuerpo santificado del faraón Tutankhamon. Esto es también el mismo símbolo que se refiere a aquel extraordinario acontecimiento por el cual Mercurio caminando en la tierra encontró dos serpientes qué luchaban la una en contra de la otra, y él para darle paz a las dos serpientes contendientes, puso entre ellas un bastón y estas se enroscaron al bastón, tres veces y medio, y encontraron simetría, una dimensión de reciprocidad y desde aquel día Mercurio, dios de la sabiduría, utilizó aquel bastón que se había vuelto caduceo cómo su símbolo, símbolo hermético por excelencia.

En esta emocionante oración dirigida a Hadith, el estudiante, el prácticante, el añorante, el que quema (como dicen los orientales), el Tapas, se dirige a su propia Divina Madre diciendo: “Tu eres el secreto gnóstico de mi ser”, tu eres mi Real Ser, tu eres el punto central, el punto de convergencia de cada posible conexión, astral y telúrica, telúrica y astral. Finalmente la oración se completa con una perfecta afirmación, relacionada con todo el discurso que estamos haciendo, porqué el añorante afirma: “la alada esfera y el azul del cielo son míos”…

La alada esfera no es otra cosa que la ecosfera, la condición ecosófica, la gran esfera vital, el anima mundi dentro de la cual nosotros vivimos, devenimos y a través de la cual podemos pensar en nosotros mismos y realizar un camino gnóstico. Es así como diariamente podemos volver a entregarnos a la parte más profunda y arcaica de nuestra dimensión psíquica, y esta será la única actitud existencial auto-determinante que nos permitirá enfrentar conscientemente este clima de emergencia sanitaria, social, política y karmica en la cual estamos inmersos.

Y será precisamente esta Diosa inmanente en la materia, inmanente en el ser humano, que Hesíodo define como “la cosa más antigua entre las cosas que son”, será precisamente esta Diosa la que nos permita reaccionar al mundo contemporáneo el mundo contemporáneo des-animiza cada cosa, porque de cada cosa quiere hacer mercado, y des-simboliza todos los fenómenos de la vida, neutralizando aquella red de correspondencias y analogías que ponen en relación la cosa con la cosa en sí, el relativo con el absoluto, asfixiando la vida interior multidimensional del hombre, transformándolo de ciudadano a consumidor, volviendo al hombre sujeto de nada y objeto de todo.

He aquí el delinearse antes nosotros de un posible camino, de un camino gnóstico de reanimación y de re simbolización de lo real, un camino guiado por la Divina Madre, que Dante describe como “término fijo de consejo eterno”. Con infinita ternura recuerdo y no quiero olvidar los comienzos de mis estudios gnoseológicos, cuando recibí las primeras conferencias de gnosis por aquel divulgador que en mi ensayo Cosmoempatía presento como “el boliviano”. Recuerdo con precisión y no quiero olvidar el asombro producido por aquellas formulaciones semánticas, por aquellas definiciones que Samael Aun Weor nos donaba a través de su texto, sobre el hombre, su camino, la mente, el espacio, el tiempo, el destino.

Aprendí con rapidez y gracias a la sencillez del lenguaje samaeliano, que nuestro cuerpo físico hay que entenderlo simbólicamente y anímicamente como una Tierra Filosofal, aprendí que nuestro aparato respiratorio simbólicamente, anímicamente, hay que entenderlo como un Destilador Alquímico. Aprendí que nuestro centro sexual anímicamente, simbólicamente, hay que entenderlo como un Horno, como un Laboratorio, como un Templo… el templo como lugar de convergencia astro-telúrica del arquetipo de la Madre, en lugar de la unio mystica entre Nut y Hadith, aprendí que una cosa era el microcosmos o antropocosmos hombre, y otra cosa es el animal intelectual erróneamente llamado hombre, vencido y dominado, hetero-direccionado, por las potencias egoicas, que se unieron a él a lo largo del devenir y que lo hacen precipitar en dimensiones siempre más infraconcientes.

Simplemente indecible es el Dharma que nos permite entrar en una comunidad gnóstica y allí estudiar, gratuitamente, para largos años, adquiriendo instrumentos y metodologías para cristalizar inmunidad y para liberar en nosotros la visión de la conciencia ecosófica.

Nos saludamos con un triple sugestión, relacionada con la presencia concreta de la Divina Madre en nuestra vida cotidiana. La Divina Madre, afirman las tradiciones gnoseológicas del pasado y del presente, asiste siempre a su propia alma humana, siempre está presente a ella, como Venus siempre estaba presente a Eneas, como Athenea siempre estaba presente a Ulises, pero especialmente nosotros la descubriremos activa en nuestra existencia en el momento en que realizaremos tres tareas, tres funciones esenciales en este camino gnoseológico: la Divina Madre en nosotros se manifestará como Estrella Maris cuando nos ocupemos de la transmutación de los metales viles en metales nobles, en el aspecto alquímico de este camino; la Divina Madre en nosotros se transformará en Coatlique terrible cuando nos encargaremos de disolver los agregados psíquicos, las partes del ego como algo diferente de nuestra alma, en el aspecto psicológico de este camino; la Divina Madre en nosotros se manifestará como Athenea Polias cuando bajemos al voluntario encuentro con nuestros semejantes, para darles testimonio de nosotros y de nuestra vocación, enseñándoles la gnoseología en el aspecto social y político de este camino. Cuando llegaremos a cabo estas tres tareas, la Divina Madre devendrá en nuestra vida potencia eficiente, potencia súper-intendente, exactamente aquel “término fijo de consejo eterno” del que nos habla Dante Alighieri.

Accipe daque fidem

Nicola Feruglio

Escritor y presidente de Antropología Tercer Milenio.

Roma, 20 de marzo de 2020,

Conferencia “La inmunidad Ecosófica”, Antropología Tercer Milenio.