El desastre ya alcanzó magnitudes catastróficas. Los servicios metereológicos pakistaníes dijeron que las precipitaciones que azotaron a la población fueron las peores de los últimos ochenta años en Pakistán, mencionando que no tuvo precedente ya que unos trescientos doce milímetros de agua cayeron en sólo treinta y seis horas en el noroeste del país. Se desbordó la represa de Guddu en Sindh dañando con fuerza a las poblaciones del distrito de Ghotki. Las autoridades temían que si se seguía juntando más agua, el embalse podría colapsar y arrasar con decenas de poblaciones a lo largo del río Indo. Los ingenieros paquistaníes advirtieron que las enormes presas de Tarbela y Mangla llegarán a sus niveles máximos si las lluvias continúan, haciendo la labor del gobierno más ardua para socorrer a las personas. Peashawar, la principal ciudad de noroeste fue la más afectada desde el comienzo de las lluvias. Junto a los distritos de Swat y Shangla se aislaron del resto del país por la subida del río.

Según la Organización de las Naciones Unidas, se destruyeron más de cuarenta y cinco en los alrededores de la provincia de Jiber Pujtunjua (antes provincia de la Frontera del Noroeste) que bordea las zonas tribales a lo largo de la frontera afgana. La dimensión del desastre es peor que la del tsunami de Indonesia en 2005 que afectó a cinco millones de personas y que la del terremoto en el sureste asiático en 2008 que tuvo devastadores efectores sobre tres millones de habitantes. En un período de siete días (2 al 9 de agosto) en Pakistán el registro oficial, con el que Naciones Unidas está de acuerdo, es de 13,8 millones de personas afectadas.

El número de viviendas dañadas en las zonas de desastre suman más de doscientos noventa mil, dejando sin casa a más de dos millones de personas. Lo han perdido todo. Sus abrigos, ahorros, alimentos, sus hogares fueron sepultados por el agua y barro, en un alud que barrió con toda la geografía de la población en horas y sin darle la posibilidad a sus dueños de sacar sus pertenencias.

Con más de trece millones de damnificados, lo que realmente asusta es el efecto a mediano plazo de la situación. A menos de un mes del desastre la Organización Mundial de la Salud presenta una inquietud muy importante en base a información registrada en la primera semana de agosto: ya hay más de cien mil personas afectadas por enfermedades como la diarrea y el cólera. El mayor temor es que según la organización hay un alto riesgo de brote de enfermedades debido al estancamiento del agua, donde la población más propensa es la infantil. La situación podría tomar dimensiones epidémicas en poco tiempo, razón por la cual se debe seguir trabajando sobre los cuatro pilares de la ayuda humanitaria según la ONG británica Auxilio Islámico: medicamentos, tiendas de campaña, comida y agua. La inundación se agrava para las zonas afectadas, ya que muchos están pasando por un segundo desplazamiento, ya que allí se refugiaban decenas de miles de personas desplazadas (refugiados afganos en general) por la ofensiva lanzada contra la insurgencia talibán. Las personas evacuadas son llevadas a refugios temporales en edificios gubernamentales, escuelas o plazas. Por ejemplo unas ochocientas cuarenta y nueve familias fueron desplazadas de la Cachemira pakistaní.

EL CONTEXTO PAKISTANÍ

La situación en Pakistán ha dado un brusco vuelco a partir de la primera mitad de 2009, al exacerbarse el conflicto en el norte del país, en la frontera con su vecino Afganistán. Cerca de dos millones de personas que habitaban en la Provincia Fronteriza del Norte (PFNO) y las Áreas Tribales bajo Administración Federal (ATAF) (ver mapa) fueron desplazadas en una movilización sin precedentes que obligó al gobierno de Pakistán y a la comunidad internacional a desarrollar un plan humanitario de emergencia.

Pasados los primeros diez meses, el gobierno cambió su estrategia respecto del problema y destinó los esfuerzos en desarrollar planes humanitarios para el regreso de esos refugiados. Vale recordar que un refugiado no es aquel que se va sino que escapa; no escapa para buscar mejor trabajo sino para salvar su vida1.

Además de asistir a estos dos millones de personas que se desplazaron de sus hogares, Pakistán alberga a un millón setecientos mil refugiados registrados, la mayoría procedentes de Afganistán, pero también de Irak, Irán y Somalia2. Si bien más de doscientos mil afganos regresaron a casa en 2008, y cincuenta mil se repatriaron en Afganistán en 2009, la situación de conflicto en la región se deteriora y teniendo que satisfacer una necesidad humanitaria tan delicada en razón de un conflicto armado, que involucra la persecución de talibanes, resulta imposible de creer que se puedan desarrollar las estructuras pertinentes a tiempo para salvaguardar los efectos catastróficos de las recientes inundaciones en esta zona problemática.

La Refugee Affected and Hosting Area (RAHA) se puso en marcha por el gobierno pakistaní en 2009 con una previsión de cinco años para atender las demandas sociales, de alimento y refugio en Baluchistán y en la PFNO con el objetivo de asegurar una coexistencia pacífica entre los refugiados afganos y la comunidad local que los alberga desde hace más de tres décadas. Esta es una de las primeras organizaciones que socorrió a los damnificados de las últimas lluvias monzónicas, teniéndose que desviar, por cuestiones obvias, de su objetivo primario.

En ese, sentido si bien la base social y psicológica pakistaní no estaba preparada para recibir un desastre natural –el peor de la historia del país– el hecho de que ya haya en el territorio varias organizaciones de acción humanitaria y la fuerte presencia de Naciones Unidas mediante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur/Unhcr), permitió activar mecanismos de respuesta más rápidos que en otras situaciones. De todas formas las estructuras de dichos organismos colapsaron en breve, y hoy el norte de Pakistán requiere de toda la ayuda de la comunidad internacional.

PROMESAS QUE AYUDAN A RESOLVER LA SITUACIÓN

El primero en acudir al campo para socorrer a la población afectada fue el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados que, dado el contexto político en Pakistán desde 2009, se encuentran trabajando en el lugar. Hay otras organizaciones humanitarias que se sumaron al desastre como Médicos Sin Fronteras y organismos de las Naciones Unidas, incluso el gobierno pakistaní tiene un rol primordial, en materia de organización de la situación. Para resolver la cuestión de los refugiados afganos en su territorio, ya han realizado planes especiales que otorgan a los refugiados una credencial que funciona no sólo para mantener el registro de quienes son, sino que a ellos les da un documento de identidad para que se le haga más fácil la repatriación el día que puedan volver a su país.

Desde el punto de vista instrumental el gobierno pakistaní ordenó al ejército pakistaní desplegar efectivos en todo el país para socorrer a las personas. Y sigue trabajando de forma ordenada para que los planes humanitarios se desarrollen exitosamente en el terreno. Desde la perspectiva económica, la comunidad internacional se ha mostrado generosa y rápida en asistir a aquellos que lo necesitan. Estados Unidos destinó diez millones de dólares, China diez millones de yuans (1,5 millones de dólares) y la Comisión Europea treinta millones de euros en ayuda humanitaria para Pakistán. Para resolver la situación la ONU calculó que a largo plazo se necesitarán miles de millones de dólares para reconstruir los medios de vida de buena parte de la población paquistaní, así como la infraestructura dañada. Hasta el 12 de agosto de 2010 la comunidad de donantes otorgó 38,2 millones de dólares a la ONU y a las agencias asociadas para coordinar la ayuda de emergencia, en tanto que 90 millones más ya han sido prometidos.

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María Cecilia Benac es conferencista, escritora e investigadora. Magister en Políticas Públicas (Flacso), Profesora en Diplomacia y Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL). Especializada en seguridad y estudios internacionales. Entre otros posgrados realizados, se destacan los de la Universidad de Leiden (Países Bajos), Emory, Yale (EEUU) e IESE (España). Docente de la Escuela Argentina de Negocios entre otras instituciones. proyecto humanitario comunicacional, el cual dirige hasta la actualidad. Como miembro de Reporteros Sin Fronteras, cubrió los conflictos y guerras en Medio Oriente entre 2010 y 2016. Participando también de Misiones de Seguridad y Acción Humanitaria en Palestina, Egipto, Líbano, Marruecos y Siria. Es periodista y redactora en medios especializados.