El universo de Matías Mormandi es uno en el que una musicalidad, bien porteña, sirve de vehículo a versos que avanzan y retroceden sobre sus propias palabras. En un diálogo lúdico entre la fonética y los significados del lenguaje folclórico urbano, las canciones de Pompeya no describen calles o escenarios de la ciudad, sino que al contrario, son las escenas de la vida en ella que se integran a la armonía en una sugerencia naturalista.
Los protagonistas del disco son el artista y su piano y siempre ambos comparten el primer plano. Ya desde la portada, un Mormandi cenital es “sorprendido trabajando”, de manera muy similar a lo que ocurría en la imagen de su Kambalache que en su momento fue Disco del Mes del Club del Disco.
Como si fuera un cantante al borde de la esquizofrenia o un actor que interpretara varios personajes de la misma obra, Mati Mormandi canta con múltiples voces y entonaciones. El disco comienza con un track recitado, Selvaires, que es una oda a la ciudad. Una vuelta a la naturaleza en el pavimento inevitable. Pero también hay lugar para dos composiciones instrumentales, Zirimiri e Itsaso, que hacen de intermedio y final de la obra respectivamente.
Mientras se escucha Pompeya, se va alternando entre pasado y presente, entre tangos y canciones de otros tiempos. Es también un rescate de una entonación y un código locales, una resistencia del aspecto barrial de la gran ciudad, sin que eso signifique aferrarse a tradiciones o géneros. Es una aventura porque artísticamente asume los riesgos de un estilo personal, en ese camino hay un pasado que reconocer y un futuro al que llegar. En el tema que da nombre al disco, Mormandi invita a ese recorrido: “Hoy yo te canto la canción para encontrarte en el tiempo”.