¿Relaciones humanas basadas en la compasión y la cooperación? ¿Resolución pacífica de conflictos personales, institucionales o internacionales? ¿Búsqueda de entendimiento y respeto entre comunidades caracterizadas por grandes diferencias culturales, étnicas, políticas y religiosas?
Durante milenios, la humanidad se ha enfrentado al desafío de verse dividida por características e intereses de todo tipo, diferencias que en innumerables ocasiones condujeron a conflictos dolorosos. No todas las disputas pudieron resolverse de modo civilizado; de hecho, nunca escasearon los enfrentamientos violentos y la matanza. Pero miremos el lado positivo: las relaciones internacionales continúan evolucionando en la búsqueda de mejores instrumentos de pacificación a pesar de que, en numerosos lugares geográficos, la población o sus gobernantes siguen comportándose como un enloquecido avispero revuelto por las sacudidas de un tornado.
No hay más remedio –ni mejor– que profundizar la comunicación entre toda clase de grupos humanos para canalizar las necesidades y aspiraciones de cada parte. El mundo necesita comunicación, más y mejores intercambios libres de agresión, lo cual requerirá voluntad de diálogo empático aplicado en el amplio abanico que se inicia en el individuo y que culmina en los grandes actores internacionales. Sin embargo, semejante dinámica nunca será el resultado de aislados y débiles brotes de espontaneidad comunicativa. La humanidad debería alcanzar el íntimo reconocimiento de que la conducta intolerante puede convertir rápidamente a la Tierra en un lugar inhabitable, debería lograr la aceptación universal del peligro que conlleva la falta de diálogo y de consenso.
Hablar de diálogo con empatía o de comunicación empática nos lleva al terreno de lo que se conoce como “comunicación no violenta” o CNV. Desde la década de 1960, el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg concibió y desarrolló la CNV, concepto que difundió como educador y como autor del libro fundacional sobre el tema. Además, Rosenberg es un reconocido mediador en conflictos internacionales y creador, hace ya unos treinta años, del Center for Non Violent Communication (Centro de Comunicación No Violenta o CNVC).
Como enfoque y como método, la CNV busca generar relaciones satisfactorias basadas en el respeto, la compasión y la cooperación, cimiento que favorece la resolución pacífica de los conflictos más allá de los condicionamientos culturales. Se alienta el dominio de cualquier patrón de pensamiento tendiente a la ira descontrolada, tanto en ámbitos personales y familiares como en los sociales o institucionales. No se plantea un único proceso de entendimiento mutuo sino que se busca la adaptación a distintas situaciones y culturas; la intención es conectarse con uno mismo y con los demás de manera empática y compasiva. Desde luego, no se trata de la cura de todos los males, sino de una contribución al bienestar general a partir del mejoramiento de las relaciones.
Muchos opinan que la violencia es inherente al ser humano y que no es factible erradicarla. Nosotros insistimos en que es posible la resolución pacífica de los conflictos a partir del respeto, la compasión y la cooperación; creemos que las grandes diferencias culturales, étnicas, políticas y religiosas no tienen por qué resultar un obstáculo infranqueable para llegar al entendimiento entre las diferentes comunidades del planeta.
Una ola que viaja por el mar proseguirá su rumbo hasta romper en la costa, siempre y cuando cuente con la continuidad del agua para que su energía mantenga la trayectoria hasta el final. Si las generaciones actuales y las venideras sostienen el noble, el humano estilo de escuchar con respeto y de aplicar empatía en sus relaciones, entonces las sociedades madurarán en su modo de comunicarse y resultará más probable que todo conflicto local o internacional pueda resolverse de manera no violenta. El impulso inicial de la ola ya fue dado hace mucho tiempo por innumerables voces y medios diferentes; hace falta que su energía encuentre continuidad en los pueblos y sus gobernantes, en su juicio sano y en su buena voluntad. ◊