Cuando la luz rompe lentamente la oscuridad de la noche, las voces de las mujeres y el canto de los gallos dan la bienvenida al nuevo amanecer. Unas horas más tarde, la calle principal de Kaabong se despierta. Algunas tiendas salpicadas de pósters amarillos, rastros de la reciente campaña electoral, abren sus puertas. Pero mucha gente ni siquiera puede permitirse comprar las velas, el jabón o el aceite que venden en un puñado de puestos ambulantes.
Los habitantes del distrito de Kaabong, en la región ugandesa de Karamoja, han batido la nada envidiable marca de situarse entre una de las poblaciones más pobres del país. Una gran parte de la población es víctima de la violencia y del olvido crónico. Y un 70% de la misma carece de acceso a la atención sanitaria.
Las mujeres se ven especialmente afectadas. La tasa de mortalidad materna asciende a 750 fallecimientos en relación a la media nacional de 435 muertes maternas por cada 100.000 nacimientos.
Y la mortalidad infantil en Karamoja es de 105 muertes, en relación a la media nacional de 76 por cada 1.000 nacidos vivos, según estadísticas de la ONU en 2008.
En Kaabong, la intención de la organización internacional de asistencia médico-humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) es ayudar a reforzar los servicios sanitarios nacionales. Los equipos están prestando apoyo a nueve centros del Ministerio de Salud y al hospital de referencia del distrito. También llevan a cabo clínicas móviles en zonas aisladas, ofreciendo servicios médicos a muchas personas que no pueden llegar a las estructuras de salud por sus propios medios. Pero convencer a la gente de que busque asistencia médica en un centro de salud estatal es parte de un gran problema. Según el superintendente médico en funciones del hospital de Kaabong, el Dr. Nalibe Sheriff, hacer que la gente vaya al hospital es toda una lucha:
“La población del distrito de Kaabong está formada básicamente por pastores nómadas. Es también una de las más pobres de Uganda. La cobertura de letrinas en el distrito de Kaabong es del 2%, por lo que la mayoría de la gente sencillamente va al monte a hacer sus necesidades. Dadas estas condiciones, enfermedades como el cólera y la hepatitis son muy frecuentes. Aún así, la gente prefiere tratarse con remedios tradicionales. Ni siquiera las mujeres embarazadas vienen al hospital a dar a luz”.
En realidad, según datos de MSF de 2010, sólo un 29% de las mujeres de Kaabong tienen a sus hijos en el principal hospital de referencia que supuestamente debería cubrir las necesidades de 369.500 personas. Dar a conocer a las mujeres los beneficios de dar a luz en centros de salud es pues una parte fundamental del trabajo de MSF. Kyotuhaire Merecy Ishanga, supervisora de salud materna de MSF, y su equipo de enfermeras móviles salen a visitar las comunidades para animar a las mujeres embarazadas a acudir a las estructuras médicas. Pero, como dice Lina Loyce, comadrona del hospital de Kaabong, podrían evitarse muchas más muertes maternas y neonatales si más mujeres dieran a luz en el hospital:
“Aquí las madres a veces prefieren dar a luz en sus aldeas. Como esta mujer. La trajeron después de estar de parto en casa durante mucho tiempo. Cuando la llevamos al quirófano presentaba ruptura uterina. Había empezado a tener contracciones a las 11 de la noche y la trajeron aquí a las 6,30 de la mañana, así que ya os podéis imaginar que después de todo esto el bebé no logró sobrevivir”.
Al salir del centro de la ciudad de Kaabong y cruzar un puente que no debería estar ahí –teniendo en cuenta que el lecho del río no es más que un arenal donde los niños hacen agujeros esperando encontrar agua –, un inhóspito panorama se abre en el horizonte. Poco más que matojos brotan de un suelo duro que se resquebraja clamando a las nubes que dejen caer unas pocas gotas de vida. A través de equipos móviles, MSF atiende a cientos de personas que no tienen acceso al hospital, tal como explica Prisca Obara, supervisora de las clínicas móviles de MSF:
“La razón por la que iniciamos las clínicas móviles es porque la mayoría de los centros de salud no cuentan con personal cualificado. Y otro problema es la gran distancia hasta los centros de salud. Aquí hay robos de ganado. Los cuatreros cruzan estas aldeas cuando van de una comunidad a otra, por lo que la gente teme por sus vidas”.
En una zona donde los recursos son extremadamente escasos, la lucha por lo poco que hay puede ser brutal. Las vacas son la fortuna de la gente y su único patrimonio. No las matan ni se las comen, excepto en caso de emergencia. El robo de ganado lleva produciéndose durante décadas en la zona.
Al principio se trataba de un acto relativamente pacífico para obtener bienes adicionales a los que reciben las familias de jóvenes varones como dote. Sin embargo, con la introducción de las armas de fuego a finales de los años setenta, la zona es hoy la más insegura del país.
Las heridas a causa de la violencia vienen a sumarse a las grandes necesidades médicas en la zona, mientras la población atemorizada no se atreve a desplazarse hasta el centro de salud más cercano. También contribuye a empeorar la reputación de Kaabong como un lugar atrasado adonde nadie quiere ir, ni siquiera los trabajadores sanitarios. Parece ser que ni el gobierno ni la comunidad internacional se acuerdan de Kaboong, tal como explica el coordinador general de MSF en Uganda, Will Robertson:
“Muchas zonas de Karamoja registran los peores indicadores del país de mortalidad infantil, neonatal y materna. Tenemos que ocuparnos de esto de forma sistemática. Las diferentes partes implicadas tienen que he trata de una zona con altos índices de pobreza y de violencia que impactan la vida de sus habitantes, hay que abordar los problemas de forma que mejore la vida de la comunidad. Hay un límite a lo que una ONG puede hacer y es por ello que apelamos a que se invierta mucho más en los servicios sanitarios de Kaabong.
Cuando llega el atardecer a Kaabong, los puestos ambulantes recogen los productos que no han vendido, los perros vagan por las calles polvorientas en busca de un lugar donde descansar, y las voces de las mujeres de nuevo se apoderan de la noche. Como la violencia, la pobreza, la sequía y las constantes privaciones, la vida aquí sigue un patrón estable. Una estabilidad que oculta una crisis humanitaria crónica.
MSF presta asistencia médica y humanitaria en Uganda desde 1980.