La economía sustentable también llamado desarrollo sustentable, persigue un desarrollo socio-económico y surge en 1987 a través del Informe Brundtland, proveniente de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas. Su objetivo consiste en lograr un desarrollo que integre los objetivos económicos, sociales y medioambientales de la sociedad, con el fin de maximizar el bienestar humano en el presente sin comprometer la capacidad y los derechos de las generaciones futuras de satisfacer sus necesidades. De esta manera, existen dos motores para la economía sustentable: por un lado, debe satisfacer las necesidades de la sociedad tales como la alimentación, ropa, vivienda y trabajo, ya que una economía pobre es una economía inestable con posibilidades latentes de conflicto; y, por otro lado, dar prioridad a la sostenibilidad ambiental, con la idea de cuidar el planeta para poder continuar el desarrollo.

A partir de la toma de conciencia se comenzaron a aplicar distintas estrategias como el Protocolo de Kyoto sobre el Cambio Climático firmado durante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que busca reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global.

Más recientemente, este año entraron en vigencia los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que guiarán el trabajo de Naciones Unidas por los próximos 15 años; los mismos fueron establecidos el año pasado, tras ocho rondas de negociaciones intergubernamentales.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ponen a las personas en el centro y buscan un desarrollo sostenible global con un enfoque de derechos y bajo una alianza universal renovada donde todos los países tengan el mismo nivel de participación.

Existen países que han tomado el desafío en forma proactiva, por ejemplo España ha implementado una Estrategia Española de Desarrollo Sostenible y una Ley, la 45/2007, de Desarrollo Sostenible del Medio Rural la cual se encamina a situar a la economía nacional sobre los cimientos del conocimiento y la innovación, a través de herramientas respetuosas con el medio ambiente. Alemania durante el mes de mayo llegó, inclusive, a registrar una generación de electricidad renovable a niveles que causó que los precios por unas horas fueran negativos.

La Unión Europea (UE) como comunidad de países, se propuso objetivos para crecimiento sostenible: por una economía que utilice eficazmente los recursos, que sea más verde y competitiva, y con estas ideas en mente establecieron las metas de Europa 2020. Entre algunos de los puntos que mencionan se encuentran: reducir las emisiones de carbono, desarrollar nuevas tecnologías y métodos de producción ecológicos, e introducir redes eléctricas inteligentes y eficaces.

En el contexto descripto, en el presente artículo se analizará el rol de la economía y el desarrollo sustentable en América Latina, y a continuación se presentará la herramienta fundamental para el logro de dicha sustentabilidad: la cooperación entre países. Al finalizar el análisis se presentarán las consideraciones finales a las que se arribarán luego del estudio.

LA ECONOMÍA Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE EN AMÉRICA LATINA

América Latina es una región rica en recursos naturales y la clave del desarrollo regional se encuentra en gran medida aliada a la explotación de los mismos. Los ecosistemas de la región son de importancia mundial incluyendo a cinco de los diez países con mayor biodiversidad del planeta (Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú) así como el área de mayor diversidad biológica en el mundo: la vertiente oriental de los Andes. Sin embargo, no es posible lograr dicha meta sin compromiso con la ecología. Esto ha llevado a que los Estados reconozcan la necesidad de que las ciencias de la ecología y la economía se alíen para llevar adelante el crecimiento y el desarrollo de las economías de la región. No obstante, no podemos dejar de mencionar que el orden de prioridad y compromiso en los distintos países ha sido muy desigual.

Debe destacarse que Costa Rica ha sido un líder en la construcción de Agenda Pública Ambiental y multi-participativa: entre los años 1994 y 1998 se llevó adelante el Plan Nacional de Desarrollo, el cual definía entre sus metas conducir a su sociedad hacia un camino de desarrollo sostenible e igualdad. De esta manera, se constituyó el Consejo Nacional para el Desarrollo Sostenible (CONADES), el cual busca promover el diálogo y elevar el consenso en torno al Desarrollo Sostenible entre los distintos sectores y actores del país.

En la Argentina, por su parte, tuvo lugar la Agenda Ambiental Nacional que tuvo vigencia entre los años 2004 y 2007, la cual tenía como objetivo, junto a otros sectores del gobierno, resolver problemas de infraestructura básica, entorno y hábitat de los grupos más vulnerables de la sociedad así como también hacer énfasis en los procesos de producción sustentable en relación con el comercio de los sectores agrícolas, mineros y turísticos.

Entre las acciones que se llevaron adelante en forma regional hacía la sustentabilidad, en el mes de abril de este año, durante el comité plenario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en la ciudad de Nueva York, se creó el Foro de los países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible. El mismo constituye una nueva instancia intergubernamental, bajo el auspicio de la CEPAL, la cual buscará establecer el marco de monitoreo regional y subregional de seguimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible e informar al Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible creado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, entre otras funciones.

Los objetivos planteados en la Agenda de Desarrollo Sostenible se sintetizan en tres puntos importantes: el primero se enfoca en asegurar la existencia humana mediante la satisfacción de las necesidades básicas de la población; el segundo, apunta al mantenimiento del potencial productivo de cada país, a través del uso sostenible de recursos naturales renovables y no renovables, a la vez que busca el desarrollo del capital humano y del conocimiento. El tercero se detiene en mantener las opciones de desarrollo de la sociedad, asegurando las oportunidades para el acceso a la educación, empleos formales y la diversidad cultural.

En este contexto, la CEPAL propone complementar la Agenda 2030 proponiendo un cambio estructural progresivo y sustentable: un proceso de transformación hacia actividades y procesos productivos que 1) sean intensivos en aprendizaje e innovación, 2) estén asociados a mercados y a la provisión de bienes y servicios en rápida expansión, que permitan aumentar la producción y el empleo, y 3) favorezcan la protección del medio ambiente y el desacople entre del crecimiento económico con las emisiones de carbono.

Esta Agenda constituye una hoja de ruta para alcanzar la prosperidad, la paz y la inclusión, sin desconocer los límites ecológicos de nuestro planeta, ya que alrededor de 86 de las 169 metas de los ODS están relacionadas con la sostenibilidad ambiental. En este marco, medio ambiente y desarrollo sostenible destacan entre los conceptos más importantes de la política pública en la actualidad, por su naturaleza transversal y por ser esenciales para la supervivencia misma del planeta. En ese sentido la región deberá seguir impulsando la integración equilibrada de las dimensiones económica, social y ambiental.

Según un comunicado emitido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el 30 de marzo de 2016, América Latina y el Caribe es responsable de menos del 10% del total de emisiones globales de gases de efecto invernadero, pero está a la vanguardia de los esfuerzos para hacerles frente.

Durante 2015, toda la electricidad de Costa Rica provino de fuentes renovables; Nicaragua se ha embarcado en un ambicioso programa de energías renovables y acaba de concluir un gran proyecto de energía eólica; desde 2013 todas las nuevas licitaciones para generación eléctrica en Brasil y Uruguay han sido adjudicadas a tecnologías de energía solar y eólicas. Asimismo, deben destacarse los esfuerzos en términos de mecanismos fiscales que respaldan la gestión ambiental enviando señales al mercado y modificando los comportamientos: el año entrante, Chile implementará un impuesto al CO2 para la generación de electricidad que se adoptó en 2014, y este esfuerzo pionero para las políticas económicas de la región sobre mitigación del cambio climático y el medio ambiente ya está siendo adoptado también por países como México.

Es importante destacar que los países de América Latina poseen diferentes niveles de desarrollo, con lo cual, es difícil generalizar las prioridades y los objetivos a perseguir. Sin embargo, comparten similitudes importantes en términos de la trayectoria histórica, la forma de inserción en la economía mundial y el patrón distributivo. En este contexto, los principales problemas que salen a la luz son: la desigualdad, la transformación productiva y la protección del medio ambiente.

Dentro del proceso de combatir la desigualdad, la ONU considera la urbanización como una clave para el desarrollo sustentable, siendo un instrumento no solo para el desarrollo sino también para la productividad. El objetivo de la urbanización es entregarle una vida digna a los ciudadanos. Joan Clos, Director Ejecutivo de ONU-Hábitat, dictó durante el mes de Junio en Santiago de Chile una presentación titulada “Hábitat III: La Nueva Agenda Urbana”, el cual será el tema central de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible y Vivienda a realizarse en Quito durante octubre del 2016.

El principal desafío para la región de Latinoamérica continúa siendo la desigualdad, pese a que en los últimos años se registró una mejora en la distribución del ingreso.

La heterogeneidad estructural en la región es significativa, no sólo entre sectores sino también en el interior de cada uno de ellos. Gran parte del problema latinoamericano es la polarización entre pocas empresas grandes y un universo de empresas informales y de baja productividad. Tanto la especialización primaria como la heterogeneidad estructural dificultan el mantenimiento del crecimiento económico sostenido y la creación de empleo de calidad.

Pese a los esfuerzos realizados por algunos países de la región, los problemas del cambio climático global y las amenazas a la biodiversidad se agravaron considerablemente por la falta de protección de los bosques tropicales. De esta manera, la región queda más vulnerable a los fenómenos climáticos extremos, como ciclones, inundaciones y sequías, especialmente las pequeñas islas en el Caribe, más amenazadas por la subida del nivel del mar.

La región dispone de un enorme potencial para la generación de energías no renovables, tanto hidroeléctrica como geotérmica y eólica y ha hecho un esfuerzo notable por reducir el consumo de sustancias que agotan la capa de ozono desde la década del noventa.

COOPERACIÓN PARA EL DESARROLLO SUSTENTABLE

La cooperación internacional para el desarrollo sustentable comprende el conjunto de actuaciones que llevan a cabo actores públicos y privados, con el objetivo de promover el progreso económico y social de los países menos desarrollados de manera que la desigualdad existente vaya disminuyendo de manera progresiva y sostenible.

Los países de América Latina y el Caribe entienden que parte del programa para un desarrollo sostenible requiere de la participación activa de los países desarrollados así como del trabajo conjunto a nivel internacional. La región quiere apoyo permanente para el desarrollo, incluido el cumplimiento de la meta de 0,7% en asistencia para el desarrollo externo, pero busca también otras fuentes de financiación para el desarrollo tal como la aplicación de impuestos a las transacciones financieras y a los paraísos tributarios.

En este escenario, a principios de este año, la CEPAL acordó con el gobierno de Alemania la colaboración conjunta para la implementación de un desarrollo sostenible en la región, en el marco de la Agenda 2030 de la ONU. La primera cooperación entre la organización y el país europeo data de 1979; mientras que para el año 2003 acordaron cambiar el enfoque de proyectos específicos a programas plurianuales y multi-temáticos y definieron su cooperación como una “alianza estratégica” basada en valores compartidos y en la búsqueda de beneficios mutuos. Esta forma de cooperación ha permitido que los países de la región accedan a los conocimientos y experiencias institucionales y técnicas disponibles en Alemania y Europa.

Así como resulta importante la cooperación con países del norte, la región persigue la cooperación Sur-Sur para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sustentable. La presidenta del Comité de Cooperación Sur-Sur de la CEPAL, Gina Casar, aseguró a fines del mes de mayo que “la cooperación sur-sur es un elemento clave de financiamiento público para la implementación de las políticas que contribuirán al cumplimiento de los ODS”. De esta manera, la funcionaria resaltaba la necesidad de la colaboración con África, en el sentido de que el sur se comuniqué con el sur y generé una relación triangular de cooperación con los países europeos.

En este escenario, la potencialidad de la integración regional se vuelve central, ya que configura el espacio más natural para la creación de encadenamientos productivos, aprovechando la proximidad geográfica y la complementariedad entre las economías nacionales.

Otro país que ha trabajado en cooperación con la región para un desarrollo sustentable es Francia. Desde el año 2009, la Agencia Financiera de Desarrollo o AFD, ha destinado cerca de 1.000 millones de euros anualmente para hacía América Latina y el Caribe con el objetivo en mente de financiar el desarrollo sostenible. El financiamiento se suscribía directamente con los Estados así como con administraciones locales, empresas públicas, instituciones financieras públicas e inclusive ONGs. En la mayoría de los casos, los mismos fueron acompañados de programas de cooperación y de peritaje técnico permitiendo así establecer verdaderas asociaciones cooperativas entre instituciones francesas y latinoamericanas, favoreciendo el intercambio de experiencias y conocimientos. Entre los actores que formaron parte de estos intercambios se encuentran: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Unión Europea y Facilidad de Inversión en América Latina (LAIF).

El CAF, el banco para el desarrollo de América Latina, también se encuentra vinculado con países como España, miembro desde el año 2002, quién se conecta en la región a través del mismo con la región para generar convenios de colaboración con organismos oficiales sectoriales y estableciendo una serie de alianzas estratégicas con universidades y centros de pensamiento europeos de excelencia.

La cooperación no sólo debe darse con países de otras regiones, sino que la colaboración y el trabajo en conjunto debe ocurrir también a nivel interno. La secretaría de hacienda y crédito público de México declaró durante el mes de mayo su compromiso con la integración y el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe. El trabajo en conjunto así como la consolidación de estrategias comunes permitirá una mejor implementación de las mismas, entre países con realidades similares.

Así podemos establecer que la cooperación internacional funciona no solo como una fuente para obtener financiación sino también como una fuente de conocimiento y estrategias necesarias para la aplicación de los proyectos sustentables.

CONSIDERACIONES FINALES

El desarrollo sustentable es un ideal, un sueño deseado para una sociedad, un grupo de país o el mundo entero. Sin embargo, las disparidades entre los países del mundo dificultan la focalización de los principales retos de cara al futuro. Pese a ello, en los últimos años se han hecho importantes avances tras los lineamientos propuestos en los ODM, y se continúa trabajando para lograr economías sustentables en el futuro, no solo en términos económicos sino también sociales, en consonancia con la preservación del medio ambiente, uno de los retos más alarmantes que ponen en vilo a todo el mundo.

El aumento sin precedentes de la desigualdad global, los efectos cada vez más agudos del cambio climático y la revolución tecnológica que multiplica capacidades y amenaza el empleo, señalan que el estilo de desarrollo imperante se tornó insostenible.

Estos desequilibrios han movilizado a la comunidad internacional que plantearon una hoja de ruta al año 2030, la Agenda para el Desarrollo Sostenible.

Tomamos entonces las palabras del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon según quien: “América Latina y el Caribe han contribuido a colocar la igualdad en el centro de la agenda 2030, ahora debemos pasar de la visión a la realidad mediante la colaboración de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil.”

Resulta imperante incentivar las inversiones públicas y privadas coordinadas en distintas áreas para redefinir los patrones energéticos, de producción y consumo, basados en el aprendizaje y la innovación. Esto se plasmará en inversiones de infraestructura, energía e innovaciones tecnológicas para detener el deterioro ambiental e incrementar la productividad, elemento clave para un desarrollo sostenible en el tiempo. Asimismo, la complementariedad con políticas sociales que permitan el acceso universal a la salud y la educación, y que busquen el pleno empleo conforman el marco clave para lograr una transformación productiva con mayor equidad social, que permitan avanzar en ese ideal anhelado.

Bibliografía

http://www.cinu.mx/comunicados/2016/03/america-latina-y-el-caribe-tom/

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* Eliana Scialabba, Lic. en Economía (UBA), Posgrado en Economías Latinoamericanas, (CEPAL-NU), Santiago de Chile. Magíster (cand) en Economía Aplicada (UCA). Consultora, investigadora, docente UBA, UCES, UP, USAL, UB, área de expertise: macroeconomía, economía internacional, industrial y política económica. ** Ligia Paoletti, Lic. en RR.II. (USAL). Posgrado en Negociación. Magíster (cand) en Economía Aplicada (UCA). Docente USAL. *** Mariana Scialabba, Lic. en Economía (UBA). Consultora, docente UBA, USAL, área de expertise: macroeconomía, economía internacional, medición del crecimiento económico.