En un contexto marcado por la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), es importante comprender las características de la economía del país, así como del impacto que eso tendrá sobre la misma.

Según las cifras del Banco Mundial respecto a los valores del 2015, Gran Bretaña resultó la segunda economía de la UE, después de Alemania. Sin embargo, el país se enfrentaba a una compleja realidad: prosperidad económica pero con profundización de la desigualdad. La BBC ya habló en el año 2015 sobre las políticas de recorte del gasto público y la flexibilidad laboral que se habían estado extendiendo a lo largo del bloque.

Las cifras establecían una economía pujante, con una tasa de desempleo que no llega ni al 5,6%, donde la actividad creció un 2,8% en el 2014 y el déficit público se redujo de un 9,6% a un 5,7% del PIB. Sin embargo, existe una contracara de este fenómeno, donde los salarios reales cayeron un 2,2% entre el 2010 y el 2015, y en el cual el banco de alimentos de la ONG Trussell Trust pasó de ayudar a 400 mil personas, a tener que brindar ayuda a 1 millón. Un 20% de la población británica se encontraba ganando un salario insuficiente para cubrir los gastos de vida, mientras el PIB per cápita del Reino Unido se encontraba en 39.600 euros.

GRAN BRETAÑA EN LA UE

Comprender el origen de la UE puede resultar clave para comprender los sucesos actuales. Si retrocedemos en el tiempo, nos encontramos con que el antecesor de este proceso de integración es la Comunidad Europea del Acero y el Carbón, la cual entro en vigor en el año 1951, con seis países miembros y siendo principalmente promovida por Francia y Alemania, como un intento de reducir los potenciales conflictos a través de dos recursos claves como eran precisamente el acero y el carbón. En el año 1957, estos mismos seis países (Francia, la República Federal de Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) firman la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). El Reino Unido fue uno de los países que quedó fuera de este acuerdo, y tras dos vetos de Francia en sus intentos de ingresar a la CEE, recién en el año 1973 logró efectivamente volverse miembro.

En el año 1984, la entonces primer ministra Margaret Thatcher logró un acuerdo por el cual el organismo europeo devolvía al país una parte de sus aportes año a año, alegando que existía una diferencia entre lo que contribuía el país a los fondos de la CEE y lo que recibía a cambio. Ocho años más tarde, el Reino Unido se benefició de una cláusula de exención que le permitió quedarse fuera del euro cuando los países miembros firmaron el Tratado de Maastricht, que daba vida a la Unión Económica y Monetaria.

En 1993 entró en vigor el Mercado Único Europeo que permitía la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, y en el año 2002 el euro comenzó a circular en 12 de los países miembros, ya que así como Gran Bretaña, Suecia y Dinamarca también rechazaron su uso. Tras la crisis financiera del 2008 –con epicentro en Estados Unidos– que afectó gravemente a las economías europeas, todos los países de la UE, exceptuando el Reino Unido y la República Checa, firmaron el “Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria”, en busca de generar compromiso con la disciplina presupuestaria; las políticas fiscales dispares habían resultado en un gran problema para la estabilidad económica del bloque.

En el año 2016, tras la victoria en las elecciones generales del 2015, David Cameron nuevamente como Primer Ministro cumple su promesa de convocar el referéndum para junio de ese año para decidir si el Reino Unido debe permanecer o salir de la UE.

LA SALIDA DE LA UE: BREXIT

Finalmente, en el mes de junio del año pasado, en el voto popular triunfa el sí para el Brexit con un 52%. Cameron, que había sido defensor del Remain, anunció que dejaría su rol como Primer Ministro para dar lugar a quien lo suceda durante el proceso de salida del bloque.

Los impactos políticos del Brexit no han tardado en notarse, con grandes manifestaciones en ciudades como Londres, Escocia e Irlanda del Norte donde la intención por quedarse era mayor que en el resto del país.

Theresa May, parte del ala más a la derecha del partido conservador, fue la designada sucesora de Cameron y tomó en el siguiente julio su rol como Primera Ministra. En su rol como Ministra del Interior, cargo que ocupó por 6 años, trabajó contra la delincuencia, la inmigración clandestina y los predicadores islamistas.

La disidencia entre los diferentes partidos políticos y dentro de ellos mismos respecto del Brexit, se ha ido notando durante el año pasado. En octubre del 2016, figuras políticas como el líder laborista Jeremy Corbyn y el antiguo Ministro de Comercio conservador Lord Livingston, han anunciado que el país fue desbancado de su lugar como quinta economía mundial por Francia, y ha caído en el sexto puesto como resultado de la decisión de dejar el bloque. Este análisis proviene de tomar los valores del PIB del 2015 y trasladarlos a las actuales tasas de cambio. Sin embargo, esto resulta incorrecto, ya que es poco probable que los niveles de producción hayan disminuido de manera tal que afecte la situación del país en el Ranking del Banco Mundial. Tomando cifras reales del 2016, nos encontramos con que en los primeros tres trimestres del año pasado el PIB en dólares fue de 1.949 trillones, mientras que el de Francia fue de 1.831 trillones.

Por otro lado, luego de haberse establecido que el Brexit debía ser sometido a decisión del Parlamento para que tuviese legitimidad, a inicios del mes de febrero, el proceso de salida pasó esa importante prueba que se le presentaba al gobierno de Theresa May, tras la aprobación en la Cámara de los Comunes con 494 votos a favor y 122 en contra.

De este modo, si la ley continúa su curso en los plazos previstos –debe ser tratada en la Cámara de los Lores–, May tiene previsto invocar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa el próximo 9 de marzo en la cumbre europea de Bruselas, que da inicio al retiro del bloque regional.

Sin embargo, dado que las negociaciones entre las partes no puede exceder los dos años, el Reino Unido podría estar formalmente fuera de la UE en 2019.

Pese a que el gobierno de May necesita únicamente el apoyo del Parlamento británico para activar el Brexit, el Parlamento de Escocia se pronunció en contra e insistió con la idea de celebrar un nuevo referéndum para independizarse del Reino Unido.

ECONOMIA BRITANICA PRE Y POST BREXIT

Al no haber entrado en la zona euro, el Reino Unido mantuvo todas sus herramientas de política económica: fiscal, monetaria y cambiaria, estas dos últimas cedidas por los países que comparten el euro al Banco Central Europeo (BCE) controlado principalmente por Alemania.

Al conservar sus herramientas de política económica, tuvo más flexibilidad para adaptarse a las crisis económicas internacionales y los desacoples respecto de las economías de la Eurozona, dado que no sólo puede realizar política fiscal como todas las economías de la UE, sino que también puede fijar su tasa de interés y determinar el valor de la libra esterlina, fijando y/o interviniendo en el mercado de cambios.

Esto ha permitido que el impacto sobre las principales variables macroeconómicas sean más acotados que en los países de la Eurozona considerados de manera conjunta.

A pesar de la salida de la UE, las previsiones del Fondo Monetario Internacional (IMF, por su sigla en inglés), son mejores para la economía británica para los próximos años que para la Eurozona en términos de nivel de actividad, excepto para el año 2017, el cual será de transición por la efectivización de la salida del bloque regional, tal como se muestra en el Gráfico 1.

¿Qué factores pueden afectar el desempeño de la actividad? Por un lado, las exportaciones, cuyo principal destino eran los países de la UE donde tenían libre entrada y salida, no tendrán el mismo tratamiento que cuando el país era miembro del bloque.

Por otra parte, las inversiones de empresas europeas serán reticentes a instalarse en el país que decidió salir del esquema de integración regional y “dar una patada al tablero”.

La dinámica de la actividad entonces estará puesta en el consumo, dado que al tratarse de una economía avanzada, tanto su sector de bienes transables como no transables son de alta productividad, y, por lo tanto, obtienen salarios reales más elevados que los de las economías de menor desarrollo, y el gobierno, a través del gasto, podrá complementar la demanda agregada en caso que el consumo de los hogares no logre traccionar el producto de la economía británica.

En tanto, en el Gráfico 2, se observa que la tasa de inflación de la economía británica se encuentra por encima de la de la Eurozona, y se proyecta que se mantendrá esta tendencia.

Si bien en Argentina el concepto de “inflación” es una mala palabra, subas de precios entre 2% y 3% son positivas para las economías, ya que guía el proceso de producción hacia adelante: los productores tienen incentivos a producir, porque saben que si no venden sus productos hoy, los podrán vender mañana sin sufrir pérdidas por desvalorización, y los consumidores deciden comprar bienes hoy, porque son más baratos que mañana.

De esta forma, la curva de oferta y demanda se mueven hacia adelante en simultáneo, y la mayor producción lleva a la mayor contratación de trabajadores, los cuales reciben un salario con el que pueden consumir más bienes y servicios, generándose un círculo virtuoso que se retroalimenta, considerando un manejo monetario y cambiario acorde a los movimientos que se verifican en el mercado de bienes.

En tanto, el panorama de la Eurozona es más complicado, le está costando bastante no entrar en deflación, a pesar del estimulo monetario del BCE, frenando la recuperación del nivel de actividad.

Por último, asociado a lo mencionado previamente, en el Gráfico 3 se exhibe la dinámica de la tasa de desempleo. En Gran Bretaña se muestra estable, y en torno al 5,5% con tendencia a la baja en los últimos años, mientras que la Eurozona muestra una dinámica similar, pero muy por encima de la tasa del Reino Unido (valor elevado debido a las altas tasas de desempleo de los países periféricos como España y Grecia).

Una cuestión importante de destacar es la evolución de la libra esterlina en estos últimos meses. Luego de conocerse el resultado del referéndum, la moneda británica se desplomó respecto al dólar, tocando el mínimo desde 1985. Sin embargo, pese a ciertos vaivenes, no volvió a recuperar los valores previos cuando cotizaba en torno a US$ 1,40, y actualmente ronda los US$ 1,20.

Si bien la debilidad de la libra pudo amortiguar los efectos adversos del Brexit, lo cierto es que como medida de salvataje por el lado de las exportaciones puede funcionar a corto plazo, dado que la interrupción del comercio del Reino Unido con el bloque europeo le cerrará una importante puerta de ingreso de divisas, pero también lo obligará a buscar mercados para importar, en los cuales los productos se encarecerán por dos vías: depreciación y, pérdida del arancel 0% del cual gozaba por pertenecer a la UE.

Respecto a la política monetaria, tal como se mencionó anteriormente, Gran Bretaña tiene la capacidad para manejar la tasa de interés de referencia, llamada REPO, lo que le da un margen de maniobra para atenuar los efectos sobre la economía en momentos de shock externos.

De esta manera, tal como se puede observar en el Gráfico 4, luego de la crisis financiera desatada a fines de 2008 el Banco de Inglaterra decidió comenzar a recortar la tasa de interés, que se mantuvo en 0,5% por más de 7 años. Si bien la política resultó más estable que en la Eurozona, en la segunda parte del 2015 la entidad británica la redujo a 0,25% tras el referéndum.

En paralelo a la primera reducción de la tasa de política monetaria, después de más de siete años de tenerla congelada en 0,5%, el Banco de Inglaterra lanzó una batería de estímulos monetarios tendientes a atenuar los efectos negativos del Brexit sobre la economía. En este sentido, se encuentra el programa conocido como Quantitative Easing (QE) mediante el cual la autoridad monetaria irá ampliando la compra de bonos soberanos desde los 375.000 millones de libras esterlinas hasta los 435.000 millones de libras durante los primeros 6 meses. Asimismo, se puso en marcha un programa de compra de bonos corporativos por 10.000 millones de libras esterlinas en un lapso de 18 meses, y un programa de financiación temporal (Term Funding Scheme, TFS) por 100.000 millones de libras esterlinas por un año que permitirá a los bancos obtener financiación cercana al tipo de interés de referencia, lo cual les dará mayor liquidez para realizar préstamos.

La lógica de estas medidas radica en que las familias tengan una mayor liquidez que permita apuntalar el consumo, trasladándose a la economía real.

¿Qué pierde el Reino Unido al salir de la UE? Ese gran mercado continental como destino de sus exportaciones y fuente de importaciones a aranceles del 0%. Se elimina la libre circulación de bienes y servicios, pero también de personas, lo que complicará la migración de trabajadores a otros países en caso de incremento del desempleo.

No obstante, aun cuenta con su política cambiaria para “moverse” estratégicamente a nivel global, pero será necesaria la búsqueda de nuevos mercados para colocar los productos que la Eurozona deje de absorber, ya sea por mayores costos debido a la eliminación de preferencias comerciales, o por boicot de algunos países al primer país que se retira del bloque, luego de más de 60 años de trabajo conjunto.

CONSIDERACIONES FINALES

Si bien hasta hace algunos meses atrás se preveía que el impacto del Brexit repercutiría fuertemente sobre la economía británica, recientemente el Banco Central de Inglaterra ha mejorado sus previsiones de crecimiento.  De esta manera, se prevé para 2017 un incremento del PIB del 2% frente al 1,4% estimado en noviembre, mientras que para 2018 se ubica en 1,6% del 1,5% anterior, y para 2019 se espera un 1,7%, es decir, una décima más de lo esperado.

No obstante, más allá de que los programas de estímulo monetario han servido para sostener la demanda agregada luego de conocerse el resultado del referéndum, la moderación salarial y la paulatina depreciación de la libra esterlina, que encarece los precios de importación, podrían debilitar los ingresos reales de las familias y, por lo tanto, causar un debilitamiento del consumo y del nivel de actividad.

Es cierto que la salida del Reino Unido del bloque es un fuerte golpe para la comunidad europea, debido a que excede el plano meramente económico. En términos sociales y migratorios, la isla se enfrenta a conflictos internos entre aquellos estados que aprobaron la salida y los que reprueban el Brexit y amenazan con buscar su independencia, como es el caso de Escocia e Irlanda del Norte. A nivel externo, esta fractura implica el cierre de la frontera de la isla, poniendo un freno a la libre movilidad de personas, mercancías y capitales que supone la conformación de una unión económica como la UE.

En este escenario, el Reino Unido queda afuera de todos los acuerdos y pactos comerciales negociados por el bloque europeo con terceros, a la vez que deberá salir a explorar nuevos mercados donde colocar y proveerse de los bienes que hasta entonces comercializaba con el amplío mercado europeo.

Sin embargo, la Unión Europea pierde a la segunda economía del bloque y la quinta a nivel mundial. Ambas partes son conscientes de lo que está en juego, pero no hay chances de dar marcha atrás. La lógica, junto a algunas declaraciones de líderes de la UE, hace prever que los países miembros del bloque regional van a hacerle pagar con creces el abandono del espacio común, ya que significa un quiebre en esa concepción de unificación regional que tanto aspiraron desde la creación de la Comunidad Económica del Acero y el Carbón hace más de seis décadas atrás.

La realidad señala que existen amplias posibilidades de que el mes próximo May comunique en la cumbre europea de Bruselas el retiro formal del Reino a través del Artículo 50 del Tratado de Lisboa. Las consecuencias resultan aún desconocidas para el mundo que se encuentra sumergido en nubarrones que impiden visualizar más allá de los efectos a corto plazo.

El proteccionismo que está implantando Trump en la principal economía global, la ralentización del crecimiento de China, y un Japón que no logra salir de la trampa de liquidez que agobia a su economía se añaden a este escenario sombrío que ofrece la futura salida del Reino Unido del mayor bloque regional del planeta. Si bien América Latina se presenta como una oportunidad para el bloque europeo, considerando a su vez que peligra el acuerdo con los Estados Unidos, la realidad es que las perspectivas de expansión de Latinoamérica tampoco son demasiado alentadoras.