En la ciudad de La Meca existía un muy antiguo santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos. Este santuario, de planta rectangular, con un gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias, convirtiéndose en el panteón preislámico por excelencia. De todos estos ídolos, el más importante era una piedra basáltica negra, tal vez un aerolito, que constituía el gran ídolo de los qoraichitas, a la que algunos identifican con Húbal, la divinidad principal.

A este lugar solían peregrinar los árabes de la época, y tenía tanta importancia espiritual, cultural y económica que el Islam, una vez asentado en la ciudad de Meca, tuvo que convertir la peregrinación en uno de los pilares de la nueva religión.

PERSIA Y ROMA

El Oriente Medio debe tener más historia que cualquier otra parte del mundo. Aunque la especie humana probablemente se originó en África, los principales descubrimientos de la civilización, ocurrieron en esta geografía.

Muchos pueblos fueron absorbidos por los persas que venían del norte, y de varios pueblos semitas que provenían de Arabia.

Se subyugaron a la Macedonia de Alejandro Magno en el siglo IV a.C. pero pronto absorbieron de ellos su propia cultura. Finalmente, en el último siglo antes de Cristo, las tierras del Este y del Sur del Mediterráneo fueron fagocitados por el Imperio Romano.

Fueron dos entonces, los imperios que compartieron una era, el persa y el romano. Persia, lo que hoy llamamos Irán, gobernó bajo varios grupos étnicos y religiosos, en un área que se extendía desde el río Indus hasta el Nilo. Algunos, mas no todos los nobles y reyes, eran adeptos de la religión zoroastrista, muy desarrollada en el siglo VI a.C.

Los zoroastristas veneraban la luz, usando una red de templos de “fuego” tendiente a favorecer a los sacerdotes que predicaban la importancia de la luz y el conocimiento para la humanidad. Es más, apelaban principalmente a los recién nacidos de los reyes persas.

Los reyes aqueménidas toleraban las diversas creencias y prácticas, siempre y cuando mantuvieran el respeto por la ley, pagaron sus impuestos, y enviaran a sus hijos al ejército persa, cuando cumplieran la entonces mayoría de edad de 16 años.

“Después de que Alejandro Magno conquistase Irán, en 334-33 a.C. y estableciera vínculos más estrechos con el Mediterráneo oriental, las ideas de mundo griego se difundieron hacia el Este; a su vez, las de un maestro de Irak, Mani, que trató de incorporar todos los profetas y los maestros en un solo sistema religioso (denominado maniqueísmo) se difundieron hacia el Oeste”1.

La fusión cultural se completó más adelante, cuando Roma gobernó sobre el Medio Oriente. Siete religiones del Este del Oriente Medio fueron difundidas entre los romanos, incluyendo el mitraísmo, un culto que comenzó en Persia atacando a los soldados romanos y a los cristianos, y que originalmente fue una secta de corte judío. Muchos de los padres fundadores de las iglesias vivieron en Anatolia, Egipto, Siria, y al norte de África. Estas áreas fueron las que primero desarrollaron las doctrinas e instituciones cristianas. Si bien con la conversión de Constantino a la cristiandad, el Imperio Romano se convirtió totalmente a la religión y más poco tolerante con el resto de los cultos de la región que colonizó, nunca llegó a monopolizar al Oriente Medio.

Siempre hubo un Estado rival en Persia que convirtió no sólo lo que hoy es Irán, sino lo que conocemos como Irak en la Mesopotamia, y otras tierras cercanas como Afganistán, Pakistán y Asia central, en un enclave de la dinastía Partisana, que gobernó entre el 250 y el 226 a.C.

Ellos tuvieron la hidalguía de preservar la cultura persa, la religión zoroastrista, y también dieron la bienvenida del budismo y los judíos a la forma de vida del país.

Sus sucesores, la dinastías de los Sasánidas, dieron nueva vida a la cultura persa a través de la gran expansión del imperio, la aceptación de la veneración al Zoroastro como religión principal del Estado, y una administración central muy fuerte.

“Con los Sasánidas, la enseñanza relacionada con Zoroastro revivió en una forma filosófica, llamada mazdeísmo, que concedía más importancia al dualismo del bien y el mal, y contaba con un clero y un culto formal”. La capital sasánida no estaba en las mesetas de Irán, sino en Ctesifonte, en la fértil y populosa región de Irak central, bañada por los ríos Tigres y Eúfrates.

Los dos imperios (romano y persa) abarcaban a las principales religiones de las sociedades estables y la alta cultura de la mitad occidental del mundo; pero más al sur, a las orillas del mar Rojo, había otras dos sociedades con tradiciones de poder organizado y cultura, que se sustentaban en la agricultura y el comercio entre el coreano Índico y el mar Mediterráneo. “Una era Etiopía, un antiguo reino cuya religión oficial era el cristianismo en su forma copta. La otra era Yemen, en el suroeste de Arabia, un territorio de fértiles calles montañosos y lugar de tránsito del comercio de larga distancia”2.

LOS ÁRABES

La mayor parte de la península arábiga era estepa o desierto, con oasis aislados que suministraban el agua suficiente para los cultivos regulares. “Los habitantes hablaban distintos dialectos del árabe y tenían diferentes modos de vida. Algunos eran nómadas dedicados al pastoreo de camellos, ovejas o cabras, aprovechando para ello los escasos recursos hídricos del desierto; tradicionalmente, han recibido el nombre de beduinos”3.

No fueron los persas quienes terminaron con la era helena en Medio Oriente, sino sus aliados los árabes. Pero ¿cómo comenzaron los árabes? La domesticación del camello fue un lento proceso que se desarrollo entre el 3000 y el 1000 a.C., y permitió a las personas a cruzar el vasto desierto de Arabia, el Este de Persia y eventualmente el Norte de África. El dromedario arábigo, que primero se usaba para comer y luego como medio de transporte, era árabe. Muchas leyendas aseguran que los árabes vienen como descendiente de Ismael, un hijo de Abraham que tuvo con una criada egipcia, Hagar.

PRÁCTICAS RITUALES

Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, el culto a las piedras (litolatría), en especial a las “piedras divinas” o aerolitos, caídas del cielo, que también se hallan entre los primitivos hebreos (adoración de betilos).

Junto a los dioses protectores de las distintas tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas Uzzá, asimilable a la Venus, con un santuario propio en Nákhlah. Estas divinidades estaban supeditadas al “diosprotector de la tribu” que recibía el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto monoteístico anterior a Muhammad. Se conocían los sacrificios, en general de camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos, se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban en la comida ritual, comiendo de la carne del animal sacrificado.

Las procesiones y las vueltas en torno del santuario, con cánticos y aclamaciones, constituían el suplemento de estas ceremonias antiguas. No existía clase sacerdotal, aunque sí guardianes en los santuarios, y arúspices (sacerdotes de la antigua Roma que examinaba las entrañas de las víctimas para hacer presagios: Lat. haruspex) y adivinos que predecían el porvenir.

PREDECESORES DE MUHAMMAD

Esta tradición se refiere a la aspiración de las tribus litolátricas de la Arabia preislámica a una vida mejor. La investigación admite la creencia en seres ultraterrenos, pero no permite vislumbrar la noción concreta de una vida futura o de la inmortalidad del alma.

Se conocen algunas figuras privilegiadas del Hijaz, anteriores a Muhammad, que profesaron un monoteísmo no identificable con el judío ni con el cristiano, que rechazaron las creencias de sus contemporáneos, y que luego se mantuvieron apartadas de la renovación islámica. La tradición les llama hanifs. De hecho, son precursores que preparan el ambiente para la labor sintetizadora de Muhammad, aunque luego disientan de él.

CONCLUSIONES

Hacia principios del siglo VII tuvo lugar la combinación de un mundo estable que había perdido parte de su fuerza y su seguridad, y de otro mundo limítrofe que estaba en contacto más estrecho con los vecinos septentrionales, y que se abría a la cultura de estos últimos. El encuentro decisivo sobrevino a mediados del siglo cuando se creó un nuevo orden político que incluyó la totalidad de la península arábiga, la totalidad de los territorios sasánidas y las provincias de Siria y Egipto del Imperio Bizantino; desaparecieron las viejas fronteras y se crearon otras. En este nuevo orden el grupo gobernante estuvo formado no por los pueblos de los imperios sino por árabes de Arabia occidental, y en gran medida de La Mecca.

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María Cecilia Benac es conferencista, escritora e investigadora. Magister en Políticas Públicas (Flacso), Profesora en Diplomacia y Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL). Especializada en seguridad y estudios internacionales. Entre otros posgrados realizados, se destacan los de la Universidad de Leiden (Países Bajos), Emory, Yale (EEUU) e IESE (España). Docente de la Escuela Argentina de Negocios entre otras instituciones. proyecto humanitario comunicacional, el cual dirige hasta la actualidad. Como miembro de Reporteros Sin Fronteras, cubrió los conflictos y guerras en Medio Oriente entre 2010 y 2016. Participando también de Misiones de Seguridad y Acción Humanitaria en Palestina, Egipto, Líbano, Marruecos y Siria. Es periodista y redactora en medios especializados.