El día que tembló Japón

EL 11 DE MARZO DE 2011 QUEDARÁ MARCADO EN LA VIDA DE JAPÓN COMO UNO DE LOS DÍAS MÁS TRÁGICOS DE SU HISTORIA. UN TERREMOTO DE 8,9 GRADOS EN LA ESCALA RICHTER, SEGUIDO POR UN TSUNAMI CON OLAS DE 10 METROS DE ALTURA, GOLPEÓ AL PAÍS DEJANDO COMO SALDO MÁS DE 12.000 MUERTOS, 15.000 DESAPARECIDOS Y UNA GRAN CANTIDAD DE EVACUADOS, PRINCIPALMENTE DE LAS ZONAS DE MIYAGI, IWATE Y FUKUSHIMA, LAS MÁS DEVASTADAS POR LA FURIA NATURAL.

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El epicentro del Terremoto de la Costa del Pacífico, como lo denominó la agencia meteorológica local, estuvo en el océano, a 130 kilómetros de la península de Ojika y a una profundidad de 20 kilómetros, en la misma zona donde, dos días antes de la tragedia, tuvo lugar otro movimiento sísmico de 7,3 grados, afortunadamente sin consecuencias registradas en el continente.

El temblor, que llegó a la costa noreste de Japón en forma de un violento tsunami y que arrasó con todo lo que encontró a su paso, incluyendo casas, coches, barcos, granjas y hasta los edificios de ciudades como Sendai, Miyagi y Fukushima, se convirtió en la mayor catástrofe natural nipona de los últimos 140 años, y en la quinta más importante de la historia.

El terremoto duró aproximadamente dos minutos y dejó sin electricidad a millones de personas en todo el país, obligando al Primer Ministro Naoto Kan a suspender algunas redes de transporte y declarar la emergencia de energía nuclear.

Desde el punto de vista humanitario, la situación, a más de un mes de la tragedia, sigue siendo complicada, ya que cientos de miles de personas aún continúan evacuadas, enfrentadas al frío intenso y a la escasez de alimentos, agua corriente y electricidad en algunos centros del territorio.

Las pérdidas materiales son incalculables; no solo las viviendas se vieron arrasadas por el paso feroz del tsunami: los medios de transporte, las redes de agua y de electricidad y las plantas de energía nuclear sufrieron daños irreparables en el corto plazo. Las fugas de gases radioactivos de la central de Fukushima, así como los incendios en otras centrales nucleares, encendieron la alarma, no solo de las autoridades de Japón, sino también de algunos países que decidieron suspender la importación de alimentos japoneses producto de los altos niveles de yodo y contaminación registrados en el agua potable, la leche y las verduras de las regiones cercanas a la principal central del país. Las fallas en cuatro reactores de la terminal de Fukushima, que provocaron emisiones de radioactividad hasta mil veces por encima de los niveles permitidos, obligaron a los mandatarios nipones a determinar la evacuación de la población a 30 kilómetros a la redonda de la central.

El último 11 de abril, luego de una réplica de 7,1 grados en la escala Richter, la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa elevó el nivel de gravedad del accidente de cinco a siete, el último en la escala de sucesos nucleares, equiparándolo a la catástrofe de Chernobyl ocurrida en 1986 y ampliando el perímetro de evacuación, que en algunas zonas alcanza los 40 kilómetros. Las consecuencias radioactivas no solo mantienen en vilo a las autoridades del país; expertos de todo el mundo afirman que se necesitarán varios meses para poder controlar y estabilizar la situación nuclear de la región.

A un mes de la tragedia, los muertos y los desaparecidos fueron recordados con un minuto de silencio en diferentes puntos de Japón, y el Primer Ministro Naoto Kan agradeció en un comunicado el apoyo recibido de parte de todas las naciones del mundo. Por su parte, en la última reunión del G20, el ministro de Finanzas, Yoshihiko Noda, explicó los esfuerzos del Gobierno para la reconstrucción del país y admitió que el sismo y posterior tsunami podrían haber tenido un impacto económico mayor al esperado inicialmente.