Un disco alejado de todo tradicionalismo, lleno de música viva, que llega en abril a los socios del Club del Disco.

Un instrumento no es más que eso: un medio. Se lo puede usar sin estar atado a ninguna tradición en particular, es cierto. Pero esto vale quizás más para el piano que el charango. Hasta ahora, este instrumento, adaptación americana de la vihuela española que desembarcó con los conquistadores del siglo XVI, estaba siempre asociado a la música de raíz folklórica del Norte argentino o Sur boliviano.

Damián Verdún lo usa para explorar otras músicas, para experimentar. Lo une a un bajo fretless, o le hace tocar una repetida melodía con aire de cumbia y melodía ¿griega? (track 8, El griego) y, de hecho, lo urbaniza. Por eso es un hallazgo y una buena descripción el título: el charango, no asociado para nada a la gran ciudad, se integra en el ruido de la metrópoli y se hace urbano.

Empleando recursos propios de la electrónica, del minimalismo y otras influencias actuales, en ocho tracks Damián Verdún se acerca y se aleja de la tradición folklórica todo el tiempo. Que aparezca un bombo legüero no es sinónimo de que estemos ante alguna chacarera. Más bien estamos más cerca de la investigación sonora que de la reproducción de cosas ya bien conocidas. Sin embargo, pese a esto, la única pieza de otro autor en todo el disco es nada menos que elCarnavalito del duende (track 6), del Cuchi Leguizamón, y es uno de los puntos más altos de este trabajo.

Con muy buena técnica, Verdún emplea su instrumento (y otros de la familia) como mejor le parece para cada tema: usa mucho (verNiño, track 3, por ejemplo) el arpegio con la melodía en la nota más aguda. Por momentos parece que estuviera pulsando un laúd; hay mucha precisión (limpieza) en el sonido.

Cabe destacar a Verdún como compositor: no es sólo por haber encontrado alguna melodía pegadiza, signo de imaginación, sino por el desarrollo que logra en las piezas más largas. Nos tiene siempre atentos, expectantes.

Grabado en su mayor parte en Rosario, con la participación de algunos invitados iluestres como Nora Sarmoria, Quique Sinesi o Pablo Grinjot, y editado gracias a una campaña de financiamiento colectivo, este primer disco de un charanguista distinto a todos los demás es un desafío para las mentes más tradicionalistas. Hay que escucharlo sin prejuicios y con muchas ganas de descubrir nuevas posibilidades para la música sudamericana.