VENEZUELA Y LAS INCERTIDUMBRES ELECTORALES

Con trece años al frente del Poder Ejecutivo de Venezuela, Chávez es el presidente de América Latina que ostenta la mayor cantidad de años en ese puesto. La inesperada noticia de su enfermedad es el sacudón que más incertidumbre ha introducido en el proceso electoral venezolano, que promete ser uno de los eventos políticos más seguidos del año. La popularidad del presidente Chávez ha sido muy volátil desde que se dio a conocer su enfermedad.

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Una corriente de empatía inicial le ha reportado mejores niveles de imagen y aún conserva buena parte de su capital político. Pero ahora que dio a conocer una recaída y una vuelta a los tratamientos médicos, los interrogantes se multiplicaron. ¿Generará su enfermedad una corriente de empatía, o se traducirá en debilidad e incertidumbre al electorado? ¿Se podrá traducir su alto respaldo, en proporciones similares, en intención de voto? En caso de que Chávez no se presente como candidato, ¿cuál es el escenario para el oficialismo, la oposición y la región?

¿CÓMO ENFRENTA EL GOBIERNO ESTE DESAFÍO ELECTORAL?

Tras trece años de gobierno e innumerables contiendas políticas, cierto desgaste político es natural. El chavismo ha venido bajando su performance electoral del 63% en las presidenciales de 2006 al 54% en las regionales de 2008 y al 48% en las parlamentarias de 2010. Pero las elecciones en Venezuela no se han definido tanto por los aciertos del oficialismo sino por la sucesión de desaciertos de la oposición, una variable que analizaremos más adelante.

Por lo pronto, el gobierno cuenta con un buen nivel de aprobación, y una de sus principales políticas, las misiones sociales, siguen teniendo una alta valoración. Luego de trece años de experiencia compitiendo en elecciones, el chavismo tiene un aceitado know-how electoral, y cuenta con todo el poder del Estado (con el gasto público a su disposición) y con una aceitada maquinaria mediática.

SI NO SE PRESENTARA CHÁVEZ COMO PRESIDENTE, ¿QUIÉN IRÍA POR EL OFICIALISMO?

Las sucesiones políticas siempre presentan dificultades, y estas se profundizan con liderazgos carismáticos y unipersonales que crean simbologías y mitos en torno al líder y dejan para un futuro la institucionalización de su propuesta política. Como solía decir Salvador Dalí, “Si me interesara la política, sería monárquico, porque la monarquía resuelve el único problema real que plantea la política: la sucesión”. Dicho esto, si Chávez no se presentará, el conflicto sucesorio venezolano estará repleto de incertidumbres. A las clásicas peleas de facciones internas entre potenciales candidatos, se le debe sumar que el oficialismo hoy no cuenta con opciones que tengan peso específico. Chávez no ha trabajado para forjar delfines fuertes que lo puedan suceder durante su mandato. Vale recordar que su ambición confesa es dejar la presidencia recién en 2025; por lo tanto, no sorprende la situación.

Quien, eventualmente, pueda tomar la posta de la candidatura puede contar con la marca del partido, sus ideas y el apoyo de la estructura gubernamental, pero tengamos en cuenta que ni el carisma ni los votos son transitivos. El guarismo de “Chavismo sin Chávez” no es cosa fácil.

Ahora bien, en caso de que Chávez no se presente, la clave gira en torno a cuándo decidirá abandonar la contienda electoral. Esto es importante por dos razones: La primera, legal y objetiva, refiere al término de inscripción de las candidaturas para las elecciones presidenciales que la Cámara Nacional Electoral signó para el 11 de junio, fecha en la que finalizará la incertidumbre sobre su participación electoral. La segunda faceta es estratégica y electoral, y puede no coincidir con el término legal. Si Chávez decide no presentarse, deberá evaluar con cuánto tiempo contará para hacer campaña por un hipotético candidato alternativo. En tal caso, esto podría precipitar su decisión, a fin de tener una mayor cantidad de tiempo para transmitir sus atributos al sucesor in péctore.

SI CHÁVEZ NO SE PRESENTARA, ¿GANARÍA LA OPOSICIÓN?

Los datos de las encuestas actuales tienen amplia variabilidad: desde algunas que otorgan una ventaja mayor de 30 puntos al Presidente Hugo Chávez hasta quienes pronostican un virtual empate técnico. Sea como fuere, hay dos emergentes claros. Chávez sigue contando con una amplia mayoría del electorado y se mantiene como favorito. Por otro lado, Capriles Radonski se dirige a encabezar una de las mejores elecciones de la oposición venezolana de los últimos diez años. Pero lo que aún no está presente en las investigaciones recientes es la hipótesis de un candidato alternativo al líder bolivariano para que se pueda evaluar mejor la transitividad de los votos.

Entonces, veamos el contexto general. Lo que sí está más claro es que nada de lo que venga puede mostrarse demasiado diferente, al menos, en la campaña electoral (ya veremos qué sucede una vez que se acceda al Gobierno) y, en este punto, el armado opositor también parece haber aprendido de la racha de errores pasados. Para esta contienda, los líderes opositores de la Mesa de la Unidad Democrática optaron por armar una elección primaria para seleccionar al mejor candidato y evitar la dispersión que los ha caracterizado desde la emergencia de Chávez. El candidato ganador de estas primarias, Capriles Radonski, salió bien posicionado y arrancó con un nivel de conocimiento bastante alto. Por lo pronto, no ha planteado una estrategia electoral de ruptura con el chavismo. Al contrario, ha optado por plantear una agenda superadora, hacia adelante, sin polarizar fuertemente con el presidente. Seguramente Capriles tiene claro que solo con el segmento anti-Chávez no ganará las elecciones y, menos aún, podrá gobernar en un país dividido. Después de todo, la matriz de demanda de la opinión pública no parece haber cambiado demasiado. La oferta de un Estado presente, ya sea dirigiendo la economía, regulando los servicios públicos o distribuyendo los ingresos a los sectores más bajos, es una política que goza de tanta popularidad como el nacionalismo que ha motorizado la revolución bolivariana.

¿QUÉ PASARÍA SÍ GANARA LA OPOSICIÓN?

Vayamos a lo seguro. Más allá de las políticas que pueda desarrollar la oposición, hay cierta inercia institucional que le va a costar barrer. El chavismo, aun derrotado, seguiría teniendo un importante contingente legislativo, mayoría en las gobernaciones, muchos alcaldes y cientos de directores en las empresas del Estado. Desalambrar la arquitectura del Estado chavista no es una tarea fácil que pueda hacerse de la noche a la mañana, menos aún con una oposición fuerte y un oficialismo disperso. Porque tengamos en cuenta que, en el caso hipotético de que Capriles sea presidente, el armado del MUD va a tener grandes dificultades para administrar sus liderazgos internos, que van de antichavistas acérrimos a liderazgos más pragmáticos. Es difícil pensar un escenario de cambio abrupto de políticas no bien asuma un Gobierno opositor o, como mínimo, es difícil pensarlo sin que tenga que atravesar una oposición virulenta.

¿CÚAL ES EL PESO DE CHÁVEZ EN LA REGIÓN?

Hugo Chávez ha tenido un rol central en la política latinoamericana de los últimos diez años. Cuando asumió la presidencia en 1999, fue el primer presidente latinoamericano de reivindicación progresista, discurso contrario a los EE. UU. y posición “latinoamericanista”. No hay dudas de que su liderazgo es un símbolo del endurecimiento de las relaciones con los EE. UU. durante los últimos diez años. También tuvo especial gravitación en el apoyo al actual presidente de Bolivia, Evo Morales, al presidente de Ecuador, Rafael Correa, y al come back de Daniel Ortega en Nicaragua. Incluso respaldó, con menor éxito, al actual presidente de Perú, Ollanta Humala, en la elección peruana de 2005. A nivel regional, también son ampliamente conocidos sus esfuerzos por fortalecer el ALBA y multiplicar los socialismos del siglo XXI en el mundo.

Fue el primer presidente electo de los que posteriormente armarían el eje sudamericano: Tabaré Vázquez, Néstor Kirchner, Luis Inacio Lula Da Silva, Michele Bachelet, Rafael Correa y, con sus diferencias, Álvaro Uribe. Poco tiempo después de que George W. Bush se fuera de la cumbre de Mar del Plata dándole entierro al ALCA, Venezuela y Bolivia se incorporaron como socios plenos del Mercosur. Es en esa misma cumbre que se generó la idea de la Comunidad Sudamericana de Naciones, que estuvo relegada hasta mayo de 2008, cuando renació como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), con el fin práctico e inmediato de sostener el gobierno de Evo Morales amenazado por la oposición, rol que también cumplió durante el golpe a Manuel Zelaya y frente al levantamiento en Ecuador que atravesó Rafael Correa. Todos estos episodios tuvieron a Chávez como actor central.

Desde el punto de vista económico, Venezuela ha sido un prestamista importante para Bolivia, Argentina, Ecuador y Nicaragua, tanto como un proveedor constante de hidrocarburos. Por ejemplo, cuando el Gobierno de Néstor Kirchner saldó su deuda con el FMI, el rol de Venezuela se volvió clave; fue el que generó envíos de petróleo en tiempos de crisis energética y brindó financiamiento externo que al gobierno argentino le costaba encontrar (incluso a tasas altas). En síntesis, lo construido por Venezuela es también el recorrido del contexto latinoamericano de los últimos años. Economías en crecimiento, presidentes con posicionamientos autónomos respecto de los EE. UU. y con causas comunes entre sus vecinos: la situación de la región es notablemente distinta con respecto a 2000.

¿CUÁNTO PESO ESPECÍFICO AÚN TIENE CHÁVEZ EN LAS RELACIONES EXTERIORES DE AMÉRICA LATINA?

La región hoy cuenta con varios liderazgos de peso. Brasil se ha posicionado como la sexta economía del mundo y tiene amplio espacio en el concierto internacional. Y, aunque Argentina aún oscila entre la rivalidad futbolística-regional y la alianza política con Brasil, toda América Latina tiene una estructura de relaciones más balanceada. Incluso Colombia y Perú, cuyos expresidentes (Uribe y García, respectivamente) tenían cruces verbales recurrentes con Chávez, han reconducido sus relaciones exteriores con Venezuela.

Hay que considerar que las relaciones exteriores de Sudamérica aún tienen una baja institucionalización que hace su comportamiento más flexible, pero también más incierto, como señala el politólogo Philipe Schmitter. Es un contexto en el cual tenemos “presidentes que se hablan por teléfono, que arreglan algunos conflictos dejando a un lado las reglas formales”. Es decir que, por estas latitudes, tan importante como las instituciones son las relaciones informales entre los presidentes, que muchas veces no dependen de condiciones políticas ni económicas objetivas. Este contexto hace prever que hay cierto entramado de relaciones exteriores aún dependientes de los presidentes de turno.

Pero lo importante a nuestros fines es que el balance actual muestra una articulación más latinoamericana y balanceada, con eje en el Mercosur, la Comunidad Andina o UNASUR, lo que relega a los organismos multilaterales de crédito, crea contrapesos de la OEA y sepulta el ALCA. Chávez ha sido uno de los padres de esta arquitectura, pero ya no es el único con acceso al botón rojo.

Por último, la pregunta es: ¿Cuántas de las operaciones que tienen a Chávez como su arquitecto central se mantendrían sin él? Como señalamos antes, hay cierto balance que va más allá de un líder, pero el ALBA aún parece ser la institución más dependiente del liderazgo de Chávez, donde este opera como un primus inter pares con sus colegas.

No es fácil pensar que en el corto plazo Correa, Ortega o Morales lo sustituyan como referente del ALBA o como promotor del “socialismo del siglo XXI”. Y, si bien es cierto que el ALBA no tiene una gravitación fuerte en toda la región, sí tiene lazos lo suficientemente importantes como para tenerla en cuenta. Por citar solo un ejemplo, el apoyo económico de Venezuela ha sido clave para Nicaragua. El país petrolero, a través del ALBA, canaliza aportes que suman el 8% del Producto Bruto Interno a la economía nicaragüense, una contribución nada despreciable para mantener el barco a flote y que puede quedar en suspenso por el desenlace electoral venezolano.

Chávez ha sido, probablemente, el actor más reconocido de la política latinoamericana de los últimos diez años. Genera amores y odios múltiples, pero es difícil apartarlo de la vista. No puede menospreciarse el cúmulo de relaciones, compromisos y vinculaciones económicas que tiene su país con la región ni las transformaciones que ha atravesado su país durante sus presidencias. Como todo análisis prospectivo, hay muchas variables e imponderables que pueden surgir en el transcurso de la historia. Al menos, podemos contar con que: 1. Chávez aún cuenta con capital político suficiente para obtener una victoria electoral e, incluso, impulsar un sucesor que llegue a la última ronda de la elección; 2. La oposición venezolana se dirige a una de sus mejores elecciones en los últimos años (aun perdiendo) y, si logra mantener la cohesión estratégica, contará con renovadas fuerzas para construir la oposición consistente que el Gobierno nunca tuvo; y 3. En caso de que la oposición obtenga una victoria electoral, debemos esperar cambios lentos e incrementales, negociaciones tensas, y conflictos entre el ejecutivo y el legislativo. Todo lo demás, aún está por verse. ◊

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Consultor político especializado en campañas electorales, comunicación de gobierno y opinión pública. Cursó estudios de campañas electorales (Fundación Konrad Adenauer - Berlín), Comunicación institucional (UCA) y Comunicación gubernamental (Universidad Austral). Ex Dir. de Doserre - Consultoría Política, para 27 campañas electorales en Argentina y América Latina, capacitando a más de 40 equipos de campaña, candidatos y gabinetes de gobierno. Docente e investigador en la Univ. del Salvador; FLACSO; el Inst. Tecnológico de Monterrey; Universidad Nac. de Cuyo. Consultor en IPSOS - Mora y Araujo y Carlos Fara & Asoc. Coautor del “Manual Acciones para una buena comunicación en gobiernos locales”, editado por la Fund. Konrad Adenauer y ACEP. Escritor en Revista Argentina de Ciencia Política y Revista de Cs. Sociales de la UNQ.