Un punto de partida para su análisis
Si un sistema requiere de otro para que le corrija los desvíos, lo que queda fuera de discusión es que el primer sistema es imperfecto. Es importante aclarar que de ser así, la anomalía a corregir le es esencial y fundacional, y que en estas condiciones “perfecciona” o completa el sistema “imperfecto”, de ahí que su complemento corrector deba ser de otra naturaleza. El tipo de desvío a corregir en el sistema imperfecto tendrá siempre la misma dirección o signo. El sistema que corrige ese desvío, por lo tanto, deberá ser de otra naturaleza y también una constante opuesta en lo que hace a su signo corrector. El primer sistema no es otro que el Sistema Económico Capitalista (SEC) o como quieran llamarlo hoy en día. El mecanismo de corrección no es otro que el “Sistema Impositivo y Social” (SIS).
No voy a hacer ninguna observación sobre el SEC en el que vivimos: parto del principio de que está establecido y no es objeto de cuestionamiento en este artículo.
En los países que vivieron bajo el sistema comunista, la población piensa que la palabra “capitalismo” fue creada por Vladímir Ilich Lenin, y por lo tanto al referirse al “capitalismo” utilizan eufemismos tan equivocados como “economía de libre mercado”. Las creencias populares benefician a los gobiernos al momento de manipular el SIS: en lugar de corregir el desvío producto del capitalismo, lo acentúa.
Al capitalismo lo veremos desde su lado más abstracto: una forma de producción matematizada desde su origen, y la matemática pura no da lugar a discursos políticos.
Argentina siempre vivió bajo regímenes capitalistas, en dictadura y en democracia, en el pasado y hoy. Matemáticamente, en cada momento arrojó diferentes resultados, pero ninguno de ellos, en crisis o en períodos de bonanza modificó la conformación del SIS.
Quienes estudian microeconomía saben que la curva de la producción debe ser creciente para que el SEC se luzca: el único estado no crítico que posee es cuando su curva crece. También saben que esta curva tiene un punto de inflexión, un límite al que indefectiblemente llega pues no existe un crecimiento perpetuo ni una meseta de estabilidad: si deja de subir comienza a descender. Crisis. No es un capricho, no es una opinión, es una realidad matemática que responde a la esencia misma del SEC. Esa crisis es propia al SEC, es parte de su ser y, por lo tanto, inextirpable. El SEC no sobrevivió porque resolvió este problema sino porque lo derivó a la periferia: la crisis matemática del SEC se verifica permanentemente si se hacen los estudios adecuados ya que como su curva de crecimiento no tiene meseta, la estabilidad aparente se logra de un modo virtual con el costo de las diversas formas de marginación y exclusión: no hay estabilidad sino la aplicación de medidas tendientes a la extinción del humanismo. Insisto, no doy mi opinión sobre si esto está bien o mal: son el resultado de la matemática del SEC. Este quizás sea el verdadero trasfondo de que no hay capitalismo bueno o malo, hay capitalismo como un complejo de fórmulas abstractas. El modo en el que se potencian y se usan estas fórmulas tendría que ser parte de otro artículo.
Otra de las propiedades matemáticas del SEC es que produce concentración de riquezas. Lo que tiene que quedar claro es que este principio no es objeto de opinión, sino también es el resultado del cálculo matemático. La concentración de la riqueza se produce de manera ininterrumpida desde sus orígenes hasta hoy, en Argentina o en cualquier lugar donde funciona el SEC. Sobre este punto es donde debería actuar el SIS mitigando estos efectos mediante mecanismos de redistribución.
Perversiones del sistema impositivo y social argentino (SIS)
El SIS en Argentina es un arma estratégica que difícilmente será modificada por algún gobierno. Llegó a un grado de perfección tan alto en la creación de una relación perversa entre el contribuyente y un ente estatal kafkiano, que ningún partido se mostró dispuesto a perder una herramienta tan poderosa y útil para vigilar y castigar sin necesidad de que el contribuyente brinde motivos para hacerlo, sino basado sólo en dos iniciativas del estatal-kafkiano: el de generar finanzas positivas y el de dejar a la población fuera de la Ley.
Para llegar al actual estado totalitario-impositivo argentino, se cumplieron con una cantidad de pasos que tendré que mencionar en forma resumida ya que de lo contrarío debería ingresar en un su mismo laberinto.
- – Se produce un alejamiento de las normas en relación a la filosofía del derecho tributario. Un escrito filosófico es incomprensible para los cuadros que operan las inspecciones o sumarios, y en los niveles superiores las instituciones gozan del beneficio de “la incongruencia impune”, que consiste en responder con sinsentidos o falta de consideración hacia lo presentado por la defensa. Esto gracias al aval y vínculo político con el que cuentan las instituciones jurídicas intervinientes.
- – Las leyes ya no se piensan con el fin primario de corregir los desvíos del SEC, sino de corregir los problemas financieros del gobierno de turno. Las leyes impositivas poseen tramos inconstitucionales que son claves, y suelen ser esos tramos la esencia de la norma, siendo el resto de lo escrito una retorica para el laberinto. Es decir que no se producen por error: se parte del punto inconstitucional para redactar como complemento una “confusión litúrgica”.
- – Se modifica la Ley de Procedimiento Tributario en aspectos tales como: se otorgan capacidades ilimitadas de solicitud de información. Con este punto la mencionada Ley es una excelente herramienta de persecución subjetiva que sirve de instrumento de presión para numerosos casos no fiscales: se utilizó y se sigue utilizando al fisco como arma de ataque para afectar la actividad cotidiana de quienes puedan pretender una acción política diferente a la que un gobierno defiende o promueve.
- – Al momento de la publicación de este artículo en la biblioteca de la editorial ERREPAR hay publicados doscientos ochenta y siete artículos que tratan la inconstitucionalidad de las normas, y cuatrocientos ochenta y siete publicaciones de jurisprudencia que presentan el mismo problema.
- – Las resoluciones de la AFIP se imponen por la fuerza sobre normas e instituciones superiores. Mediante métodos puramente retóricos la AFIP terminó por controlar, por ejemplo, el ejercicio práctico de la exención impositiva de las entidades sin fines de lucro, derecho que es otorgado por la Inspección General de Justicia.
- – La AFIP no se hace responsable por lo que respondan sus empelados ni sus funcionarios de alto rango a los contribuyentes. Sólo lo hace si se lleva a cabo la “consulta vinculante”, recurso que sólo pueden llevar a cabo grandes contribuyentes. Quienes son mal asesorados por el personal de la AFIP encargado de realizar esa tarea, si infringen la Ley por el mal asesoramiento recibido, deben hacerse cargo personalmente de realizar los ajustes y pagar las diferencias tal como si ellos hubieran decidido lo que debían hacer. En la Ley de Procedimiento Fiscal dice claramente que la AFIP no se hace responsable por el asesoramiento que brinden sus propios empleados.
- – Gran parte de los trámites que se hacen con AFIP se realizan sólo por Internet. Los programas de la AFIP corren bajo entorno Windows: se le impone a los contribuyentes una tecnología y una marca a utilizar.
- – El uso de sistemas de computación implica el uso de un lenguaje: aunque esté escrito en castellano, un sistema informático posee una lógica que envuelve a la lengua en la que aparecen las palabras y se configura como un idioma independiente: un sistema informático tiene su propia lógica, sus relaciones arbitrarias, su sintaxis, sus íconos que funcionan como verbos. Además, en los procesos de instalación de los programas de la AFIP abundan los textos en inglés. Lo enunciado en este punto atenta contra un principio constitucional básico: en Argentina la lengua oficial es el castellano y por lo tanto ninguna argot tecnológico ni mensajes en inglés deben ser admitidos. Esto forma parte de un proceso de exclusión social que no se revierte con computadoras en las escuelas.
- – No existe comunicación de la AFIP hacia el contribuyente a los efectos de causarle el mínimo costo. La mayor parte de las intimaciones llegan poco antes de que prescriban los impuestos. Esto permite cobrar intereses y multas mucho más abultadas que si la AFIP interviniese apenas lo detecta. Vamos a un caso práctico: actualmente los monotributistas que dejan de pagar diez meses son dados de baja de oficio. La AFIP no les envía ninguna notificación a los contribuyentes ni los intima al pago. No importa el motivo que impulsa al contribuyente a no pagar, la notificación debería existir. Lo más común es que el contribuyente recién se entere de su situación cuando un cliente controla la validez de su factura y se la rechaza. El contribuyente, en ese momento debe regularizar la totalidad de la deuda para poder volver a trabajar. ¿Qué beneficios obtuvo la AFIP? Si bien la AFIP tenía en sus registros desde un comienzo que el contribuyente había entrado en mora y posee el e-mail del contribuyente, y creó un sistema de comunicación que se llama “e-ventanilla”, y tiene el domicilio y el teléfono, la AFIP no avisa nada y su ganancia reside en que el contribuyente deberá pagar un plan de facilidades de pago más abultado que si se lo hubiera notificado de inmediato.
- – La enumeración de situaciones similares no posee límite.
El hormiguero fascista
Poner a la población fuera de la Ley, genera de inmediato diferentes grupos de comportamiento poblacional. El efecto más amplio es el de la alimentación del micro-fascismo y la exclusión inmediata de las excepciones no micro-fascistas. En paralelo al edificio kafkiano-Legal, se construye otro con aquellos que se consideran fuera de la Ley y edifican un universo paralelo que no puede ser menos kafkiano que el legal para que resulte una situación sostenible. Nace el hormiguero fascista. Se multiplican los hacedores de la economía privada que trabajan fuera de la Ley “porque no existe otra posibilidad”, con el siguiente rasgo fascista: tampoco quieren que la realidad sea de otro modo pues bajo esta forma, quien logra imponerse, obtiene más beneficios que si estuviera dentro de la Ley aún con una Ley razonable y justa. No se trata de casos aislados. Es cierto que cada uno de ellos habla como si no fueran artífices de los desastres que esto produce, que siempre culpan a gobierno o a la oposición, que sea quien fuere el culpable no es él sino “el otro”. El problema excede lo económico, pues si bien el “autor económico” lo primero que argumenta es que él no piensa pagarle un peso al fisco por “el motivo tal” o por “el motivo cual” (generalmente no son argumentos consistentes), esta reacción recae sobre aquellos otros ciudadanos sobre los cuales se acciona tal como si fuera el mismísimo fisco: por condiciones de trabajo, o monto de remuneraciones, o trato de su persona, o desprecio por sus valores, o por discriminación, despersonalización, esclavización, tortura psicológica, robotización, y una lista sin fin producto de la imaginación fascista. ¿Y qué hacen estos ciudadanos sometidos? Esperan dejar de ser los actuales micro-fascistas para ser los fascistas autores de la economía que conforma el edificio kafkiano “de la economía de libre mercado”.
En cada acto cotidiano, quien quiera ver este germen lo encontrará, y quien quiera comenzar a cambiarlo deberá preguntarse qué está haciendo él mismo para que esto sea diferente.
Excluirse de la cadena que causa el estado imperante es el principio que alimenta la bestia.
¿Hay alguien fuera de la rueda?
Sí. Locos, marginales, excluidos, ciertos artistas. El equilibrio es el principio que rigió todos los sistemas económicos de la historia. Cada partida tuvo su contrapartida. Y luego existieron personas que resultaban invisibles para la época, eran neutros que si pasaban a la acción eran eliminados. Hoy es igual. De ese sector marginado surgió la gran mayoría de los progresos sociales y el ejercicio cultural. Este artículo no pretende ser pesimista, sino hacernos partícipes de los acontecimientos. Sería pesimista si dijera que no hay salida, y comencé hablando de sistemas económicos y sociales y de matemáticas. Cada una de las cosas mencionadas son imperfectas, y por lo tanto permeables y alterables. En lo que es necesario incursionar es en la necesidad de romper con un acuerdo.
El único acuerdo social argentino
Parece ser que la falta de tratamiento del sistema impositivo fuera el único acuerdo social argentino. Una causa acabamos de verla: beneficia a los poderosos. El acuerdo es tan fuerte que, a ciencia cierta no existe un modelo tributario alternativo que se encuentre acabado como para su implementación en el corto plazo. Algunos que se le aproximan son negados por los gobernantes. Las entidades que nuclean a los profesionales en ciencias económicas no se ocupan de este tema de un modo efectivo, penetrante. Tampoco se percibe un cambio de actitud en el asesoramiento que los profesionales en ciencias económicas brindan a sus clientes, no tienen una postura radical contra el equilibrio de los dos edificios kafkianos, sino más bien una posición de proteccionismo individual basado en gran medida en la idea conservadora de poner a la familia de por medio, o usar la frase que millones rezan y por eso se vuelve paradojal cuando repiten “Qué voy a hacer… yo sólo no puedo cambiar el mundo”.
En ningún medio de comunicación es tratado este tema en profundidad, ni son interpelados los políticos, sea en época de campaña electoral o fuera de ella. Ningún periodista de los que suelen salir a “romper esquemas” lo abordó jamás.
Un motivo del acuerdo era la conveniencia de esta situación en beneficio de los poderosos. El otro motivo: nadie está en condiciones de arrojar la primera piedra. El error consiste en pensar que para que se inicie el cambio hay que arrojar una primera piedra contra alguien en lugar de pensar en qué eslabón de este acuerdo está inserto uno mismo.