La herencia económica del próximo gobierno

Cristina Fernández de Kirchner, o el candidato que gane las elecciones presidenciales de octubre, deberá hacerle frente a cuatro problemas estructurales de la economía nacional: la creciente inflación, cuentas fiscales y comerciales cada vez más erosionadas, y un aumento en la fuga de capitales. Las opiniones de Bernardo Kosacoff, Juan José Llach y Mario Brodersohn. Escribe el analista político Rosendo Fraga.

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A medida que se aproximan las elecciones presidenciales, el debate acerca de la economía que heredará el próximo gobierno se profundiza. La premisa que sostienen la mayoría de los economistas es que si bien el país seguirá por la senda del crecimiento en 2012, hay alarmas que el próximo mandatario deberá enfrentar desde el primer momento. Elevada inflación, deterioro en las cuentas fiscales y comerciales y aumento de la salida de capitales son los cuatro principales temas que el gobierno entrante no podrá esquivar.

Para entender por qué son estos los temas centrales los que regirán la agenda del próximo presidente, hay que entender primero cuál es el modelo económico kirchnerista, cómo fue su transformación con el paso de los años y qué cambios y continuidades pueden haber. Para comprender con profundidad la etapa económica actual que vive la Argentina, Reconciliando Mundos dialogó con prestigiosos economistas como Juan José Llach, profesor del Área Académica Economía de la escuela de negocios IAE; Bernardo Kosacoff, ex director en el país de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y actual director del Centro de Empresas, Competitividad y Desarrollo (CECyD) desde donde coordina actividades que realizan en conjunto las universidades ITBA y San Andrés; y Mario Brodersohn y Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica.

MODELO K

“El modelo original de política económica de la actual administración se caracterizó por un tipo de cambio alto, superávit gemelos (fiscal y comercial), baja inflación, inserción exportadora en la economía global y aumento de la inversión en los sectores beneficiarios de la política. Este modelo fue cediendo ante otro basado en la apreciación del peso, equilibrios fiscales y externos con tendencia a transformarse en déficit, alta inflación, prioridad al desarrollo del mercado interno y la sustitución de importaciones e inversión estancada o decreciente según los sectores. Mejorar los aumentos reales y hacer más equitativa la distribución del ingreso ha sido un objetivo común a ambos modelos, pero claramente más exitosa en el primero, porque el aumento de la inflación dificulta cada vez más este logro “, asegura Juan José Llach. “En este contexto — agrega — la herencia para el próximo gobierno será complicada. Hemos pasado de un tipo de cambio alto a uno más bajo, de la baja inflación a la alta inflación, de los superávit gemelos al déficit fiscal y apenas un equilibrio en la cuenta corriente del balance de pagos y de la gran capacidad ociosa a la capacidad plena, sobre todo en la industria manufacturera, pese a lo cual es malo el clima de inversión y no llegan abundantes inversiones  para nuevas instalaciones productivas”.

Si bien la importancia de atacar el problema de la inflación y sus consecuencias en los números comerciales y los efectos negativos que esto genera en los posibles inversores es compartida por Kosacoff, el ex director de la CEPAL hace un análisis completamente diferente acerca de la transición o continuidad que ocurrirá el 10 de diciembre. “En general, en términos de transición económica, frente a un cambio de gobierno este debe ser uno de los mejores momentos respecto a experiencias pasadas. Encontramos una economía que es muy sólida, que aunque tiene varios dilemas por resolver, no se está camino a una nueva crisis para poder hacerlo. Como ocurrió recurrentemente en la historia de nuestro país, cuando la economía argentina tuvo problemas, siempre se recurrió a profundas crisis para solucionar los temas. Este no es el caso porque hay capacidad técnica para manejar los problemas que existen.

En este contexto, el tema central que deberá trabajar desde el primer momento el próximo gobierno es el de la desaceleración del proceso inflacionario y las expectativas de formación de precios”.

El problema de la inflación ya es “estructural” en la economía local. En 2009, el aumento de precios registrado por las consultoras privadas situó a la Argentina en el ranking mundial de los países con mayor inflación. Ese “honor” volvió a repetirse el año pasado. El primer lugar lo ocupó Venezuela, con un 33,3% de aumento de precios en 2010, seguido por la Argentina (23,9%), Guinea (19,4%), Eritrea (16,8%), el Congo (15%) y Sierra Leona (14%). Para tener referencias regionales, la inflación en Brasil fue de 5,91%, en Uruguay alcanzó el 6,93%, en Bolivia el 7,18%, el 2,08% en Perú y 3% Chile.

En términos mundiales, la tasa de inflación promedio se redujo del 18,3% en la década del 90, al 3,7% en 2010. En los países emergentes pasó del 57,5% al 6,2%, y en América latina del 129,2% al 4,9%.

En este contexto, en la región sólo Venezuela y Argentina tuvieron una inflación “muy alta”. Además, ambos ocupan el reducido grupo de 19 naciones con la inflación más alta del mundo.

El panorama respecto a este año no es para nada alentador. Si bien los datos de las consultoras privadas difieren, la gran mayoría calcula que los precios aumentarán entre un 25% y un 30%.

Mario Brodersohn explica que “el objetivo del gobierno en 2010 no ha sido combatir la inflación sino neutralizar el costo político que provoca la aceleración inflacionaria con medidas monetarias y fiscales que estimulen el consumo privado. Esta estrategia gubernamental de contrarrestar más inflación con más consumo no toma en cuenta el impacto del aumento de precios sobre los sectores más vulnerables. En efecto, la aceleración inflacionaria crea también incertidumbre sobre el comportamiento futuro de los precios relativos y ello desestima la inversión”.

El próximo gobierno no podrá esquivar el problema de la inflación. Si bien hay cientos de medidas a tomar, la mayoría de los economistas sostienen que es necesario, como mínimo, establecer metas inflacionarias que permitan, en el mediano-largo plazo, controlar el alza de precios. Otras posibles medidas son la moderación de la emisión monetaria del Banco Central; políticas fiscales no expansivas que apunten a controlar el gasto público; y mejorar el clima de negocios que permitan atraer nuevas inversiones que permitan ampliar la capacidad productiva de las fábricas.

CUENTAS FISCALES

El próximo gobierno, sea kirchnerista, alfonsinista, o duhaldista, deberá enfrentar también la tensión que viven las cuentas fiscales y comerciales argentinas. Uno de los principales ejes de la economía K fue el superávit gemelo, con saldos positivos tanto en las cuentas fiscales como comerciales. ¿Qué pasará en 2011 y cómo recibirá el próximo gobierno ambas cuentas?

Durante febrero las cuentas públicas registraron un superávit primario de $ 1.442 millones, lo que supuso por un lado un incremento del 19,5% en comparación a febrero del año pasado, y por otro una caída de $ 662 millones respecto al mes anterior.

¿Cuál será el camino que debería seguir el presidente que continúe o asuma en diciembre? Los motivos que permiten entender por qué sigue habiendo superávit fiscal aun cuando el actual gobierno mantiene un gasto tan elevado hay que buscarlos en organismos como la ANSES, la AFIP y el Banco Central. Estas son las tres instituciones nacionales que permiten mantener un elevado gasto estatal. Según un estudio de la consultora Broda, los ingresos “extraordinarios” (los provenientes de esas instituciones) en 2006 fueron de tan solo $ 1.200 millones, mientras que en 2010 la “ayuda” alcanzó los $ 29.200 millones. Para Juan José Llach, el gasto está creciendo a un ritmo promedio del 30%.

“En 2011, tal como sucedió en 2010, el incremento de los ingresos que proyectamos por retenciones y mayor nivel de actividad lo utilizará el gobierno de Cristina Fernández para incrementar el gasto primario”, asegura Castiñeira, de Econométrica. “Desde 2009 – agrega – el BCRA es la única fuente de financiamiento del Tesoro, lo mismo sucederá este año. Separado por monedas, el Tesoro necesitará $ 16.800 millones para afrontar el déficit primario ($ 5.800 millones) más los pagos de la deuda en pesos ($ 11.000 millones). A su vez, el Tesoro ya tomó u$s 7.600 millones de las reservas del Banco Central para afrontar el pago en moneda extranjera. En conclusión, con la crisis de 2009, el Gobierno perdió el superávit fiscal y nunca se propuso recuperarlo con la posterior reactivación económica”.

Es en este contexto de ajustadas cuentas fiscales que “el plan del próximo gobierno debe contener políticas fiscales y monetarias serias y una reducción gradual de los subsidios a los consumos de los sectores pudientes”, dice Llach.

Uno de los principales puntos que quedará en el ojo de la tormenta será el de los subsidios. Según un informe del Ministerio de Economía, la partida total de subsidios a la energía, el transporte, los alimentos y otros bienes y servicios equivale al 5,61% del PBI. Los sectores que más subsidios reciben son el del transporte y energía, que juntos representan cerca del 80% del gasto primario. Hasta mediados de mayo, el sector energético acaparó $ 7.741 millones, mientras que los colectivos, trenes y subtes $ 4.350 millones. El problema de los subsidios, explican los economistas, no son los subsidios en sí, sino los sectores a los que benefician. “¿Cómo puede ser que los usuarios de luz de barrios pudientes como Belgrano, Palermo, Barrio Norte o Recoleta tengan subsidiado el costo energético? ¿Por qué los que utilizan el transporte público no pagan todo el valor del boleto? Mantener este tipo de subsidios es aberrante”, cuenta un economista que prefiere mantener el anonimato. Según la Fundación Pensar, el 89% de los que viajan en subterráneo, el 75% que lo hacen en colectivo y el 71% en tren podrían pagar el boleto completo. “Sin esos subsidios el Estado se ahorraría cientos de millones de pesos”.

“Los números siguen siendo muy sólidos, pero se van erosionando y hay que mirar a largo plazo. El  próximo gobierno no sólo debería mantener el superávit en las cuentas fiscales, sino que debería buscar una mejora en términos de la calidad del gasto público, y una mejor estructura tributaria, que sea más propensa al desarrollo de la producción y que esté orientada no tanto a subsidios, sino más a la inversión”, concluye Bernardo Kosacoff.

BALANZA COMERCIAL

La erosión de las cuentas fiscales descripta por el ex CEPAL también es una realidad en la balanza comercial. Una de las primeras premisas de la gestión kirchnerista fue la sustitución de importaciones mediante la fabricación de productos “made in Argentina”, y gracias a un tipo de cambio más que competitivo, las exportaciones nacionales también aumentaron en forma potencial. Sin embargo, hoy en día la situación ha cambiado y los números oficiales así lo demuestran. En 2009, las exportaciones fueron de u$s 55.700 millones, frente a u$s 38.000 millones importados, lo que dejó un saldo comercial de casi u$s 17 mil millones. Desde entonces, el saldo comenzó a achicarse notoriamente. El año pasado, las ventas al exterior aumentaron un 23% respecto a 2009, alcanzando los u$s 68.500 millones. Sin embargo, las importaciones crecieron aun más: un 46% al llegar a los u$s 56.400 millones. De esta manera, el saldo comercial fue de u$s 12 mil millones, un 29% menos que el año anterior. Las proyecciones para este año siguen en baja: exportaciones por u$s 85.200 millones (25% más que en 2010), importaciones por u$s 78.200 millones (39% más), y un saldo de apenas u$s 7 mil millones, lo que supondría una merma del 42% en comparación a 2010. “En resumen, exportaciones creciendo al 25% e importaciones al 39% implica que el saldo comercial se reducirá entre 2010 y 2011.

El salto de las exportaciones vía precios por ahora esconde el notable incremento de las importaciones inducido por los nuevos precios relativos”, cuenta Ramiro Castiñeira.

Por su parte, Kosacoff explica que “la balanza comercial está notablemente beneficiada por los altos precios internacionales, lo cual nos está generando un incremento importante de las exportaciones, pero más vía precios que cantidades. Y todos sabemos que los precios internacionales son muy volátiles y no necesariamente se mantendrán en el largo plazo. Entonces, esta situación internacional es una muy buena noticia para la Argentina pero tenemos que aprovechar este momento para realizar los procesos de cambio estructural que necesita el país y aprovechar esta bonanza de precios para producir bienes más elaborados. En una palabra, ahora que todavía hay saldo comercial positivo, con precios internacionales que nos benefician, deberíamos transitar hacia la sociedad del conocimiento y la generación de bienes más complejos”.

El desafío para el próximo gobierno es muy claro: deberá buscar la manera de aumentar las exportaciones no apoyándose en los precios internacionales (la soja sigue siendo el as bajo la manga de la Argentina), sino aumentando sus cantidades y para ello deberá “agregarle valor” a los productos que vende fronteras afuera. “La Argentina tiene infinitas oportunidades de inversión como para poder expandir y diversificar sus capacidades productivas, buscando generar más y mejor riquezas”, resume Kosacoff.

SALIDA DE CAPITALES

Además de la inflación y la erosión en las cuentas fiscales y comerciales, la salida de capitales será otro de los puntos clave que el próximo gobierno deberá enfrentar. No hay un único determinante que explique la fuga de dólares al exterior: incertidumbre económica, falta de seguridad jurídica y un adverso clima de negocios, podrían ser algunas de las razones. Y el efecto más claro que la fuga produce es que tampoco llegan inversiones. Si los argentinos envían su dinero al exterior, no sería lógico esperar que los extranjeros inviertan en el país.

En abril, la salida de capitales rondó los u$s 1.800 millones, un récord que no se alcanzó ni en plena crisis internacional de 2009. “No hay una sola razón para explicar este aumento en la fuga de capitales –asegura Kosacoff–. Los agentes económicos convivieron varios años con un buen clima de negocios y una economía en pleno crecimiento. Sin embargo, hoy tienen dudas respecto a si esto se mantendrá en el mediano-largo plazo. Entonces, lo que hay es una disminución de la codicia empresarial y los hombres de negocio tratan de mantener total flexibilidad, que es lo que les permitirá tener liquidez en moneda extranjera. Es una medida de precaución para proteger su capital en un contexto que les genera incertidumbre”.

Y la consecuencia de esta fuga de dólares es que hay menor inversión en el país. Para el economista que trabajó durante años en la CEPAL, la Argentina para sostener el crecimiento actual necesita aumentar unos cuatro o cinco puntos la tasa de inversión, que actualmente está en un 21% del PBI. La salida de capitales va en contra de esa lógica. “En la medida en que haya una demanda sostenida y que la capacidad de alternativas para abastecerla sea vía importaciones, esto lo que genera es una erosión del proceso de desarrollo de nuestras propias capacidades tecnológicas y de la generación de empresas y de empleo es menor, y obviamente esto es necesario revertirlo. Si a esto se le suma que el proceso inflacionario fomenta la concentración económica, porque es necesario tener mayor escala para poder distribuir los costos crecientes, los procesos de inversión se ven muy afectados. Ante eso, los empresarios prefieren enviar su dinero al exterior”, explica Kosacoff.

CONCLUSIONES

El próximo gobierno no deberá fundar un nuevo modelo económico. La discusión no será cómo hacer para que la Argentina crezca, porque eso ya es una realidad, sino que se planteará cuál es la mejor estrategia para lograr un mayor desarrollo y expansión de la economía nacional. Sin embargo, hay cuatro temas que indefectiblemente el mandatario que asuma el 10 de diciembre deberá enfrentar desde el primer día: la ascendente y preocupante inflación, la erosión en las cuentas fiscales y comerciales, y la fuga de capitales.

“Por muy lejos, el principal problema que heredará el próximo gobierno es la inflación, junto a las distorsiones de precios relativos asociados a ella. La gran ventaja es que el nivel de endeudamiento de la Nación con el sector privado es de apenas un 25% del PBI. Un gobierno que reconociera los problemas tendría un amplio margen para reencauzar la economía, partiendo de un plan de estabilización con acuerdos de precios y salarios. A partir de ahí mismo habría una gran caída del riesgo país, baja de las tasas de interés domésticas y un gran incentivo a invertir. Dado que mi opinión el mundo seguirá ofreciendo una gran oportunidad, todo esto permitirá pasar a aprovechar de manera genuina, con un crecimiento sostenible, recuperación de la creación de empleos  de la reducción de la pobreza y la indigencia”, afirma el economista y profesor del IAE, Juan José Llach.

Por su parte, Bernardo Kosacoff asegura que “hay un conjunto de dilemas que deberá enfrentar el próximo gobierno, pero que hay margen técnico para resolverlos: desacelerar la inflación, aumentar tres o cuatro puntos la tasa de inversión, seguir profundizando la mejora de los sectores más excluidos, mirar procesos de innovación y calificación de los recursos humanos para producir viene más complejos. Es una agenda amplia de temas, y todavía hay márgenes para hacerlo sin la necesidad de caer en una crisis para resolverlos”.

Por último, Mario Brodersohn concluye: “El gobierno que surja de las elecciones contará no solo con un contexto internacional favorable. Heredará, además, dos realidades adicionales que le darán un mayor margen de maniobra para enfrentar la transición hacia el desarrollo económico con inclusión social. Por un lado, un contexto internacional que fue favorable en los últimos tres años pese a la crisis de los préstamos hipotecarios subprime y el cierre del Banco Lehman Brothers. El superávit en la cuenta corriente del balance cambiario fue de u$s 36.100 millones, un promedio anual de superávit del 3,5% del PBI. Sin embargo, el deterioro de la imagen internacional argentina condujo a que la casi totalidad de ese superávit se canalizase a financiar la fuga de capitales. Por otro lado, a fines de 2011 la deuda del Gobierno será de tan solo el 18,2% del PBI, cuando a fines de 2007 era de 30,2%. En este sentido, no estará en discusión si se crecerá económicamente o no, sino cómo enfrentaremos los desequilibrios que quedarán pendientes”.