Los gestos y la dialéctica de Rusia y de la OTAN recuerdan cada vez más a los de la Guerra Fría. Además de mutuos reproches y cruces de acusaciones, la anexión rusa de la península ucraniana ha generado una gran inquietud en antiguas repúblicas soviéticas que hoy pertenecen a la OTAN y que la Alianza trata de tranquilizar. El primer ministro de Crimea, Aksiónov, afirmó el control sobre todas las fuerzas de seguridad en Crimea, con la ayuda de hombres armados y pidió a Putin recibir asistencia en el mantenimiento de la paz y tranquilidad.

El 27 de marzo, se votó la resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la integridad territorial de Ucrania, declarando «inválida» la secesión de Crimea y Sebastopol. A favor de la resolución se pronunciaron cien naciones, once votaron en contra y 58 se abstuvieron

Los involucrados en el conflicto son Ucrania, Rusia y como consecuencia Crimea. Mas a la comunidad internacional no le queda otra que darse cuenta que aunque formada de Estados soberanos autónomos, las relaciones que los unen son tan estrechas que en si bien hoy hay mares que nos separan, la panguea sigue intacta en tanto al impacto internacional de las conductas de un Estado A por sobre todas los Estados. Esto se llama evolución cultural, ergo en este conflicto de dos hay polos: quienes a apoyan a Ucrania, Albania, Alemania, Australia, Canadá, Chile, Costa Rica, España, EEUU, Estonia, Finlandia, Francia, Georgia, Italia, Japón, Letonia, Lituania, México, Noruega, Panamá, Polonia, Reino Unido, Suecia, Uruguay, Kosovo, todos Estados con intereses y miedos ante la ofensiva económica y militar de Rusia. Pero también están aquello a favor de Rusia y Crimea: Afganistán, Armenia, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Siria, Sri Lanka, Venezuela, Abjasia, República de Nagorno Karabaj y Osetia del Sur. Y nunca faltan quienes se mantienen “neutrales” Argentina, Brasil, China, Ciudad del Vaticano, Colombia, Ecuador, Filipinas, india, Irán, Israel, Kazajistán, Kirguistán, República Checa, Serbia y Sudáfrica.

MOSAICO ÉTNICO O CHOQUE DE CIVILIZACIONES

Desde tiempos remotos, Crimea, una península situada al norte del mar Negro, ha sido poblada por múltiples grupos étnicos atraídos por su geografía, su clima y sus recursos terrestres y marítimos. Los primeros pobladores conocidos fueron los cimerios, los escitas, los godos y los hunos. Los antiguos griegos instalaron sus primeras colonias en las costas del mar Negro en el siglo V a.C., y llamaron a la península Tauris por los indígenas que la habitaban. Crimea todavía conserva ejemplos de la antigua arquitectura urbana griega en Quersoneso, en la actual Sebastopol. Se dice que los griegos llevaron a Crimea la cultura del cultivo de la vid y la elaboración del vino, que hoy día constituye una parte importante de su agricultura.

Catalina II venció a los otomanos e incorporó Crimea al imperio ruso En el siglo I a.C., la zona oriental de la península pasó a formar parte del Imperio romano. Cuando este cayó, Crimea quedó bajo la influencia del Imperio bizantino. Por ella el Gran Príncipe de Kiev Vladimiro el Grande se convirtió al cristianismo de rito bizantino. En 988, después de haber tomado la ciudad, fue bautizado en Quersoneso. Cuando regresó a su patria, cristianizó a los eslavos del este que habitaban la Rusia de Kiev.

Entre el siglo XII y el XV, Crimea fue testigo de la llegada de los kipchaks, las tribus túrquicas, a los que siguieron los mongoles de la Horda Dorada. Los venecianos y los genoveses también se asentaron en la península en los siglos XIII y XIV. En ella se puede contemplar todavía los restos de las fortificaciones erigidas por los italianos.

Los tártaros de Crimea, como grupo étnico diferenciado, aparecen en la península a comienzos del siglo XV. En 1441, después de acabar con la Horda Dorada, fundaron el Kanato de Crimea, un Estado sucesor del imperio de Gengis Khan. Durante más de trescientos años, bajo la protección del Imperio otomano, el Kanato de Crimea controló no solo la península de Crimea, sino también las estepas al norte del mar Negro que hoy forman parte de Ucrania y Rusia.

En 1768, Crimea se convirtió en un campo de batalla entre los imperios ruso y otomano. El Kanato de Crimea se independizó por poco tiempo, y ya en 1783 fue incorporado al Imperio ruso. Hay que mencionar que, después de adueñarse del Kanato, la Emperatriz rusa Catalina II abolió la soberanía de la administración estatal de los cosacos de Ucrania. A partir de ese momento dio inicio la colonización rusa de Crimea.

En 1854 y 1855 Crimea fue escenario de la guerra entre Rusia, por un lado, y la alianza formada por Francia, Gran Bretaña, Cerdeña y el Imperio Otomano, por el otro. Aunque Rusia perdió Sebastopol y la guerra, conservó Crimea de resultas del Tratado de París.

Stalin deportó a casi 200.000 tártaros por supuesta colaboración con los nazis. A lo largo del siglo XIX, la población tártara de Crimea se redujo en dos tercios debido a que fue obligada a emigrar a territorio otomano. Según el censo de 1926, los rusos de Crimea representaban el 42%; los tártaros, el 25%; los ucranianos, el 10%; y el resto eran alemanes, judíos, griegos, búlgaros, armenios y miembros de otros grupos étnicos. En 1944, con la pretendida acusación de que los tártaros colaboraban con la Alemania nazi, Stalin deportó a cerca de 200.000 tártaros de Crimea a Asia central y el interior de Rusia. Los alemanes, los griegos y los búlgaros también fueron perseguidos y deportados. Casi la mitad de los tártaros desterrados murieron de hambre y enfermedad. Los tártaros de Crimea no fueron rehabilitados y autorizados a volver a su patria hasta 1989.

La propaganda del Kremlin, justificando la actual anexión de Crimea, afirma que el territorio fue un regalo que Nikita Jrushov hizo ilegalmente a Ucrania en 1954. Después de la Segunda Guerra Mundial y las deportaciones masivas, Crimea estaba devastada y despoblada. La situación de la agricultura, el sector principal de su economía, lo que fue causa de la escasez de alimentos.

Tras la caída de la Unión Soviética, Crimea pasó a ser parte de Ucrania. En 1992, el Tribunal Supremo de Crimea adoptó una Constitución por la cual su territorio se convertía en una república asociada a Ucrania mediante tratados. La vuelta a esa Constitución es la segunda opción en el referéndum del 16 de mayo convocado por el autoproclamado Gobierno de Crimea.

Hasta hoy, los primeros años de la década de 1990 han sido el único periodo en que el separatismo ha prosperado en Crimea.

Lo impulsaron principalmente políticos como el primer y último presidente de Crimea, Yuri Meshkov, que prometió que el territorio se uniría a Rusia, y por los militares rusos contrarios a la división de la Flota Soviética del Mar Negro entre Ucrania y Rusia y de la transferencia de Crimea a territorio ucranio. En 1997, Kiev y Moscú llevaron el conflicto a su máximo nivel. La Flota del Mar Negro fue dividida entre Rusia y Ucrania en una proporción de 82 a 18. Crimea siguió siendo parte de Ucrania en calidad de república autónoma.

Rusia no planea devolver Crimea, Medvedev detalló medidas para incrementar salarios de unos 140.000 trabajadores estatales.

EL REFERÉNDUM Y LA NUEVA CONSTITUCIÓN

El cálculo de los votos tras el referéndum del 16 de marzo reveló la voluntad del 96,77% de la población de la república autónoma a reintegrarse en la Federación de Rusia. El 18 de marzo se firmó en Moscú el histórico acuerdo de reunificación de la República de Crimea y la ciudad de Sebastopol con la Federación de Rusia.

El parlamento de Crimea aprobó por unanimidad una nueva constitución de la república. El proyecto se votó en una reunión extraordinaria, por 88 diputados. La ley fundamental de la República entrará en vigor tras su publicación en el periódico parlamentario “Noticias de Crimea”. Según esta constitución publicada el 12 de abril, la República de Crimea es un Estado democrático y de derecho dentro de la Federación Rusa.

LA NUEVA ECONOMÍA

Las economías más expuestas a Moscú registrarían descensos superiores al 1%. Bruselas prepara el terreno por si la confrontación con Rusia se agudiza. La Comisión Europea está evaluando el impacto que tendría en los países miembros infligir un mayor castigo al presidente ruso, Vladímir Putin, por la anexión de Crimea. Los expertos concluyen que, aunque Moscú se llevaría la peor parte, el perjuicio para Europa no sería nada desdeñable, según explican fuentes comunitarias a partir de un informe restringido con datos preliminares. El PIB anual de los 28 países sufriría caídas del 0,5% si las exportaciones comunitarias a Rusia se redujeran a la mitad, uno de los supuestos más claros de la siguiente tanda de sanciones contra Moscú.

El Ejecutivo comunitario trabaja desde hace días en la llamada fase tres de las represalias hacia Rusia, un escenario diplomático aún por definir —no se sabe qué lo desencadenaría ni las medidas previstas—, con consecuencias muy inciertas. Los líderes de la UE advierten constantemente a Rusia de que tiene mucho que perder si tensa la cuerda con Europa, pero eluden añadir que también el continente saldría dañado de la contienda. Porque esa pérdida media del 0,5% del PIB (63.556 millones de la riqueza europea conjunta, equivalente a todo el déficit público español, aunque las cantidades varían mucho por países) subiría por encima del 1% para los países que tienen mayores vínculos comerciales y financieros con Moscú: los bálticos, Chipre, Polonia, Finlandia, República Checa, Eslovaquia y Hungría.

Con estos datos, Bruselas trata de dejar patente su escaso apetito por entrar en guerra comercial con Rusia tras la modificación de las fronteras ucranias que provocó Putin al anexionarse Crimea. Las sanciones comerciales y el veto a la energía rusa —petróleo y gas— dañarían a una Europa que apenas deja atrás la recesión, aunque los socios comunitarios también saben que ese momento puede llegar. “Si Rusia invadiera algún territorio más, iríamos a la fase tres, sin divisiones”, aventuran esas fuentes comunitarias, que creen que el aislamiento económico a Rusia se aplicaría de forma coordinada con Estados Unidos. Así ha ocurrido con las dos fases anteriores de sanciones adoptadas hasta el momento, que incluyen la suspensión de cumbres de alto nivel, la interrupción de negociaciones comerciales y el veto a la entrada en Europa y Estados Unidos de una lista de personas, a las que también se congelan sus activos.

El informe desgrana otros muchos datos que desaconsejan la estrategia de confrontación. Aunque en términos relativos el daño es mayor para Rusia, el volumen de lo que Europa importa de Rusia (115.000 millones de euros) duplica las ventas de productos comunitarios en territorio ruso (66.000 millones de euros. La UE tendría que buscar alternativas para esos productos que ahora recibe de Moscú y probablemente enfrentarse a represalias similares hacia los bienes europeos. Alemania encabeza la lista de países que más exportan a Moscú y también la de los mayores inversores.

ABASTECIMIENTO ENERGÉTICO

Por encima incluso del gas, Europa depende del petróleo ruso (un 35% de las importaciones de crudo provienen de ese país, con 11 países por encima del 40% y algunos, en el 100%). Los países más dependientes podrían aguantar una hipotética quiebra de los intercambios mediante reservas. El informe comunitario asegura que la UE dispone de reservas para siete meses, pero no se pueden extraer inmediatamente y, sobre todo, canalizarlas hacia donde son necesarias.

¿Y cuáles son las alternativas? El secretario de Estado estadounidense, John Kerry se reunió con la alta representante para la Política Exterior Catherine Ashton, y otros miembros de la Comisión Europea para explorar soluciones. El grupo concluyó que la capacidad estadounidense para exportar gas natural licuado “beneficiará a Europa y a otros socios estratégicos” y urgió a terminar el corredor del sur, que permitirá canalizar el gas del mar Caspio y de Oriente Próximo hacia la UE. Pero ninguno de los dos objetivos será inmediato: el gas norteamericano tardará al menos dos o tres años (y está por ver que el precio sea atractivo); el corredor del sur, cuatro o cinco. En ese contexto, resulta más aconsejable llevarse bien con Rusia.

LA PANGEA RESPONDE

La rápida anexión de Crimea por parte de Rusia, que siguió a la destitución del aliado de Moscú Viktor Yanukovich como presidente a finales de febrero, ha provocado la mayor crisis en las relaciones este y oeste desde la Guerra Fría. De hecho la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) continúa tomando represalias contra Moscú tras su decisión de anexar la península ucraniana de Crimea. De todas formas, aún insisten en el diálogo político para destrabar la crisis. Los ministerios de Exteriores reunidos en Bruselas en abril anunciaron la suspensión de la cooperación práctica con Moscú, pero quieren continuar el diálogo político a nivel de embajadores en el marco del Consejo OTAN-Rusia y se re-evaluarán en el próximo encuentro de ministros de Exteriores en junio. En su declaración conjunta, los funcionarios prometieron “un refuerzo adecuado y una protección visible” a sus aliados del Este. Los Estados del Báltico, Polonia y Rumanía habían pedido una mayor presencia de la alianza atlántica al sentirse amenazados por Rusia en el marco de la crisis en Crimea.

Se podría aumentar la disposición de la Nato Response Force, la tropa de intervención rápida de la alianza atlántica, para actuar sobre la planificación militar. Hasta ahora lo único seguro es que la alianza atlántica reforzará la vigilancia aérea sobre el Báltico, que lleva diez años asumiendo. Estados Unidos aumentó con ese fin sus aviones de cuatro a diez y a finales de abril la vigilancia dará el relevo a otros países. Alemania, Reino Unido y Francia se han ofrecido a hacerlo.

En los años 90, la OTAN prometió a Rusia que no realizaría despliegues de grandes dimensiones en los miembros del Este. El ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, pidió, sin embargo, un cambio de paradigma en vista de los sucesos en Ucrania y solicitó un despliegue de tropas terrestres y de armas pesadas en su país. El secretario general de la alianza, Anders Fogh Rasmussen, garantizó a los miembros del Este el apoyo militar de la OTAN, pero había manifestado su oposición a un desplazamiento de tropas hacia allí: “Creo que todos pensamos que el mejor camino para avanzar es un diálogo político y diplomático”.

Un oficial de la OTAN señaló que cada día se observan movimientos de tropas rusas, pero aún no se ha visto una retirada. Desde el cuartel central de la OTAN, se habla de entre 35.000 y 40.000 soldados rusos desplegados en la frontera con Ucrania.

La alianza sigue teniendo sobre la mesa todas las opciones, incluyendo la actualización de los planes de defensa y un aumento de ejercicios, y continúa considerando despliegues adecuados. La OTAN aumentará también su cooperación con Ucrania, ayudando por ejemplo a mejorar las capacidades del país y a reformar su sector de la Defensa, señalaron los ministros. Cualquier movimiento hacia una incorporación de Ucrania a la OTAN es otra de las opciones consideradas tabú por el momento y Steinmeier destacó que no ve perspectivas para que esto suceda al menos en el corto plazo, aunque el gobierno alemán no ha manifestado su postura formal al respecto.

Rumania anunció, por otra parte, el aumento de los efectivos estadounidenses desplegados en el país, que pasarán de los 1.000 actuales a 1.600, así como el envío de aviones militares.

En el campo económico, Rusia elevó el precio del gas a Ucrania un 44%, en coincidencia con el inicio del mes, oficialmente como respuesta a las deudas millonarias que acumula Kiev, anunció el director de la empresa estatal Gazprom, Alexei Miller. Por eso, cuando en febrero cayó el gobierno de Víktor Yanukovich, aliado de Vladimir Putin, los crimeos encontraron la excusa perfecta para convocar el referéndum del 16 de marzo, dado que declararon que las nuevas autoridades no los representaban.

Hoy, en las bases militares de Crimea flamean las banderas rusas; en las transacciones comerciales, se usa el rublo; y, mientras tanto, los ciudadanos que no quieren renunciar a ser ucranianos piden al Gobierno que los evacúe cuanto antes de la península.

En declaraciones que dejaron en claro que Rusia no planea devolver Crimea, Medvedev detalló medidas para incrementar salarios de unos 140.000 trabajadores estatales, elevar las jubilaciones, convertir a la región en un centro turístico, proteger los vínculos energéticos con la península y mejorar su caminería, líneas férreas y aeropuertos. En tanto, se supo que Rusia retiró una parte de sus tropas de la frontera común con Ucrania, según lo aseguró el gobierno de transición ucraniano en Kiev. “La cifra de soldados (rusos) se está reduciendo, aunque es difícil dar una cifra exacta”, dijo hoy Alexander Rosmasnin, del Ministerio de Defensa, que señaló que la situación en la región es estable.

El funcionario no descartó que se trate solamente de un relevo y que las tropas vuelvan a aumentarse. Ucrania acusa a Rusia de haber apostado en la frontera común a decenas de miles de soldados, para aumentar su potencial de amenaza en el marco de la crisis de Crimea, algo que Moscú niega.

RUSIA, CRIMEA Y ARGENTINA

El presidente de Rusia llamó en abril a su par argentina y le agradeció haber incluido en el debate del referéndum que realizó Crimea para anexarse a Rusia la cuestión del “doble estándar” que usan varios países para apoyar o rechazar ese tipo de consultas. Es que Cristina Kirchner había objetado en Francia el rechazo de Gran Bretaña al referéndum en Crimea y su aval a la consulta que el año pasado se hizo en las islas Malvinas para seguir como territorio de ultramar de Londres.

La lectura que hizo Putin de las palabras de Cristina Kirchner le sirvió para justificar la anexión de Crimea. Sin embargo, la Argentina había rechazado en la ONU el referéndum y el traspaso de Crimea a Rusia.

En el comunicado que emitió la cancillería argentina al término de la charla telefónica de Putin y Cristina Kirchner destacó que “el presidente ruso habló con la primera mandataria sobre la cuestión de Ucrania y reconoció la postura de la Argentina sobre la cuestión de Crimea”. También dijo que “Putin subrayó la importancia de la posición argentina al incluir en el debate sobre dicha cuestión el doble estándar de varios países con relación a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.

Por un lado, el Gobierno condenó en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el referéndum en Crimea y se mostró en favor de la integridad territorial de Ucrania. Pero, a la vez, Cristina Kirchner condenó a los países que rechazan el referéndum de Crimea.

Esto se da además en momentos en que la Argentina busca un apoyo de Estados Unidos y de los países europeos para negociar con los holdouts y con el Club de París. Y hay un eje central en la relación de Rusia y la Argentina que explicaría la postura ambigua de la Argentina sobre Crimea: el fuerte vínculo comercial que une a ambos países.

A la vez, Rusia tiene interés por desarrollar negocios energéticos y tecnológicos en la Argentina. Por ejemplo, los rusos, en alianza con la Corporación América, de Eduardo Eurnekian, se presentaron en la licitación de la represa hidroeléctrica de Chiuido I, en Neuquén.

También hay fuerte interés de la estatal de energía atómica Rosatom para desarrollar energía nuclear en Atucha. No son los únicos negocios: hay un proyecto de la empresa de camiones Kamaz para instalar una fábrica de ensamble en Córdoba, un plan minero en Mendoza con una inversión de US$ 350 millones y la venta de helicópteros rusos de rescate, entre otros proyectos. ◊

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María Cecilia Benac es conferencista, escritora e investigadora. Magister en Políticas Públicas (Flacso), Profesora en Diplomacia y Licenciada en Relaciones Internacionales (USAL). Especializada en seguridad y estudios internacionales. Entre otros posgrados realizados, se destacan los de la Universidad de Leiden (Países Bajos), Emory, Yale (EEUU) e IESE (España). Docente de la Escuela Argentina de Negocios entre otras instituciones. proyecto humanitario comunicacional, el cual dirige hasta la actualidad. Como miembro de Reporteros Sin Fronteras, cubrió los conflictos y guerras en Medio Oriente entre 2010 y 2016. Participando también de Misiones de Seguridad y Acción Humanitaria en Palestina, Egipto, Líbano, Marruecos y Siria. Es periodista y redactora en medios especializados.