También es cierto que se trata de fenómenos con diferencias observables pero con ciertas afinidades a tener en cuenta. Este artículo no pretende dar explicaciones de las razones de su emergencia específica, ni explorar los tipos de movilización en cada región, sino preguntarse acerca del posible devenir de estos movimientos, analizando algunos de los desafíos que enfrentaran en el mediano plazo.
INNOVACIONES
Las movilizaciones sociales son un fenómeno tan antiguo como la sociedad misma. En distintos momentos históricos ha habido grupos de personas descontentas que se han agrupado en torno a ciertas consignas, para reclamar su satisfacción al líder de una comunidad. Pero su impacto, sus metas y los medios que han utilizado para hacer llegar su reclamo han variado sustancialmente en la historia. De la movilización campesina a los indignados de Puerta del Sol se han dado grandes innovaciones. Los cambios que han traído estas movilizaciones merecen ser analizados para entender el fenómeno, a continuación algunos características salientes:
- Difusión viral: Centralidad del uso de los nuevos medios de comunicación (mails, sms y diversas redes sociales) para la difusión de sus proclamas, para la movilización de las bases y para la coordinación de las acciones.
- Movilización emergente: Esto es, reclutamiento con múltiples focos de activación, no dirigidos por un solo grupo movilizador, en contraste a las tradicionales movilizaciones auspiciadas desde partidos políticos, sindicatos, asociaciones empresarias o alguna otra institución pública relevante.
- Organización horizontal y micro-liderazgos: Producto de su origen e incluso de sus proclamas, la cristalización de un líder en cada una de las movilizaciones ha sido poco frecuente. Liderazgos visibles como el de Cohn-Bendit en el Mayo del 68 no se han hecho presentes. Por el contrario, se han visto que pequeños liderazgos de comunidad emergen en ámbitos reducidos.
- Descreimiento de la mediación política: Se manifiesta un marcado desencanto en negociar una salida a las proclamas a través de los medios institucionales tradicionales. En tanto que son las mismas instituciones (viciadas) quienes han potenciado parte de su desenfado, pocas esperanzas depositan en que ellas puedan solucionar el problema que plantean.
- Metas difusas: Las movilizaciones emergieron frente a un cumulo de banderas difusas o por consignas concretas que se ampliaron a fines algo más borrosos (caso Chile). Esto también les ha permitido tener un paraguas lo suficientemente grande como para que bajo una misma bandera protesten una gran cantidad de desencantados.
- Globalidad de los movimientos: En parte por su atracción para la opinión pública y por las barreras que derriba internet, los movimientos han logrado tener amplia repercusión internacional cosechando solidaridades transnacionales e incluso recursos de agentes foráneos.
De todos los puntos anteriores, probablemente la novedad que más ha llamado la atención sea el uso de las TICs para comunicarse y coordinares. Es cierto que en contraste con una revolución de los años 50 este haya sido uno de los ejes más salientes. Hoy la telefonía acerca inmediatamente a personas que cuarenta años atrás difícilmente hubieran podido, las movilizaciones se contagian por mensajes de texto, los sucesos se filman con teléfonos celulares, las redes sociales conectan a cientos de personas que no se conocen la cara y los ciudadanos se convierten en periodistas de la vida cotidiana con sus blogs.
Estas innovaciones han brindado la posibilidad a todos los ciudadanos de no ser solo objetos de comunicación masiva sino de participar como sujetos de la misma.
Y estas mismas herramientas han sido instrumentos centrales de las movilizaciones para la difusión de sus proclamas, la movilización de las bases y la coordinación de las acciones, incluso internacional como se vio el 15 de Octubre donde más de 30 países se movilizaron por la misma consigna.
Pero más allá de su uso como vehículos de comunicación se destaca su rol como eje organizador de las movilizaciones, lo que les ha asignado su carácter horizontal, emergente y sin liderazgos claros. Y es precisamente su forma de organización un punto central para entender cómo podrán ellas interactuar con las instituciones políticas. Porque entre ellas hablan dos idiomas distintos, se manejan con semánticas diferentes. Las movilizaciones están más cerca de una predica romántica, centrada en valores, comunicando por medios modernos, organizados horizontalmente y sin liderazgos fuertes. Pero negocian con sujetos e instituciones que están acostumbrados a la jerarquía, a la comunicación tradicional, a los argumentos racionales (costo-beneficio) y liderazgos robustos. Los gobiernos entienden a la política como el medio que usa una sociedad para conseguir sus fines y las movilizaciones la ven como el medio que usan los políticos para reproducir su propio orden.
Y en este sentido las movilizaciones se han caracterizado por su marcada insatisfacción con la forma en la cual la política dice haber resuelto los problemas de la sociedad. Por esa razón no confían en que las mismas instituciones que los llevaron al problema, puedan ahora resolver su situación actual, lo que genera un alta desconfianza para generar un dialogo entre los sectores. Y esto no se trata solo de un problema de un gobierno, es una cuestión de régimen. La democracia es un régimen que abraza los conflictos para regularlos institucionalmente. Entonces los gobiernos procuran alcanzar soluciones institucionales que estas movilizaciones miran con desconfianza.
Pero más allá de la desconfianza hay un problema adicional. Imaginemos que el dialogo se alcanza y los movimientos deciden mediar el conflicto a través de las instituciones políticas.
¿Quiénes podrán ser los mediadores de la emergente movilización frente a los poderes establecidos? ¿Quiénes representarían a las movilizaciones en la negociación con los gobiernos?
Porque más allá de las utopías, las instituciones políticas siguen procesando los conflictos burocratizándolos en una mesa de discusión y en una mesa pueden entrar 20 personas, tal vez 30, pero no mucho más. Y aquí es donde las movilizaciones han sido tan conflictivas para el poder político, porque les ha costado encontrar la forma de mediar, no han tenido la capacidad de encontrar un interlocutor válido o legítimo que actué en nombre de las movilizaciones.
Mientras que el punto anterior parece ser unos de los graves problemas para los gobiernos, puede no serlo tanto para los movimientos sociales, pero impacta directamente en la capacidad que tengan de resolver sus demandas y de mantenerse en el tiempo sin réditos mostrables. Este tipo de organización plantea una serie de interrogantes sobre su capacidad de sustentarse en el futuro. La escritora y activista canadiense Naomi Klein, justamente señalo recientemente en una movilización la debilidad que implica la organización horizontal y emergente al decir que:
“Sólo cuando se quedan firmes pueden echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho que en la era de la información muchos movimientos brotan como flores, pero se mueren rápidamente. Eso es porque no tienen raíces”.
Este punto que marcaba Naomi Klein es algo que los indignado europeos han tratado de paliar con la política de campamentos estables y aún resta ver con qué éxito puedan mantener, porque, contra algunas proposiciones clásicas de la ciencia política, estos movimientos no parecen tener interés en formalizar su permanencia, ni cristalizándose como partidos políticos o incluso como organizaciones de la sociedad civil.
En tal sentido, una estrategia lógica de los gobiernos puede ser dilatar el desenlace del conflicto. Y de esta forma fomentar las diferencias entre los micro liderazgos, dividirlos internamente, ofrecer “tratos” bilaterales y apostar a un paulatino decrecimiento. También sabiendo que los movilizados, toda vez que no cuentan con apoyos institucionales tradicionales, tienen dificultades para sostener la protesta, organizarse y más importante, hacer tangible una salida de la botella. Esta parece haber sido la movida del Presidente de Chile, Sebastián Piñera, a quien le quedan muchos años de gobierno, su reputación ya está por el piso y como le es difícil pensar que pueda enfrentarse con un peor escenario, decide seguir jugando a fondo con su carta.
Por último, analicemos las metas que persiguen porque, como toda movilización, una de los principales motores para su supervivencia es la permanencia o satisfacción de su reclamo inicial. En los casos que estamos analizando, sus fines difusos complejizan la satisfacción de las demandas por parte de los poderes públicos. ¿Qué parte de la demanda se comienza a satisfacer? ¿Cuál es el primer paso que el gobierno debería tomar? La lógica acotada de las burocracias sigue estando en pie y son ellas quienes intentarán satisfacer las demandas. Reclamos sociales como mayor participación ciudadana en las decisiones públicas o mejores fuentes de trabajos son ítems difícilmente documentables en un memo de un ministerio. Y si miramos para el otro lado, también es difícil pensar que las movilizaciones puedan acotar su agenda para debatir frente a las instituciones políticas porque 1.- no tienen un líder que asigne prioridades 2.- podrían perder parte de la base que no coincida con la agenda del líder. Y si bien es esperable que, por el tipo de movimientos, nunca lleguen al punto de que un líder “marque la agenda”, inclusive una votación online para acotar los temas tendría efectos similares a los marcados.
A pesar de todo, parece sigue habiendo tantas incógnitas como certezas. Parece claro que la perdurabilidad de estas movilizaciones, bajo esta forma de organización es acotada, está en jaque pero no se puede precisar hasta cuando se mantendrán. También parece bastante probable que las movilizaciones no satisfagan todos los reclamos que originalmente las congregaron, pero ya han generado ciertos movimientos positivos con sus actos. Y no hay razones para pensar que de este tipo de movilizaciones pueda emerger un liderazgo claro que aglutine los reclamos, los formalice institucionalmente y se presente a elecciones como una propuesta consistente. Lo que nos lleva de vuelta a la relación entre las forma de organización, las movilizaciones que analizamos y el régimen democrático se mueven con lógicas diferentes. La democracia procesa con bastante comodidad las instituciones informales y las movilizaciones, pero una agenda de reclamos extendida y la falta de liderazgos claros hace difícil llegar a un punto común.