La comunidad internacional pronto manifestó sus deseos de mantener relaciones diplomáticas con este nuevo estado, por lo que cinco días después de su independencia –el 14 de julio– se convirtió en el país miembro número 193 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Este nuevo estado es uno de los países más pobres del mundo, lo que representará grandes desafíos no sólo para el gobierno, sino para toda la comunidad internacional. Según cifras de la ONU, el 90% de la población vive con menos de un dólar diario, el 85% es analfabeta y el 33% sufre de hambre crónica. En tanto, los datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) no son más alentadores: con una tasa de trabajo infantil del 14%, uno de cada diez niños muere antes de cumplir un año, una de cada siete mujeres embarazadas morirá durante el parto y las posibilidades de que una niña de 15 años muera dando a luz son mayores que de acabar la escuela.
Sin embargo, pese a su pobreza, el país posee importantes recursos minerales, especialmente petróleo, y como consecuencia del resultado del acuerdo de paz de 2005 también participa en los beneficios de los mismos.
Antes de la independencia, el ahora país del sur producía el 85% del petróleo sudanés, aunque según el Acuerdo General de Paz firmado en 2005, los ingresos de la renta petrolífera se dividían en partes iguales durante el período del acuerdo, representando estos el 98% del presupuesto del gobierno de Juba.
A pesar de este acuerdo, es importante destacar que desde el descubrimiento del petróleo en la región, los frutos del crecimiento han sido repartidos de forma desigual: el dinero del petróleo ha deformado la economía sudanesa en general, perjudicando a las otras exportaciones y generando un fuerte aumento de los precios, fenómeno conocido como “enfermedad holandesa”. Asimismo, la distribución de los ingresos derivados del petróleo ha sido muy desigual entre Jartum y Juba. Para ilustrar esta desigualdad basta un ejemplo: hoy en día, el norte de Sudán cuenta con miles de kilómetros de carreteras y una represa hidroeléctrica nueva. El sur, por su parte, tan solo posee 60 kilómetros de caminos pavimentados.
Calbarro, antes de la independencia del sur, mencionaba que: “la particularidad de Sudán del Sur se ha sustentado teóricamente en la crueldad probada del régimen musulmán del norte de Omar Hassan al-Bashir, un estado delincuente que no sólo se ha ensañado durante décadas con los habitantes del sur cristiano-animista, sino que también se ha alineado con el terrorismo islámico internacional y ha sido responsable del genocidio del Darfur, por el que sobre Bashir pesan órdenes de arresto del Tribunal Penal Internacional. Pero, fundamentalmente, hay un hecho diferencial decisivo que va a procurarle la independencia a un país aparentemente inviable, el más pobre de África; un país sin apenas infraestructuras, con una dependencia extrema del norte en casi todos los sentidos: el factor diferencial que explica tan insólito proceso de autodeterminación es la presencia en territorio sursudanés de aproximadamente el 85% de las reservas de petróleo de la República de Sudán, un petróleo que se extrae en el sur y se exporta a través de oleoductos por Puerto Sudán, en el Mar Rojo, principalmente con destino a China, que a cambio apoya el régimen genocida de Bashir”.
En este contexto, el objetivo del presente artículo es plantear algunos de los desafíos a los que se enfrenta el nuevo país africano, tanto políticos, como económicos y sociales, y analizar la importancia del dominio de las rutas del petróleo, focalizando el análisis en el proyecto de construcción de un oleoducto que parta de Juba – capital de Sudán del Sur – y se extienda hasta Kenia, para darle salida al mar a los recursos petrolíferos de esta nueva nación, debido a la imposibilidad de negociar con el Norte por el reparto de los ingresos derivados del “oro negro”. Por último, se presentarán una serie de consideraciones a modo de conclusión.
LOS DESAFIOS DEL NUEVO GOBIERNO
Antes de comenzar a forjar su destino, el nuevo país africano, gobernado por Salva Kiir, tiene numerosos desafíos que afrontar tanto en el corto como en el largo plazo. Sin embargo, si Juba no quiere “tirar por la borda” todo el esfuerzo puesto en lograr la independencia, deberá trazar un plan de acción y definir prioridades.
Uno de los retos inmediatos es definir completamente la frontera y acordar con su vecino del norte como se repartirán los beneficios del petróleo. A pesar que el presidente del norte, Omar Hassan al-Bashir, felicitó a los sudaneses independizados porque la voluntad del pueblo ha sido respetada, las relaciones entre ambos no serían tan amistosas. En este conflictivo escenario, uno de los puntos más críticos es la región de Abyei, rica en petróleo, que tendrá que celebrar su propio referéndum para decidir a cuál de los dos países quiere pertenecer.
En tanto, las primeras negociaciones serias desde la independencia del sur, se iniciaron en Etiopía. La agenda contempla varios temas, entre los más críticos que enfrenta la región, se incluye la división de las deudas de Sudán, la nueva moneda y los activos. Si bien antes de su independencia, el sur ya había acordado sobre la nueva divisa y el pago de las deudas con su – ahora – vecino del norte, ya comenzaron los roces también en el plano monetario.
Según la cadena ABC, el martes 19 de julio, el vicegobernador del Banco Central de Sudán (del norte), Badr al Din Mahmud, amenazó con llevar a cabo una “guerra de divisas” contra su nuevo vecino, después que el gobierno del sur comenzara a emitir una nueva moneda, la libra sursudanesa.
Las amenazas se producen tan solo una semana después que el gobierno de Jartum acusara a Sudán del Sur de intentar socavar la economía sudanesa. Todo ello, pese a que un acuerdo tácito entre ambas partes establecía que la antigua divisa -la libra sudanesa- continuaría en circulación entre seis meses y un año. Sin embargo, y como la mejor defensa es un buen ataque, el propio Badr al Din Mahmud ya ha asegurado que en los próximos días su país emprenderá la puesta en marcha de una nueva divisa como “medida preventiva” para proteger su economía frente al recién nacido Estado. En el horizonte, el futuro de los cerca de 2.000 millones de libras que actualmente están en circulación en Sur de Sudán (cerca de 700 millones de dólares al cambio) y sobre todo, la gestión de la economía de ambos países.
No obstante, no sólo debe culparse al histórico abuso del norte hacia el sur, ya que también existen enfrentamientos entre etnias del sur y las primeras acusaciones de corrupción empiezan a aflorar. Los favores a la etnia propia –principalmente la dinka – a la hora de otorgar los mejores puestos en la recién estrenada administración generan malestar al resto de más de 500 grupos étnicos del país.
Por otra parte, si bien en la actualidad la única fuente de ingresos de Sudán del Sur es el petróleo, sin descubrimientos adicionales, se estima que la producción alcanzará su punto máximo en el año 2011-2012 y luego disminuirán de manera gradual. El país sin salida al mar tiene millones de hectáreas de tierras fértiles y cantidades importantes de agua para trabajar la tierra. Asimismo, tiene mayor diversidad de vida silvestre que Kenia y Tanzania – dos países famosos por el turismo de vida silvestre.
En este contexto, si bien la única oportunidad de la economía del sur en el corto y mediando plazo sea el petróleo, en el largo plazo, uno de los desafíos fundamentales que deberá afrontar Sudán del Sur es comenzar a diversificar su economía y aprovechar las ventajas comparativas naturales. No sólo debe focalizarse en la producción de petróleo, sino que también debe comenzar a trabajar las tierras y construir infraestructura para fomentar el eco-turismo.
DOMINIO DE LAS RUTAS DEL PETROLEO: OLEODUCTO SUDAN DEL SUR – KENIA
Todas las expectativas del nuevo país africano están puestas en los ingresos generados por el petróleo. Como se mencionó con anterioridad, cerca del 85% de los campos petrolíferos sudaneses se encuentran ubicados en territorio del sur, mientras que las refinerías y los oleoductos para transportar el crudo se encuentran en el norte y la salida exterior al mar requiere recorrer el país que se ha segregado.
La importancia económica y geopolítica de los recursos petrolíferos son razones más que suficientes para que ambos gobiernos, en el momento de firmar la paz lograran un acuerdo para repartirse las ganancias del petróleo a medias. Tras la independencia de Sudán del Sur, el gobierno de Juba adquirió el control de aproximadamente el 75% de los 486.000 de Sudán barriles diarios de producción de petróleo. No obstante, si bien el sur produce, si no resuelve en un futuro inmediato sus conflictos con el norte, no podrá exportar, ya que aún no posee infraestructura para llevar a adelante dicha actividad.
Si bien un acuerdo con el territorio árabe podría solucionar el problema de la salida de la producción en lo inmediato, en palabras del ministro de Carreteras y Transportes de Sudán del Sur, Anthony Makana, al nuevo país le resultaría más fácil construir su propio oleoducto que llegar a un acuerdo.
Y ante este anuncio, las economías avanzadas no perdieron el tiempo. El primero en anotarse fue Toyota Tsusho, el brazo comercial del fabricante japonés de automóviles, que se encuentra desarrollando planes para construir un oleoducto valuado en 1.500 millones de dólares que se extendería 1.400 kilómetros, desde Juba a la isla keniana de Lamu en el Índico, y podría transportar hasta 450.000 barriles por día (otra de las opciones que se consideró fue la construcción del oleoducto a través de Etiopía, pero este país no cuenta con litoral, por lo que no puede proporcionar a Sudán del Sur una salida a los mercados mundiales).
Según Financial Times, el proyecto sería más audaz aún tratándose de una empresa japonesa en África. Y para no “perder el tren” China también ha estado estudiando el oleoducto propuesto y Toyota Tsusho ha dicho que la cooperación con Beijing no sólo sería posible sino también beneficiosa. La alternativa de construir el oleoducto no sólo le interesa a los japoneses, sino que también se encuentra interesada la Compañía de Operaciones Petroleras del Gran Nilo (40% de China, 30% de Malasia y 25% de la India), que controla el petróleo del Sur. Sin embargo, ya sea por parte de los japoneses o por el conglomerado asiático, la materialización de este proyecto puede ser motivo de roces entre el norte y el sur porque fortalecería a este último en la discusión por la renta.
Este interés de Japón se debe a que es el único gran país industrializado que compra el petróleo sudanés. Durante el primer semestre de 2010, la segunda economía asiática recibió un 2% de las exportaciones de petróleo. Sin embargo, la China National Petroleum Corporation, una empresa de propiedad estatal, tiene la mayor participación extranjera en la industria petrolera de Sudán y Beijing recibió 79% de las exportaciones de petróleo de Sudán en el mismo período, por lo que estos dos grandes asiáticos competirán por llevarse el botín.
En tanto, Kenia seria uno de los principales beneficiados, independientemente de que empresa financie la construcción del oleoducto, ya que es un centro muy importante para el sur de Sudán. Si el proyecto se efectiviza, la relación entre Sudán del Sur y Kenia no sólo se ampliará y se fortalecerá, sino que beneficiará política, económica y socialmente a ambos países. Es debido a la importancia del recurso natural en la región, que el gobierno keniata ya se encuentra negociando alrededor de 22.000 millones de dólares con inversores para financiar su cuota para la construcción del corredor.
Sin embargo, cualquier construcción del oleoducto sería a años de distancia, aunque el anuncio esta vez sonó más concreto que los planes anteriores. Según Makana, el sur está en conversaciones con varias empresas petroleras para construir un enlace de 200 kilómetros de largo a la tubería existente que va desde Mombasa a Eldoret en Kenia.
Asimismo aseguró que tal oleoducto ayudaría al sur de exportación de su petróleo a los vecinos africanos tales como Kenia, Uganda, Congo, Rwanda, Burundi, Tanzania y Etiopía.
Este ambicioso proyecto puede llegar a ser muy provechoso tanto para Sudán del Sur, Kenia y otros países de la región como para los países asiáticos que buscan explotar el petróleo africano. Sin embargo, este anuncio es motivo de preocupación en Jartum, que cuenta con el pago de las tasas para el transporte de petróleo del sur a través de oleoductos del norte por lo menos a amortiguar el golpe de perder los ingresos petroleros del sur.
Mientras tanto, hasta que el proyecto esté más avanzado, el ministro sudanés de Finanzas, Ali Mahmud informó el miércoles 20 de julio que la República de Sudán del Sur ha aceptado exportar petróleo a través de los puertos que tiene Sudán en la costa del mar Rojo y ha aceptado pagar tasas por ello. En declaraciones a la prensa en la capital sudanesa, Mahmud adelantó que el Ejecutivo al que pertenece redactará una ley que determine los impuestos que deben aplicarse por el traslado del petróleo sursudanés y el uso de un puerto para su exportación.
En este escenario, los responsables del gobierno sursudanés destacaron que la aceptación por parte de Jartum de exportar la primera carga de crudo sureño por su territorio “es una señal de cooperación”.
En este contexto, por lo tanto, es importante destacar que si el dominio de las rutas del petróleo fue la causa verdadera de las guerras de Irak y Afganistán, hoy hace posible una independencia justa, pero contra natura si atendemos los precedentes legales. No parece caprichoso que los Estados Unidos, China, el Reino Unido, la India, Sudáfrica, Kenia, Brasil, Francia, Irán, Egipto y Uganda, entre otros, hayan abierto ya consulados en el país, que no tardarán en convertirse en embajadas luego de la independencia de Sudán del Sur. ¿Irán todos tras el petróleo o será una simple ilusión?
CONCLUSIONES
Si bien para los sursudaneses hay mucho que festejar tras la independencia, a partir de ahora comenzará el trabajo “duro”. Con la ciudadanía de miles de personas y refugiados en las nuevas fronteras en vilo, la región vive una severa sequía que no se había visto en años. Una correcta administración de las áreas de cultivo y sus recursos hídricos se convierten en fases clave para la supervivencia del nuevo estado de África con menos de un mes de vida. Ahora es tarea del Estado garantizar a sus más de ocho millones de habitantes su seguridad alimenticia si desea preservar la estabilidad que ha ido fortaleciéndose desde el año 2005, cuando un tratado de paz puso fin a la guerra civil y que ahora se ha traducido en su completa separación de su madre patria del norte.
Sin embargo, esto no será tarea sencilla para el nuevo gobierno del sur. Aunque, en 2010 la producción de cereales, que componen gran parte de la alimentación del país, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), fue de unas 695.000 toneladas, se espera que haya un déficit de 291.000 toneladas para abastecer la demanda de todos sus habitantes en 2011. Asimismo, el organismo prevé que el déficit se agravará con el retorno de los 400.000 desplazados que se incorporarán a la nueva nación en las próximas semanas y meses.
Desde el punto de vista económico, si bien en el artículo se analizó la importancia del petróleo y los proyectos del nuevo país para “liberarse” de su vecino del norte, a través de la construcción de un oleoducto financiado con capitales asiáticos, es importante destacar que no sólo petróleo tiene el nuevo Estado. Sudán del Sur es rico en maderas tropicales, en hierro, en cobre, en zinc, en tungsteno, en plata y en oro. Tiene, además, la fortuna de encontrarse en el curso del río Nilo y de muchos de sus afluentes, lo que le garantiza grandes recursos hidroeléctricos que deberían ser empleados para el desarrollo del país.
Pero desarrollarse cuesta dinero, y ese, por de pronto, sólo puede venir de la ya establecida industria petrolera. Actualmente la mayor parte de bloques de extracción se encuentran en manos de las empresas GNPOC y PetroDar, consorcios dominados por la china CNPC y la malaya Petronas con participaciones menores de otras empresas. La sed de energía del gigante asiático no tiene límite y sus empresas están posicionándose en las áreas productoras del continente africano, necesitadas de capital y conocimiento para poder explotar sus reservas.
En este escenario, y mientras los sursudaneses aun festejaban la independencia, los países occidentales ya estaban pensando en como aprovecharse de las precarias condiciones en las que se encuentra esta nueva nación.
Planteados los desafíos del nuevo gobierno a corto plazo y la importancia económica y geopolítica de los recursos petrolíferos, cabe preguntarse que significará la independencia de Sudán del Sur como precedente en un continente sometido durante más de medio siglo a las tensiones derivadas de la perpetuación de unas fronteras coloniales que nunca tuvieron en cuenta los límites tribales ni, lo que hoy es mucho más importante, la divisoria subsahariana entre el islam, al norte, y el animismo tradicional y el cristianismo importado, al mediodía.
Lo que la mayoría esperaba era que nazca un nuevo país que será, además, la nueva frontera entre el mundo árabe y el mundo negro. Sin embargo, el negocio petrolífero sursudanés podría alentar así, en un temible efecto dominó, conflictos en cadena en estados que también soportan fuertes tensiones debido a diferencias religiosas, económicas o políticas, como Nigeria, Costa de Marfil, Congo, Angola.