En este contexto, parecía que la apuesta segura a fines de la década de 1980 era la mecanización, la computarización y robotización. Se esperaba una transformación de los sectores industriales japoneses a uso más intensivo de capital y de alta productividad orientada a los mercados.
Todo lo anterior, sumado a la ética del trabajo japonesa, las elevadas tasas de ahorro privado y el lento crecimiento demográfico, daría una ventaja adicional a la intensidad del capital, y la cercanía a mano de obra de bajo costo le permitiría tercerizar las tareas de baja complejidad al Asia continental, construyendo una división de trabajo regional.
No obstante, nada de esto sucedió. La economía nipona actual es casi un 40% inferior a lo predicho a fines de la década del ’80, el PBI per cápita japonés respecto al estadounidense se estancó y la productividad relativa comenzó a declinar. Y si bien las exportaciones manufactureras mantuvieron sus ventajas comparativas dinámicas, no lograron atraer a otras actividades de punta.
Por otra parte, la alta tasa de ahorro privado, que se destacaba como una de las virtudes de la economía japonesa, se tornó en debilidad del lado de la demanda, en lugar de constituir una fortaleza del lado de la oferta, debido a que en lugar de financiar la inversión interna, en pos de incrementar la intensidad del capital y la productividad del trabajo, se utilizó para financiar inversión externa y deuda pública.
En un contexto de estancamiento económico como el iniciado en la década del ‘90, Japón entró en lo que en la macroeconomía keynesiana se denomina trampa de liquidez, es decir en una situación en la que el banco central pierde el control de la política monetaria porque la tasa de interés es tan baja que los agentes prefieren dinero en lugar de activos financieros, debido a su rentabilidad casi nula. La pérdida del manejo monetario, generó una profundización del desempleo y la deflación, ya que no contaba con una de sus herramientas de política económica.
Para agravar más aun la situación de la economía japonesa, el excesivo nivel de endeudamiento (el más alto del mundo en términos de PBI) y el lento crecimiento demográfico generaron problemas en el frente fiscal, dificultando el manejo de la herramienta que le quedaba al gobierno.
Luego de casi dos décadas, a finales de 2012, resulta elegido para llevar a cabo su segundo mandato como primer ministro de Japón, Shinzo Abe. Abenomics se refiere al paquete de políticas económicas llevadas adelante por Abe, las cuales se basan en tres pilares: política monetaria, estímulo fiscal y reformas estructurales. En palabras de The Economist, este plan es una “mezcla de reactivación, gasto público y una estrategia de crecimiento diseñada para sacudir a la economía del estado de suspensión en que se ha mantenido por más de dos décadas”1.
En este contexto, el objetivo del presente artículo es analizar el paquete de medidas económicas implementadas por primer ministro japonés y sus resultados a un año de comenzado el mismo.
¿QUÉ ES EL ABENOMICS?
Como se mencionó previamente, el Abenomics es una estrategia económica llevada adelante por el gobierno de Shinzo Abe, la que se basa en “una política monetaria audaz, medidas de flexibilidad fiscal y estrategias de crecimiento”.
La misma comenzó a llevarse adelante a principios de 2013, y fue respaldada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Tras su presentación, la misma ha generado un aire de optimismo y dinamismo en el país, tras años muy duros en los que se ha visto afectado por la crisis de 2008 y el tsunami de 2011.
Uno de sus objetivos prioritarios ha sido que Japón termine con los 15 años de deflación, para lo que el plan económico plantea medidas agresivas en el plano monetario, entre las cuales se encuentra el objetivo inflacionario del Banco de Japón, situado en el 2%.
No obstante, a pesar de la fortaleza de los instrumentos económicos combinados para sacar adelante la economía japonesa, hay que considerar los peligros que suponen su déficit crónico y desmesurada deuda pública. Se deben modificar las políticas.
En este contexto, es de vital importancia que se ponga “bajo cerco” la exorbitante deuda pública, la mayor de un país industrializado de más del doble de su producto bruto interno (PBI), a través de un plan creíble que le permita restablecer la estabilidad fiscal. Para poder frenarla es necesario llevar a cabo un mayor control del gasto, especialmente el de la seguridad social, y mantener la suba progresiva del impuesto sobre el consumo del 5% al inicio del plan al 8% en 2014 y el 10% en 2015.
Abenomics se refiere al paquete de políticas económicas llevadas adelante por Abe, las cuales se basan en tres pilares: política monetaria, estímulo fiscal y reformas estructurales
A UN AÑO DEL ABENOMICS
Los impulsos fiscales y monetarios parecen haber hecho reaccionar a la economía nipona. Luego de cerrar 2012 en el terreno negativo, y comenzar un flojo 2013, finalizó el año creciendo un nada despreciable 2,6%, manteniendo el impulso del tercer trimestre.
Analizando los componentes dinamizadores de dicha expansión, se observa una fuerte expansión del 6,8% de las exportaciones en el último trimestre de 2013, junto con un crecimiento del 6,7% de la inversión. Esta última constituye una ampliación de la oferta, por lo que su crecimiento se traduce en el mediano plazo en una suba del consumo y de las exportaciones.
El consumo privado, en tanto, ha avanzado más lento, aunque durante el año se ha dinamizado. Este impulso del consumo ha venido de la mano del final del fantasma de la deflación, la cual fue desterrada a mediados de 2013. A partir de junio, los precios al consumidor se han incrementado de manera sostenida, de la mano de la expansión monetaria.
Si bien aún no se han llegado a cumplir las metas de inflación del 2% implementada por el banco central, durante noviembre y diciembre la inflación se ubicó por encima del 1,5% anual, y en enero de 2014 en el 1,4%, lo que indica que la presión sobre los precios se mantiene firme y la compra masiva de bonos implementada por la autoridad monetaria japonesa está surtiendo efecto.
Para el 2014, Abe hará grandes esfuerzos para lograr un mayor compromiso por parte del sector privado en esta fase ascendente de la economía, para que pueda sostenerse en el tiempo. La idea se sustenta en que las empresas, que han obtenido grandes utilidades producto del debilitamiento del yen, lleven a cabo importantes inversiones de capital fijo, junto con aumentos salariales, que se traduzcan en un impulso al consumo doméstico.
No obstante, se ha abierto un arduo frente de batalla en este plano, puesto que las grandes empresas se mostraron reticentes y exigieron al gobierno que recorte una porción del impuesto a las sociedades implementado para apoyar la reconstrucción de la región afectada por el tsunami en el 2011.
Adicionalmente, luego del anuncio de la implementación del plan se llevaron a cabo dos medidas que han dado un giro importante a la alicaída economía nipona. La primera consistió en la inyección de más de un billón de yenes (104.000 millones de dólares) volcados a inversión de infraestructura, incrementando el gasto público adicional. Asimismo, se nombró un nuevo gobernador del Banco de Japón, al que se lo obligó a establecer una meta de inflación del 2% anual a través de un programa denominado cuantitative easing, el cual permitió inundar el sistema financiero con una mayor cantidad de dinero circulante, absorbiendo el Banco Central los títulos del Tesoro en poder del público, buscando debilitar el yen en pos de las exportaciones.
Estas medidas expuestas han tenido efectos notables sobre la economía japonesa puesto que, la devaluación que sufrió el yen permitió un avance en las exportaciones, y el encarecimiento de las importaciones impulsó el alza de la tasa de inflación debido al estímulo que atravesaron los consumidores respecto a gastar en ese momento, antes de que se produjese la suba del impuesto a las ventas.
No obstante, este programa de estímulo monetario llevado a cabo por Abe conlleva un riesgo importante que puede impactar en los países de América Latina, debido a la proliferación del hot money. En este contexto, las bajas tasas de interés que presentan los países desarrollados, sumado a estas políticas de flexibilización monetaria se traducen en una fuga por parte de los inversores, que migran en busca de rentabilidades más elevadas hacia los países en desarrollo.
Tal como se observa en el siguiente gráfico, el tipo de cambio se incrementó de manera sostenida desde finales de 2012, sobrepasando los 105 yen / dólar a fines de 2013, lo que indica una fuerte depreciación de la moneda nipona, y un fortalecimiento de su competitividad por efecto de la devaluación, al menos, en términos cambiarios.
No obstante, a pesar de la suba del tipo de cambio, las exportaciones no terminan de repuntar. Si bien avanzaron durante el año 2013, las importaciones crecieron mucho más deprisa, debido a las necesidades energéticas de Japón luego del terremoto de Fukushima, ya que necesitó importar cantidades cada vez mayores de petróleo provenientes de Medio Oriente, con la finalidad de generar electricidad y así contrarrestar la caída de la planta de energía atómica de la ciudad devastada por el fenómeno climático, una de las más plantas de generación de energía eléctrica más grandes del país. Así el déficit comercial continúo ampliándose en 2013, y en el primer mes de 2014 se incrementó fuertemente, debido al sostenido incremento de las importaciones y la caída de las exportaciones.
En un contexto como el analizado, si bien el banco central aún no ha recuperado a la tasa de interés como uno de los instrumento de política monetaria, ha podido manejar los agregados monetarios en pos de salir de la deflación y el tipo de cambio, buscando incrementar las exportaciones. Si bien esto último aún no se ha logrado, el debilitamiento del yen frente al dólar indica que tarde o temprano el ente emisor logrará el objetivo de incrementar las exportaciones de productos manufacturados.
Sin embargo, uno de los impactos del plan económico se concentra en el plano internacional. La devaluación del yen produce problemas de competitividad en otros países exportadores como Alemania y Corea del Sur, pero inmersos en este escenario, los germanos se opusieron a la devaluar el euro, aun a costa de una menor competitividad.
En relación a las reformas estructurales de Abenosmics, se estipularon aumentos salariales, flexibilización en el mercado laboral y regulación para estimular la inversión extranjera. Estas medidas contribuirán en el corto plazo a la recuperación económica.
Los esfuerzos legislativos por desregular varios de los sectores de la economía y hacerlos más competitivos han brillado por su ausencia, resulta imperante que la clase política japonesa vuelque sus esfuerzos para solucionar este frente estancado.
Sin embargo, el frente fiscal es preocupante debido a que el crecimiento demográfico es débil, la población económicamente activa (PEA) se está reduciendo, por lo tanto, las arcas impositivas se ven disminuidas. Por lo tanto, frente a este panorama, sumado al elevado déficit que acarrea el gobierno, se pone al descubierto un serio problema: es imperante incrementar los impuestos para solucionar este problema, pero se pone en peligro el crecimiento económico; de no llevarse a cabo esta medida, la expansión fiscal y el servicio de la deuda van a estar en serias dificultades.
CONSIDERACIONES FINALES
El declive económico adquirió una nueva realidad luego de que China superará a Japón, en 2010, como la segunda economía más grande del mundo. China ha ganado confianza, y se ha convertido en un peligro para Japón.
Ya no sólo se trata de un desafío en términos económicos, sino también geopolítico. Abe, para explicar la enorme ambición en el diseño de su plan, invoca el lema meiji fukoku kyohei: “enriquecer el país, fortalecer el ejército”. Sólo un Japón rico puede permitirse el lujo de defenderse, y sólo si puede defenderse será capaz de hacer frente a China y evitar convertirse en vasallo de su principal aliado, los Estados Unidos. Si bien en temas de Defensa, es una relación de necesidad mutua, Japón busca recuperar la presencia geopolítica de antaño y a la vez poner un coto la expansión de China como segunda economía y potencia industrial a nivel mundial.
Por lo tanto, si bien Abenomics se encuentra expresado en cuestiones referidas a estímulos fiscales y flexibilización monetaria, en realidad, también tiene que ver con una cuestión más importante: la seguridad nacional.
Asimismo, desde el punto de vista económico, debe considerarse que un Japón más prospero sería una fuente de demanda mundial, lo que podría generar un efecto positivo para los países cuyas exportaciones se dirigen hacia este país.
No obstante, el sector externo es una de las preocupaciones de Abe, debido a la debilidad de las exportaciones aún con un yen más depreciado, lo cual debería impulsar la demanda externa de productos japoneses. Este panorama de crecimiento flojo de las exportaciones está asociado a una menor demanda por parte de los mercados asiáticos, aunque también se enfatizó en el cambio que realizaron las empresas japonesas de sus plantas de producción, estableciendo centros en el extranjero.
Por otra parte, uno de los temores que se avecina está referido al aparente enfriamiento en la demanda derivado por el alza del impuesto a las ventas, lo cual impactará sobre el consumo. Este escenario, sumado el déficit comercial podría convalidar una profunda desaceleración de la economía nipona.
Este programa de estímulo monetario llevado a cabo por Abe conlleva un riesgo importante que puede impactar en los países de América Latina, debido a la proliferación del hot money
En este sentido, si bien la economía sigue un rumbo alcista, los datos prenden una luz de alerta debido a que el crecimiento esperado del PBI no resultó el proyectado, como tampoco mostraron un comportamiento alentador el consumo, la inversión y las exportaciones. Pese a este panorama, es indispensable que el gobierno no desvíe el foco de interés y trabaje sobre estas trabas, que deben resolverse cuanto antes, porque en caso de no revertirlas, la economía japonesa estará en serios problemas.
Aunque es posible que la situación se complique durante el año 2015, Abenomics tendrá margen de maniobra debido a la debilidad del yen, generando un incremento (espurio) de la competitividad, aunque los salarios no se incrementen tan deprisa como espera el gobierno japonés y las importaciones más caras hagan mella en la popularidad del gobierno.
Un punto a favor desde el punto de vista político es que el gobierno de Abe no enfrentará elecciones presidenciales o legislativas hasta el año 2016, por lo que el equipo económico dispone de, al menos, dos años para someter sus ideas a prueba. Este es un dato importante en un país por el que han pasado 15 primeros ministros en los últimos 20 años.
Sin embargo, no hay que perder de vista el talón de Aquiles del país: su abultado déficit fiscal que lo ubica en el país con la deuda más elevada del planeta. Si bien, parece estar encaminado en un camino frondoso y próspero, deben estar en alerta con los movimientos de la tasa de interés, dado que los desembolsos de dinero para pagar los intereses son exorbitantes, y un incremento de las tasas en este momento, pondría en jaque mate a la economía japonesa.
Desafortunadamente, el gobierno japonés está avanzando en la dirección opuesta a la austeridad recomendada, debido a que en los últimos años ha elegido apalancarse de manera incremental y estimular más a la economía, aunque en las cifras de actividad no se reflejen dichos estímulos.
Los altos impuestos corporativos, las políticas fiscales poco favorables, y la incertidumbre en torno a las políticas dañarán la confianza tanto de negocios como de consumidores, así como al gasto de inversión. Estas políticas también complican la entrada de empresarios a nuevos negocios, algo que limita las fuentes de empleo y los ingresos fiscales. Reformar las políticas fiscales para beneficiar al sector corporativo podría estimular el crecimiento futuro. No obstante, siguiendo con el círculo vicioso, el gobierno necesita en forma desesperada los ingresos, y es muy probable que frenar algunos impuestos agravaría la situación. No es fácil ver dónde podrá encontrar los medios políticos o la visión para los negocios para salir de esta encrucijada. Si no logra hacerlo, quizás Japón tendrá que seguir los pasos de muchos países europeos, y pedir con toda humildad ayuda a las instituciones internacionales para que lo rescaten.
En tanto, desde el punto de vista demográfico el panorama es aún más complicado. En el plano económico es necesario realizar reformas estructurales que dependen –en gran medida– de la voluntad de los políticos y los empresarios, las cuales, aunque costosas, son posibles de llevar adelante en el mediano plazo; pero el problema social tiene un componente mucho más difícil de modificar: el cultural.
“La sociedad japonesa está envejeciendo, por lo que los costos de protección social cada vez representarán una tajada más grande del presupuesto si no se adoptan reformas, algo que reduce la débil flexibilidad fiscal japonesa y es bien conocida la reticencia de Japón a abrir sus fronteras a los inmigrantes y refugiados a pesar de su necesidad de trabajadores, por lo que el problema demográfico deberá ser resuelto desde adentro, ya que un cambio cultural es –casi– imposible”2.
El crecimiento japonés se desacelera de forma cada vez más notoria. Los efectos de la política económica de Shinzo Abe ya no son tan milagrosos como en sus comienzos. El Fondo Monetario Internacional ha pedido que se aceleren las reformas estructurales y la consolidación presupuestaria. ◊